miércoles, 13 de febrero de 2019

Don Narcís el rico


Una persona de formación universitaria, que ha tenido el honor de ser alcalde de Barcelona, Ministro de Defensa y Vicepresidente del Gobierno, además de haber desempeñado otras responsabilidades públicas, sintió la necesidad de presidir una entidad bancaria (Caixa Cataluña en 2005 ya funcionaba como un bando) y subirse el sueldo cuando ya dicha entidad había sido intervenida por el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria, dada la pésima gestión y resultados que ofrecía la Caixa.

Posteriormente fue intervenida por el Banco de España quedando en manos del Estado el 90% de sus activos. En 2008 don Narcís se incorporó al Consejo de Administración de Gas Natural en representación de la Caixa. Los sueldos que están publicados oficialmente que cobró don Narcís fueron 236.000 en 2007, 260.000 en 2008, otro tanto en 2009 y 246.000 en 2010 (solo como Presidente de la Caixa). Junto con otros altamente remunerados, la fiscalía de Barcelona les denunció por aprovechar la situación de práctica liquidación de la Caixa para retirarse del conflicto bien forrados.

Como gestor financiero no cabe duda de que don Narcís no tiene desperdicio. Ha sido un fraude para los depositantes, pequeños accionistas y otros ciudadanos.

Tras una larga trayectoria como servidor público ha podido acumular un patrimonio nada despreciable, pues los salarios que cobran los ministros, con no ser excesivos, son saneados. Luego, como gestor bancario, el escándalo raya la burla, aunque la defensa de don Narcís ha sido tan competente que ha conseguido para él la exoneración por parte de Tribunal que le ha juzgado.

Vaya por delante que, contrariamente a lo que se dice, soy partidario de los juicios paralelos, es decir, de que los ciudadanos podamos formarnos una opinión sobre lo que los responsables, públicos y privados, hagan con los recursos de una comunidad. Pero con una condición, que consideremos nuestro “juicio” supeditado al de quienes más saben y disponen de más datos, los Tribunales de Justicia.

También es evidente que se puede uno escandalizar de las decisiones que tomen los Tribunales de Justicia si exoneran a personas cuya gestión ha sido manifiestamente mala y/o se han enriquecido –aunque legalmente- aprovechando sus posiciones de ventaja. Este es el caso de don Narcís.

Solo queda esperar que el personaje en cuestión, junto con sus compañeros de correrías, no vuelvan a aparecer por la cosa pública, ni intenten dar lecciones a nadie (don Narcís está ahora dando clases…), ni nos hagan pasar por el bochorno de tenerles que soportar en otros cargos de responsabilidad. Sería deseable que don Narcís se retirase a una villa rural, leyese, se arrepintiese si lo tiene a bien e, incluso, pidiese perdón a la sociedad (también si lo tiene a bien) por sus tropelías.

Algunos se creen tan imprescindibles que creen poder ser buenos ministros, alcaldes y financieros al tiempo o sucesivamente. Queda claro que don Narcís no es uno de ellos, aunque se haya hecho rico.

L. de Guereñu Polán.  


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