Más que perder el tiempo en
discutir si debe seguir al frente del Partido Socialista andaluz la actual
Secretaria o no, creo que resulta interesante partir del mapa rojo que refleja
el apoyo que el Partido Socialista tiene en Andalucía y, por ende, su
implantación. En la mayoría, con mucho, de los municipios andaluces, el Partido
Socialista ha sido el más votado, aunque en el resultado electoral global se
refleje la escasa diferencia con respecto al segundo o al tercero.
De los 778 municipios andaluces,
solo 44 están en la provincia de Cádiz, pero esta provincia es atípica incluso
en el conjunto de España, pues contiene muchas ciudades y villas con no pocos
habitantes (Algeciras, Jerez, San Fernando, Arcos, Barbate, Los Barrios,
Chiclana, Conil, La Línea, el Puerto de Santa María, Puerto Real, Rota…). Y es
precisamente en esta provincia, la de origen del dirigente de Ciudadanos, donde
el Partido Socialista ha perdido muchos votos.
Un caso a estudiar es la
provincia de Córdoba, donde hay grandes manchas de color distinto al rojo, así
como los municipios costeros gobernados por la derecha, particularmente en la
provincia de Málaga, Almería y Granada. El resto es un espacio de abrumadora
implantación socialista, que cobra especial interés en las provincias de Jaén,
Sevilla y Huelva.
Los socialistas andaluces a buen
seguro conocen este mapa rojo y lo explotarán para trabajar en los próximos
años (si no hay elecciones anticipadas) y dar la vuelta al gobierno conservador
que se formará en los próximos días. También hay que tener en cuenta que quien
disputa el mismo “espacio” electoral al PSOE, la marca de Podemos en la región,
es primera fuerza solo en dos o tres municipios, quedando muy por detrás en el
resto, y ni siquiera ganando en Cádiz, donde gobierna un alcalde de esa
formación.
La estructura económica de
Andalucía, como en cualquier otro país, condiciona el resultado electoral: hay
grandes diferencias de renta y de riqueza entre la mayoría de la población y un
sector reducido de la misma, hay un déficit en transportes y comunicaciones
(por más que el tren de alta velocidad haya venido a comunicar rápidamente el
occidente andaluz con el resto de España), hay importantes carencias en
sanidad, consecuencia en parte de los recortes económicos sufridos durante la
crisis económica iniciada en el año 2008 y hay una hipertrofia del sector
terciario, basado sobre todo en el turismo y sus ramificaciones, la hostelería
en primer lugar. Es un sector este que no destaca en los inputs de la economía, no hay en él suficiente valor añadido.
El sector secundario no es
desdeñable, pero sufriendo crisis periódicas como en el resto del mundo industrializado.
Está bastante concentrado en Sevilla, y ello no se debe solo a la capitalidad,
pues ya ocurría con anterioridad a la existencia de la Comunidad Autónoma, sino
a las buenas comunicaciones, a la situación en el eje del bajo Guadalquivir y a
la existencia de un puerto fluvial que está en contacto con los marítimos de Huelva,
Cádiz y Algeciras. En el caso de Huelva se viene repitiendo un fenómeno
fácilmente visible: la fidelidad de los obreros metalúrgicos y químicos al
Partido Socialista. Otro tanto se puede decir de las zonas mineras, menos claramente
en el caso de Córdoba. Esto mismo se puede ver en el caso de Sevilla, aunque en
la provincia es el campo de jornaleros, como en la provincia de Jaén, el
principal vivero para el socialismo.
Es importante en Andalucía el
sector del transporte, pero al estar atomizado y muy diversificado
espacialmente, no es posible aquí atribuirlo a este o a aquel partido en cuanto
a sus preferencias. Es indudable, sin embargo, la relativa fidelidad que se da
al Partido Socialista por parte de profesionales de las diversas ramas,
particularmente en la enseñanza (menos en la Universidad).
Hay, no obstante, un “hartazgo”
entre ciertos sectores sociales de la preponderancia y el gobierno socialista a
lo largo de más de tres décadas, máxime cuando problemas endémicos como el del
paro no han encontrado solución, sin que se diga por parte de nadie que, en una
sociedad de libre mercado, quien crea empleo es la empresa privada, no el
sector público, que es muy pequeño en términos relativos, salvo en lo que
respecta a la Administración. Parece evidente una estructura empresarial en
Andalucía muy poco moderna, concentrada en el sector servicios y en la
transformación de productos agrarios (vino, aceite), pero nada que se parezca,
por ejemplo, a los casos de Madrid, Barcelona o las provincias vascas. Tampoco
las empresas multinacionales han creado en Andalucía el empleo que sí en otras
regiones de España, sobre todo teniendo en cuenta la importancia demográfica de
aquella.
El “hartazgo” también se traduce
entre los mismos votante socialistas, que no soportan los casos de corrupción
que funcionarios y sindicalistas han cometido y que están en los tribunales,
así como la ambición personal de doña Susana Díaz en la operación de palacio
que protagonizó en 2016, solo un año más tarde de haberse comprometido con la
Presidencia de la Junta de Andalucía.
Quienes van a gobernar lo hacen
con un apoyo social muy pequeño, sobre todo si se tiene en cuenta el que tienen
en cada caso: solo el 23,8% del 58% del electorado el Partido Popular, y menos
los otros dos del trío. Es fácil adivinar en que va a consistir la política del
nuevo gobierno andaluz: más de la mitad del tiempo se dedicará a denunciar
(veraz o mendazmente) el despilfarro que ha representado la administración
socialista, y desmontar algunas políticas sociales y de derechos como ya se ha
venido haciendo en Madrid y Valencia, por citar dos casos notables.
Ante esto está el mapa rojo que
ha de hacerse valer, porque no se va a volatilizar fácilmente, pues Andalucía
es un país con gran sentido de la memoria histórica. Allí la Iglesia, los
terratenientes, los señoritos y la derecha han cometido las mayores tropelías
que imaginarse pueda.
L. de Guereñu Polán.
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