Los altos cargos de la
Administración Pública están obligados a dar ejemplo de honestidad, pero no
siempre lo hacen. Incluso podríamos decir –a tenor de los graves problemas de
corrupción que padecemos- que incumplen con frecuencia ciertas obligaciones, una
de ellas la incompatibilidad para trabajar en la empresa privada después de
haber tomado importantes decisiones políticas.
La Ley 3/2015 así lo
dice, exigiendo además que se respete el marco jurídico que desarrolla el
ejercicio de su actividad. La hasta hace unos meses vicepresidenta del
Gobierno, señora Sáez de Santamaría, habiendo tomado importantes decisiones
políticas de todo orden, sin haber transcurrido el tiempo preceptivo, ha
aceptado un puesto de trabajo (o quizá esto sea mucho decir) en un importante
bufete de abogados cuyo principal titular ha sido sancionado por la Hacienda
pública por defraudación (5,5 millones de euros entre lo defraudado y la
multa). No parece la mejor compañía para alguien que ha tenido el honor de ser
vicepresidenta del Gobierno (ahora el deshonor de incumplir la ley
flagrantemente).
Claro que se pueden
dar argumentos que la exoneren, pero aunque los hubiese en el orden
administrativo (que lo dudo a tenor de la Ley citada) no los hay en el orden
moral. No es la única persona: la ex ministra Salgado, que lo fue, entre otras
competencias, de Economía, solo salir del Gobierno se puso al servicio de una
empresa privada, filial de Endesa y participada esta a su vez por Enel (consejera,
se dice). También es miembro del consejo asesor de Abertis S.A. y de otras
empresas (ya como asesora o como miembro del consejo de administración). Hay
gente realmente sabia, pero yo creo que solo de boquilla.
A nadie se le puede
ocultar que lo que las señoras Sáez de Santamaría y Salgado van a hacer o hacen
en dichas empresas privadas es servir de contacto para beneficiarlas sin
miramientos. Qué duda cabe que quienes han estado en el
Gobierno han hecho gestiones, amistades, relaciones, muy provechosas después.
Una vergüenza. ¿No puede ejercer la
señora Salgado su profesión de ingeniera industrial? ¿No puede ejercer la
señora Sáez de Santamaría su profesión de abogada del Estado? Sí pueden, pero
obtendrían muchos menos beneficios que sirviendo de correveidiles a empresas
privadas. Poca confianza me ofrecen a mí estas “servidoras” públicas.
Han venido a mi
memoria estas dos lumbreras para ganar dinero, pero podría citar a decenas que
se han prestado a tal vicio. Y peor aún es que el Gobierno haya autorizado,
como es preceptivo, que puedan deshonrarse de la manera descrita; quizá en
previsión por cada uno de sus miembros para cuando intenten lo mismo. Pero
¿tiene sentido que los que han sido Secretarios de Estado (que han estado en el "secreto" de las cosas públicas) puedan luego servir intereses privados? Y lo
mismo quienes han sido Delegados del Gobierno en Comunidades Autónomas o en
entidades de Derecho Público; y lo mismo quienes hayan sido directores generales,
que tantas gestiones habrán tenido que hacer para poner en contacto a la
Administración con la empresa privada. ¿Tiene sentido que puedan salir de sus
puestos como jefes de misiones diplomáticas, o como representantes en
organizaciones internacionales, y a continuación pasar a servir a una empresa
privada, solo porque se cobran pingües dineros? No hay nombre para describir
esto.
En España nunca ha
habido una verdadera Ley de incompatibilidades: médicos que ejercen la medicina
al tiempo que ocupan cargos públicos, ingenieros que sirven a empresas privadas
mientras son diputados, abogados que defienden los intereses de grandes
consorcios mientras son servidores de la Administración. Un desastre. “Es que
si no ejerzo la cirugía me olvido…”, dicen algunos. Pues ejérzala usted sin
cobrar un duro, respondo yo. Y así sucesivamente.
Un Gobierno puede
tener expectativas al alza, puede tener méritos indudables, puede contar
incluso con la baraca, pero si no corta de raíz el vicio de ganar dinero
prevaliéndose de haber sido alto cargo del Estado, estamos ante un
enriquecimiento por medio del deshonor.
L. de Guereñu Polán.
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