Olof Palme |
Recuerdo a aquel Partido
Comunista de España (al que nunca pertenecí) predicando ser los primeros en
proponer una reconciliación nacional a mediados de los años cincuenta (aunque
Carrillo pasaba temporadas acogido por Ceacescu y Pasionaria vivía “sin enterarse”
de los crímenes de Stalin en Moscú). Pero sobre todo recuerdo a sus militantes
en los años setenta y ochenta animados de un espíritu democrático y de una
vitalidad excelentes. Habían contribuido a las Comisiones Obreras desde años
atrás y, por lo tanto, a la modernización del movimiento sindical en España;
les recuerdo en las reuniones y en los debates, siendo conscientes de la
debilidad de la izquierda en aquellos años que preceden y suceden a 1975…
Recuerdo a los militantes
socialistas de la cuenca minera asturiana, con quienes estuve varias veces,
incluso en la formación de agrupaciones cuando habían quedado desmanteladas
desde los años cincuenta: San Martín del Rey Aurelio, Morcín, Sama de Langreo,
El Entrego, Mieres… En la costa lucense los socialistas de Foz, que tenían como
referente a Ramón Couto y, mucho más joven, Salvador Fernández Moreda, luego
siempre a la sombra de Francisco Vázquez. En A Coruña estaba Luis Arangüena y
más tarde Antonio Carro (al que en cierta ocasión desplazaron a Pontevedra para
que formase parte de una candidatura al Parlamento de Galicia). Con Moreda
estaba uno, serio y trabajador, a quien conocíamos por un apodo que no puedo
recordar. En Lugo estaban Ramos y Camarón, pero también la agrupación más
numerosa de Galicia en 1976. En 1978, con la entrada de los militantes del PSP
del profesor Tierno, las agrupaciones, sobre todo en las ciudades, se
enriquecieron; también vinieron al PSOE muchos del Partido Socialista Galego
(quiero recordar de forma especial a Baltasar García, Miguel Ángel Montero y
Antón Novás). Hay una buena nómina de antiguos comunistas en las filas del PSOE
formando parte de sus facciones más moderadas.
Vigo fue, con Pontevedra y O
Grove, una de las agrupaciones más tempranas en torno a la muerte de Franco:
los principales animadores eran López Peña (lucense) y Manuel Espárrago, quizá
este el militante que más kilómetros ha recorrido para llevar la voz del
socialismo. También Francisco Osorno, noble a carta cabal, Óscar Troncoso (más
ugetista que otra cosa), Manuel Soto, “Baquelita” y un buen número de
militantes abnegados entre los que estaba Isidoro Gracia y los hermanos Pedrido
(perdón por no citar a todos, lo que sería prolijo). En cierta ocasión, con
motivo de un conflicto laboral en Citroën, estuve acompañando a Francisco
Bustelo y José Vázquez Fouz ante la patronal.
En Pontevedra contamos con Arturo
Hermida, Manuel Cagiao, Andrés “o mariñeiro” y, algo más tarde, Marcelino
Otero. Pero la agrupación creció cuando se afiliaron en masa muchos
trabajadores de Tafisa y de la empresa de pasta para papel. Yo recibía la
visita periódica de Espárrago y de López Peña (en ocasiones de Indalecio Tizón
y su esposa Isabel) para ir a Chantada, a Vila de Cruces, Lalín, Silleda,
Padrón, Ribeira, Boiro, Rianxo, Cée, Corcubión y otros pueblos de Galicia, pero
también aldeas donde se encontraban los hijos de aquellos que habían
desaparecido ya pero permanecía el recuerdo de su testimonio.
Los fines de semana se empleaban
en estos viajes atiborrados de “El Socialista”, un periódico pequeño en formato
y páginas que estaba llamado a desaparecer. Así se consiguió aglutinar a un “bloque
de clases”, en expresión de la época, que permitió resultados electorales
espectaculares (en 1977, 118 escaños) y llegar a 1982 con los míticos 202
escaños en el Congreso. Era el Partido Socialista disciplinado, como toda la
izquierda, por más que sedicente; se recibían las consignas (así se hablaba
entonces) y se llevaban a cabo sus designios; había una camaradería no exenta
de tiranteces propias de la naturaleza humana.
En 1983 se produjo un aluvión de
altas, militantes noveles (casi todos lo éramos) que estaban ilusionados en ese
proyecto que capitanearon los más destacados sevillanos, madrileños y vascos. También
llegaron al Partido Socialista indeseables que fueron desapareciendo cuando no
conseguían un medro aquí o allá más o menos rápido. A Galicia venían con
frecuencia Pablo Castellanos (hoy en otra onda) y Luis Gómez Llorente, de los
cuales aprendí yo tantas cosas sobre el movimiento socialista internacional; de
ellos recibí los primeros libritos de Marta Harnecker y Gabriela Uribe. Ya
antes recibíamos algunos libros editados en Argentina por la editorial Losada,
a la que nunca agradeceremos bastante la labor intelectual y divulgativa que
realizó.
En el sur de la provincia de
Pontevedra recuerdo la labor incansable de Uris Guisantes y el maestro Borrajo;
en Nigrán estaba Manel, que fue luego diputado provincial conmigo; en Baiona el
arquitecto Berride; en Vilagarcía Seso Giráldez y su esposa, pero también Cayón
y la suya (no será de recibo hoy recordar antes a los varones), José Vázquez Fouz,
formando una nutrida agrupación cuyo personaje más desinteresado y simpático
fue, a mi parecer, Ferreira Faro.
En Vila de Cruces, Vilariño,
sastre de profesión, en cuya trastienda se hacían las reuniones. En A Lama
militantes que venían a Pontevedra para recibir la información que no les llegaba
por otro medio; en Redondela estuvo el malogrado (ya no son pocos los
fallecidos) Emilio González Iglesias, diputado provincial también, verdadera
columna vertebral a la sombra de Rey, el alcalde del PSOE. Chapela era el
vivero de votos en aquella época y no sé si en la actualidad, y luego se puede
dar el salto a Oia, donde era la parroquia de Pedornes el núcleo de la
militancia socialista.
En As Neves el cura Verísimo (en
curas nos ganaba el Partido Comunista), desengañado más tarde por la nobleza de
su carácter, incompatible con ciertas miserias humanas. En Gondomar estaba el
maestro Giráldez; en Padrón, Emilio, dueño de una pastelería de obligada parada
en el trayecto a Santiago. Aquí estaba un personaje siniestro (lo digo sin
maldad), Andrés Eguíbar, que derivó a otros derroteros creo que por necesidades
vitales.
Cierto que antes del triunfo del
82 estuvo la escisión estúpida de aquel congreso del “marxismo”, la época del
entrismo de los trostkistas en el Partido Socialista, fenómeno que me parece no
pasó de anécdota. Al heterodoxo de le llamaba “trosko” sin más miramientos;
bobadas de gente joven en las que no incurrían los más veteranos.
En A Golada la agrupación se hizo
sobre la base de un funcionario de prisiones, jubilado, de apellido Negro:
hombre sobrio y serio, colaborador incansable, llegaba a Pontevedra con su
coche de más de veinte años y doscientos mil kilómetros…; en Silleda estaba
Castedo, que montó un restaurante chuletero de parada muy apetecible. Cristóbal
Fernández (luego Delegado de Educación) pasó una verdadera cruz del verdugo
Cuiña, dominador al más viejo estilo caciquil de aquellas tierras del Deza y el
Trasdeza, aprendiz de Fraga. En A Estrada estaba la familia Leis Carlés, pero también otros que no puedo citar por fallarme la memoria. En Cerdedo Mari
Carmen, que llegó a ser diputada del Parlamento Gallego, sostuvo una agrupación
de gentes trabajadoras que recordaban –y nos contaban- los suplicios de sus
ancestros a manos de falangistas y otras tropas.
En Pontecesures etaba Chenlo,
otro maestro, como si se quisiera seguir la saga de otros tiempos, cuando los
enseñantes fueron vanguardia de las ideas socialistas. En Catoira, mi
condiscípulo Castaño, que arrasó en unas elecciones municipales para,
retirándose, dejar el campo bien sembrado a Alberto García, alcalde sempiterno
del municipio asomado al mar de Arousa. En Caldas Adolfo Abalo y su esposa, la
familia Froján y otros que trajeron al PSOE a Vázquez Fouz. En Cuntis estaba
Eiras, que fue alcalde hasta que se cansó, siguiéndole José Manuel García, recientemente
jubilado, personaje con una empatía pegadiza, si es que vale la expresión. En
Moraña estaba Celso, de una humildad y disciplina ejemplares, hacedor de una
agrupación sólida sobre la base de la parroquia de Santa Lucía.
En Vilanova de Arousa estuvo el
incansable contra el crimen, contra la corrupción, alcalde y nada apegado al
poder, José Vázquez (distinto del diputado), al tiempo que ya se encontraba en
su incansable lucha contra la droga la que se puede considerar apóstol, Carmen
Avendaño. En Ponte Caldelas todo giraba en torno a José Luis Portela Perdiz, a
quien considero merecedor de un mejor trato que el que recibió en el Partido
Socialista; en Marín la agrupación cobró impulso con Senén Fernández, pero ya
había allí un veterano (perdón de nuevo por mi memoria) que aún resuena hoy
como ejemplo de seriedad y compromiso. Su hija Enriqueta le hace honor. En
Cangas de Morrazo Suso “Caramuxo”, de grave voz y locuaz palabra: la vida no le
trató bien y aún anda él predicando aquí y allá sus convicciones.
En Soutomaior fue el centro
Andrés Vilán, director muchos años del Instituto “Valle-Inclán” de Pontevedra,
donde yo ejercí la docencia en dos etapas distintas (en mi adolescencia estudié
ahí el bachillerato). En Mos estaba Marcelino (pero no me acuerdo del apellido),
hombretón muy simpático, concejal, que consiguió adecentar el barrio de San
Andrés del municipio, dejado de la mano de Dios hasta su ejemplo. En Porriño, Raúl
Francés, técnico farmacéutico, que dejó una prole militante de la izquierda. No
puedo referirme a todos los municipios de la provincia, ni de Galicia, porque
tampoco es el caso, cuando se trata de comparar aquellos años de seriedad y
compromiso con otros que vinieron luego y que nos han dejado tantos sinsabores,
con dos mandatos no cortos de la derecha en España (no digamos en Galicia).
Me perdonarán los que no cito,
pues seguramente tienen el mérito asegurado, como tampoco puedo referirme a
poblaciones donde mi actividad fue menor o ninguna. Fuera de Pontevedra, en el
conjunto de Galicia, recuerdo la formación de las agrupaciones de Castro
Caldelas, de Viveiro, de Chantada, de Monforte…
Recordando al Partido Comunista,
al PSOE más que centenario ¿qué vienen siendo esas Mareas y esos Podemos, esa IU, amalgama informe sin ideologías definidas? Recuerdo la izquierda seria.
L. de Guereñu Polán.
No hay comentarios:
Publicar un comentario