En plena polémica con algunas decisiones
judiciales y con la renovación del Consejo del Poder Judicial, conviene aclarar
conceptos y argumentos.
Casi a
diario nos llegan noticias de autos judiciales y sentencias contrarias al sentir
ciudadano, la penúltima, seguro que en las horas que van desde la redacción del
artículo a su lectura surgirán algunas otras “últimas”, la de los impuestos de
las hipotecas.
Conocido el
acuerdo de renovación del Consejo del Poder Judicial, todos los medios de
comunicación se han apresurado a bombardear al ciudadano común con críticas
feroces, al acuerdo, a los acordantes, a los `posibles nominados, a los quienes
los van a votar, al sistema de elección, y a cualquiera que crea que el sistema
no es tan malo, ni los jueces y fiscales infalibles y ajenos a sus creencias y
entorno social, y no digamos a los que pensamos que los parlamentarios que los
van a votar son tan de fiar como los jueces y fiscales (o más como luego
veremos).
Dos son los
argumentos principales que los críticos utilizan: una imprescindible
independencia de los jueces, y la separación de poderes que desde Montesquieu
se acepta como seña de identidad democrática.
Empecemos por la condición de independencia de la
Justicia. ¿En qué parte de que Ley o filosofía democrática se
mantiene la absoluta independencia de cualquier juez? Respuesta: en ninguna de
las hoy aplicables a la realidad española. Desde luego en la Constitución Española de 1978 no,
lo que dice es: “La Justicia emana del pueblo y se administra en nombre del
Rey”. Así pues la Justicia es absolutamente dependiente de un sujeto llamado
Pueblo, que aprueba sus normas de convivencia mediante el Parlamento por
mayorías democráticas. Y si la Justicia en general es dependiente del Pueblo,
aún es demandable una dependencia mayor a jueces y fiscales cuyo
único y muy importante papel es aplicar la
letra y el espíritu de las leyes, aún cuando sea práctica relativamente
frecuente que algunas de sus interpretaciones entren en contradicción evidente con la literalidad del texto de
la ley y del espíritu con que se aprobó.
Continuemos por
las exigencias de despolitización. Los que se apoyan en Motesquieu, deberían
hacerlo en el conjunto de sus ideas y no solo en una, muy importante pero a la que
completan y dan marco otras como las que sigue. Las reflexiones de Motesquieu
le hicieron consciente que quien dispone de poder tiende a
ampliarlo con inclinación a abusar de él, lo que proponía era que concretamente
este poder no fuera ejercido por nadie de forma permanente ya que “así el poder de juzgar, tan terrible en
manos del hombre, no estará sujeto a una clase determinada, ni quedará
exclusivamente en manos de una profesión”.
A la vista de autos, no solo de las cercanas en el
tiempo muy notorias sentencias y decisiones de estos últimos meses, sino también
del goteo en el día a día de sentencias y autos, que al sentido común del
ciudadano de a píe le resultan incomprensibles. Sentencias y autos que,
colocados a lado de los textos de las leyes que en teoría deben ser su base y
referencia obligada, chirrían a pesar del lubricante de términos complejos y
oscuros que los intentan argumentar.
¿Qué es más lógico? Confiar en las decisiones de
otros seres humanos, con iguales pasiones y condicionantes que todos nosotros,
a los cuales los ciudadanos de a píe, si nos ponemos de acuerdo podemos remover
y cambiar, o en aquellos que hagamos lo que hagamos van a continuar en su
puesto, sin dar cuenta a nadie que no sea de su clase y profesión. Pues bien
los jueces y fiscales, que van a formar parte de CPJ, al igual que los
parlamentarios, diputados y senadores, que los van a votar, son seres tan humanos como usted o yo. La diferencia
fundamental es que a jueces y fiscales los ciudadanos no los elegimos y
cambiamos, y a diputados y senadores sí.
¿Qué
ocurriría si algunos de los jueces y fiscales tuvieran
que pasar por las urnas periódicamente?
Quizá, que sin tener el poder de la banca u una gran multinacional, los ciudadanos
comunes obtendríamos unas sentencias más acordes a nuestros intereses.
Isidoro
Gracia
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