jueves, 10 de enero de 2019

La izquierda seria

Olof Palme

Recuerdo a aquel Partido Comunista de España (al que nunca pertenecí) predicando ser los primeros en proponer una reconciliación nacional a mediados de los años cincuenta (aunque Carrillo pasaba temporadas acogido por Ceacescu y Pasionaria vivía “sin enterarse” de los crímenes de Stalin en Moscú). Pero sobre todo recuerdo a sus militantes en los años setenta y ochenta animados de un espíritu democrático y de una vitalidad excelentes. Habían contribuido a las Comisiones Obreras desde años atrás y, por lo tanto, a la modernización del movimiento sindical en España; les recuerdo en las reuniones y en los debates, siendo conscientes de la debilidad de la izquierda en aquellos años que preceden y suceden a 1975…

Recuerdo a los militantes socialistas de la cuenca minera asturiana, con quienes estuve varias veces, incluso en la formación de agrupaciones cuando habían quedado desmanteladas desde los años cincuenta: San Martín del Rey Aurelio, Morcín, Sama de Langreo, El Entrego, Mieres… En la costa lucense los socialistas de Foz, que tenían como referente a Ramón Couto y, mucho más joven, Salvador Fernández Moreda, luego siempre a la sombra de Francisco Vázquez. En A Coruña estaba Luis Arangüena y más tarde Antonio Carro (al que en cierta ocasión desplazaron a Pontevedra para que formase parte de una candidatura al Parlamento de Galicia). Con Moreda estaba uno, serio y trabajador, a quien conocíamos por un apodo que no puedo recordar. En Lugo estaban Ramos y Camarón, pero también la agrupación más numerosa de Galicia en 1976. En 1978, con la entrada de los militantes del PSP del profesor Tierno, las agrupaciones, sobre todo en las ciudades, se enriquecieron; también vinieron al PSOE muchos del Partido Socialista Galego (quiero recordar de forma especial a Baltasar García, Miguel Ángel Montero y Antón Novás). Hay una buena nómina de antiguos comunistas en las filas del PSOE formando parte de sus facciones más moderadas.

Vigo fue, con Pontevedra y O Grove, una de las agrupaciones más tempranas en torno a la muerte de Franco: los principales animadores eran López Peña (lucense) y Manuel Espárrago, quizá este el militante que más kilómetros ha recorrido para llevar la voz del socialismo. También Francisco Osorno, noble a carta cabal, Óscar Troncoso (más ugetista que otra cosa), Manuel Soto, “Baquelita” y un buen número de militantes abnegados entre los que estaba Isidoro Gracia y los hermanos Pedrido (perdón por no citar a todos, lo que sería prolijo). En cierta ocasión, con motivo de un conflicto laboral en Citroën, estuve acompañando a Francisco Bustelo y José Vázquez Fouz ante la patronal.

En Pontevedra contamos con Arturo Hermida, Manuel Cagiao, Andrés “o mariñeiro” y, algo más tarde, Marcelino Otero. Pero la agrupación creció cuando se afiliaron en masa muchos trabajadores de Tafisa y de la empresa de pasta para papel. Yo recibía la visita periódica de Espárrago y de López Peña (en ocasiones de Indalecio Tizón y su esposa Isabel) para ir a Chantada, a Vila de Cruces, Lalín, Silleda, Padrón, Ribeira, Boiro, Rianxo, Cée, Corcubión y otros pueblos de Galicia, pero también aldeas donde se encontraban los hijos de aquellos que habían desaparecido ya pero permanecía el recuerdo de su testimonio.

Los fines de semana se empleaban en estos viajes atiborrados de “El Socialista”, un periódico pequeño en formato y páginas que estaba llamado a desaparecer. Así se consiguió aglutinar a un “bloque de clases”, en expresión de la época, que permitió resultados electorales espectaculares (en 1977, 118 escaños) y llegar a 1982 con los míticos 202 escaños en el Congreso. Era el Partido Socialista disciplinado, como toda la izquierda, por más que sedicente; se recibían las consignas (así se hablaba entonces) y se llevaban a cabo sus designios; había una camaradería no exenta de tiranteces propias de la naturaleza humana.

En 1983 se produjo un aluvión de altas, militantes noveles (casi todos lo éramos) que estaban ilusionados en ese proyecto que capitanearon los más destacados sevillanos, madrileños y vascos. También llegaron al Partido Socialista indeseables que fueron desapareciendo cuando no conseguían un medro aquí o allá más o menos rápido. A Galicia venían con frecuencia Pablo Castellanos (hoy en otra onda) y Luis Gómez Llorente, de los cuales aprendí yo tantas cosas sobre el movimiento socialista internacional; de ellos recibí los primeros libritos de Marta Harnecker y Gabriela Uribe. Ya antes recibíamos algunos libros editados en Argentina por la editorial Losada, a la que nunca agradeceremos bastante la labor intelectual y divulgativa que realizó.

En el sur de la provincia de Pontevedra recuerdo la labor incansable de Uris Guisantes y el maestro Borrajo; en Nigrán estaba Manel, que fue luego diputado provincial conmigo; en Baiona el arquitecto Berride; en Vilagarcía Seso Giráldez y su esposa, pero también Cayón y la suya (no será de recibo hoy recordar antes a los varones), José Vázquez Fouz, formando una nutrida agrupación cuyo personaje más desinteresado y simpático fue, a mi parecer, Ferreira Faro.

En Vila de Cruces, Vilariño, sastre de profesión, en cuya trastienda se hacían las reuniones. En A Lama militantes que venían a Pontevedra para recibir la información que no les llegaba por otro medio; en Redondela estuvo el malogrado (ya no son pocos los fallecidos) Emilio González Iglesias, diputado provincial también, verdadera columna vertebral a la sombra de Rey, el alcalde del PSOE. Chapela era el vivero de votos en aquella época y no sé si en la actualidad, y luego se puede dar el salto a Oia, donde era la parroquia de Pedornes el núcleo de la militancia socialista.

En As Neves el cura Verísimo (en curas nos ganaba el Partido Comunista), desengañado más tarde por la nobleza de su carácter, incompatible con ciertas miserias humanas. En Gondomar estaba el maestro Giráldez; en Padrón, Emilio, dueño de una pastelería de obligada parada en el trayecto a Santiago. Aquí estaba un personaje siniestro (lo digo sin maldad), Andrés Eguíbar, que derivó a otros derroteros creo que por necesidades vitales.

Cierto que antes del triunfo del 82 estuvo la escisión estúpida de aquel congreso del “marxismo”, la época del entrismo de los trostkistas en el Partido Socialista, fenómeno que me parece no pasó de anécdota. Al heterodoxo de le llamaba “trosko” sin más miramientos; bobadas de gente joven en las que no incurrían los más veteranos.

En A Golada la agrupación se hizo sobre la base de un funcionario de prisiones, jubilado, de apellido Negro: hombre sobrio y serio, colaborador incansable, llegaba a Pontevedra con su coche de más de veinte años y doscientos mil kilómetros…; en Silleda estaba Castedo, que montó un restaurante chuletero de parada muy apetecible. Cristóbal Fernández (luego Delegado de Educación) pasó una verdadera cruz del verdugo Cuiña, dominador al más viejo estilo caciquil de aquellas tierras del Deza y el Trasdeza, aprendiz de Fraga. En A Estrada estaba la familia Leis Carlés, pero también otros que no puedo citar por fallarme la memoria. En Cerdedo Mari Carmen, que llegó a ser diputada del Parlamento Gallego, sostuvo una agrupación de gentes trabajadoras que recordaban –y nos contaban- los suplicios de sus ancestros a manos de falangistas y otras tropas.

En Pontecesures etaba Chenlo, otro maestro, como si se quisiera seguir la saga de otros tiempos, cuando los enseñantes fueron vanguardia de las ideas socialistas. En Catoira, mi condiscípulo Castaño, que arrasó en unas elecciones municipales para, retirándose, dejar el campo bien sembrado a Alberto García, alcalde sempiterno del municipio asomado al mar de Arousa. En Caldas Adolfo Abalo y su esposa, la familia Froján y otros que trajeron al PSOE a Vázquez Fouz. En Cuntis estaba Eiras, que fue alcalde hasta que se cansó, siguiéndole José Manuel García, recientemente jubilado, personaje con una empatía pegadiza, si es que vale la expresión. En Moraña estaba Celso, de una humildad y disciplina ejemplares, hacedor de una agrupación sólida sobre la base de la parroquia de Santa Lucía.

En Vilanova de Arousa estuvo el incansable contra el crimen, contra la corrupción, alcalde y nada apegado al poder, José Vázquez (distinto del diputado), al tiempo que ya se encontraba en su incansable lucha contra la droga la que se puede considerar apóstol, Carmen Avendaño. En Ponte Caldelas todo giraba en torno a José Luis Portela Perdiz, a quien considero merecedor de un mejor trato que el que recibió en el Partido Socialista; en Marín la agrupación cobró impulso con Senén Fernández, pero ya había allí un veterano (perdón de nuevo por mi memoria) que aún resuena hoy como ejemplo de seriedad y compromiso. Su hija Enriqueta le hace honor. En Cangas de Morrazo Suso “Caramuxo”, de grave voz y locuaz palabra: la vida no le trató bien y aún anda él predicando aquí y allá sus convicciones.

En Soutomaior fue el centro Andrés Vilán, director muchos años del Instituto “Valle-Inclán” de Pontevedra, donde yo ejercí la docencia en dos etapas distintas (en mi adolescencia estudié ahí el bachillerato). En Mos estaba Marcelino (pero no me acuerdo del apellido), hombretón muy simpático, concejal, que consiguió adecentar el barrio de San Andrés del municipio, dejado de la mano de Dios hasta su ejemplo. En Porriño, Raúl Francés, técnico farmacéutico, que dejó una prole militante de la izquierda. No puedo referirme a todos los municipios de la provincia, ni de Galicia, porque tampoco es el caso, cuando se trata de comparar aquellos años de seriedad y compromiso con otros que vinieron luego y que nos han dejado tantos sinsabores, con dos mandatos no cortos de la derecha en España (no digamos en Galicia).

Me perdonarán los que no cito, pues seguramente tienen el mérito asegurado, como tampoco puedo referirme a poblaciones donde mi actividad fue menor o ninguna. Fuera de Pontevedra, en el conjunto de Galicia, recuerdo la formación de las agrupaciones de Castro Caldelas, de Viveiro, de Chantada, de Monforte…

Recordando al Partido Comunista, al PSOE más que centenario ¿qué vienen siendo esas Mareas y esos Podemos, esa IU, amalgama informe sin ideologías definidas? Recuerdo la izquierda seria.

L. de Guereñu Polán.

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