jueves, 7 de marzo de 2019

Doña Rogelia


Cuando yo era joven había en mi barrio una señora a quien todos llamaban doña Rogelia que pasaba por ser simpática y ladina, pero como después se supo, tenía más mala leche que todo el barrio junto. Buscaba la señora la forma, una y otra vez, de salirse con la suya contando con la ley o retorciéndola.

La aún actual Presidenta del Congreso de los Diputados me ha recordado estos últimos años a aquella vecina, sobre todo desde que se propuso, con éxito, impedir la tramitación de proyectos y proposiciones de ley, si procedían del Gobierno socialista o de alguno de los grupos parlamentarios que le apoyaban. De igual manera ahora, cuando el Gobierno quiere aprobar una serie de medidas sociales mediante decretos-leyes, que todos sabemos deben ser aprobados por el Congreso (en este momento por su Diputación Permanente), la señora Presidenta, cual doña Rogelia rediviva, pide a los letrados de las Cortes que informen la manera en que tal cosa pueda impedirse. Una genio.

Aunque la Presidenta del Congreso hace muy bien el papel de bufona una vez al año ante los periodistas, se declara feminista y otras inverosimilitudes, en realidad pertenece a la más pura cepa del Partido Popular, donde ingresó de la mano de los señores Fraga y Rajoy (dos joyas) y ha permanecido en el Congreso durante nada menos que seis legislaturas.

Desempeñando cargos de libre designación relacionados con la sanidad no se ha lucido precisamente, ni como jefa de servicio de Planificación Sanitaria en Pontevedra, ni como directora provincial del Servicio Gallego de Salud, y de aquellas gestiones suyas vienen estos lodos que sufre la población gallega.

Es lamentable que la Presidenta de un Parlamento destaque por impedir legislar, aparte de no respetar la lealtad institucional que corresponde a la que debe ser árbitro esté el Gobierno que esté al frente del país. Parece como si el señor Rajoy hubiese dejado “atado y bien atado” el que el Parlamento le siguiese siendo fiel aún después de haber sido censurado y echado del Gobierno. Ese papel lo cumple a la perfección la actual Presidenta del Congreso, la cual fue elegida para tal cargo con los votos de los diputados independentistas catalanes: curiosa la falta de escrúpulos de la señora.

En realidad todo esto es el resultado de la falta de convicciones democráticas del PP y de una de sus más visibles representantes. A la señora le da igual que España participe en una guerra ilegal e injusta que su partido haya sido condenado por corrupción; a la señora le da igual que el actual Presidente del PP quiera retrotraer a España a los años setenta y parece darle igual ir de la mano de un partido de extrema derecha; ella, tal pulcra en apariencia, pero filibustera, regateadora, tapón para el libre juego democrático en el Parlamento. No le importa a la señora el fondo de los decretos-leyes que, de ser aprobados, beneficiarían a numerosos colectivos de españoles, lo que le interesa es torpedear su aprobación por medios arteros.

No estuvo tan diligente la señora cuando fue ministra de Fomento y sucedió el accidente del tren en Angrois. Y no se trata aquí de culpabilizarla directamente de las numerosas muertes, sino de tener una concepción de la política como actividad de relumbrón, sin tener presente cada día las altas responsabilidades que se asumen. ¿O es que alguien recuerda a la señora que nos trae aquí por algo realmente notable hecho a favor de los españoles? Se dice que es muy respetada en su partido: no es de extrañar; cumple con el filibusterismo más ramplón y antidemocrático que imaginarse pueda.

L. de Guereñu Polán. 

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