sábado, 12 de enero de 2019

El mapa rojo



Más que perder el tiempo en discutir si debe seguir al frente del Partido Socialista andaluz la actual Secretaria o no, creo que resulta interesante partir del mapa rojo que refleja el apoyo que el Partido Socialista tiene en Andalucía y, por ende, su implantación. En la mayoría, con mucho, de los municipios andaluces, el Partido Socialista ha sido el más votado, aunque en el resultado electoral global se refleje la escasa diferencia con respecto al segundo o al tercero.

De los 778 municipios andaluces, solo 44 están en la provincia de Cádiz, pero esta provincia es atípica incluso en el conjunto de España, pues contiene muchas ciudades y villas con no pocos habitantes (Algeciras, Jerez, San Fernando, Arcos, Barbate, Los Barrios, Chiclana, Conil, La Línea, el Puerto de Santa María, Puerto Real, Rota…). Y es precisamente en esta provincia, la de origen del dirigente de Ciudadanos, donde el Partido Socialista ha perdido muchos votos.

Un caso a estudiar es la provincia de Córdoba, donde hay grandes manchas de color distinto al rojo, así como los municipios costeros gobernados por la derecha, particularmente en la provincia de Málaga, Almería y Granada. El resto es un espacio de abrumadora implantación socialista, que cobra especial interés en las provincias de Jaén, Sevilla y Huelva.

Los socialistas andaluces a buen seguro conocen este mapa rojo y lo explotarán para trabajar en los próximos años (si no hay elecciones anticipadas) y dar la vuelta al gobierno conservador que se formará en los próximos días. También hay que tener en cuenta que quien disputa el mismo “espacio” electoral al PSOE, la marca de Podemos en la región, es primera fuerza solo en dos o tres municipios, quedando muy por detrás en el resto, y ni siquiera ganando en Cádiz, donde gobierna un alcalde de esa formación.

La estructura económica de Andalucía, como en cualquier otro país, condiciona el resultado electoral: hay grandes diferencias de renta y de riqueza entre la mayoría de la población y un sector reducido de la misma, hay un déficit en transportes y comunicaciones (por más que el tren de alta velocidad haya venido a comunicar rápidamente el occidente andaluz con el resto de España), hay importantes carencias en sanidad, consecuencia en parte de los recortes económicos sufridos durante la crisis económica iniciada en el año 2008 y hay una hipertrofia del sector terciario, basado sobre todo en el turismo y sus ramificaciones, la hostelería en primer lugar. Es un sector este que no destaca en los inputs de la economía, no hay en él suficiente valor añadido.

El sector secundario no es desdeñable, pero sufriendo crisis periódicas como en el resto del mundo industrializado. Está bastante concentrado en Sevilla, y ello no se debe solo a la capitalidad, pues ya ocurría con anterioridad a la existencia de la Comunidad Autónoma, sino a las buenas comunicaciones, a la situación en el eje del bajo Guadalquivir y a la existencia de un puerto fluvial que está en contacto con los marítimos de Huelva, Cádiz y Algeciras. En el caso de Huelva se viene repitiendo un fenómeno fácilmente visible: la fidelidad de los obreros metalúrgicos y químicos al Partido Socialista. Otro tanto se puede decir de las zonas mineras, menos claramente en el caso de Córdoba. Esto mismo se puede ver en el caso de Sevilla, aunque en la provincia es el campo de jornaleros, como en la provincia de Jaén, el principal vivero para el socialismo.

Es importante en Andalucía el sector del transporte, pero al estar atomizado y muy diversificado espacialmente, no es posible aquí atribuirlo a este o a aquel partido en cuanto a sus preferencias. Es indudable, sin embargo, la relativa fidelidad que se da al Partido Socialista por parte de profesionales de las diversas ramas, particularmente en la enseñanza (menos en la Universidad).

Hay, no obstante, un “hartazgo” entre ciertos sectores sociales de la preponderancia y el gobierno socialista a lo largo de más de tres décadas, máxime cuando problemas endémicos como el del paro no han encontrado solución, sin que se diga por parte de nadie que, en una sociedad de libre mercado, quien crea empleo es la empresa privada, no el sector público, que es muy pequeño en términos relativos, salvo en lo que respecta a la Administración. Parece evidente una estructura empresarial en Andalucía muy poco moderna, concentrada en el sector servicios y en la transformación de productos agrarios (vino, aceite), pero nada que se parezca, por ejemplo, a los casos de Madrid, Barcelona o las provincias vascas. Tampoco las empresas multinacionales han creado en Andalucía el empleo que sí en otras regiones de España, sobre todo teniendo en cuenta la importancia demográfica de aquella.

El “hartazgo” también se traduce entre los mismos votante socialistas, que no soportan los casos de corrupción que funcionarios y sindicalistas han cometido y que están en los tribunales, así como la ambición personal de doña Susana Díaz en la operación de palacio que protagonizó en 2016, solo un año más tarde de haberse comprometido con la Presidencia de la Junta de Andalucía.

Quienes van a gobernar lo hacen con un apoyo social muy pequeño, sobre todo si se tiene en cuenta el que tienen en cada caso: solo el 23,8% del 58% del electorado el Partido Popular, y menos los otros dos del trío. Es fácil adivinar en que va a consistir la política del nuevo gobierno andaluz: más de la mitad del tiempo se dedicará a denunciar (veraz o mendazmente) el despilfarro que ha representado la administración socialista, y desmontar algunas políticas sociales y de derechos como ya se ha venido haciendo en Madrid y Valencia, por citar dos casos notables.

Ante esto está el mapa rojo que ha de hacerse valer, porque no se va a volatilizar fácilmente, pues Andalucía es un país con gran sentido de la memoria histórica. Allí la Iglesia, los terratenientes, los señoritos y la derecha han cometido las mayores tropelías que imaginarse pueda.

L. de Guereñu Polán.


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