La
izquierda pierde terreno, la cultura del consumo y el individualismo
extremo avanzan, en su misma esencia tiene la solución, hasta dos
piedras filosofales: el combate a la desigualdad y el
internacionalismo.
Para
los alquimistas la piedra filosofal era una sustancia ideal mediante
la cual todos los metales comunes podían transformarse en oro y
plata, esa sustancia imaginaria también podía curar toda clase de
males. Los discursos y propuestas de la izquierda, incluso los más
moderados socialdemócratas, tropiezan con el innato egoísmo de los
que creen que pueden perder algo a manos de otros menos afortunados
(parados, inmigrantes, pobres) y con la aparentemente imparable
globalización, pilotada por multinacionales y grandes especuladores.
Para
buscar la fórmula ni siquiera hace falta circunscribirse a un
socialismo científico, que defendiendo la intervención del estado
en la dirección de la política económica, la considera compatible
la propiedad y administración privada de los medios de producción,
puede ser referencia lo mantenido por un liberal como Tockeville:
"Nos
hemos creído que somos libres porque las leyes nos dicen que lo
somos” “….es muy peligroso creer que ese es el único requisito
o condición”.
A
base de electrodomésticos, modas, entretenimiento y espectáculos,
muchos individuos (multitud) han vendido el contrato social, en
virtud del cual se admite la existencia de una autoridad, unas normas
morales y unas leyes a cumplir, a cambio de protección y bienestar
garantizados por el Estado. Y se creen libres porque pueden consumir
según sus deseos y capacidad económica, pero su nuevo dios menor,
el mercado, y sus sumos sacerdotes, los grandes especuladores, les
han ocultado que hay muchas cosas que se pueden comprar, pero unas
pocas e importantes no tienen precio, como la educación, la sanidad
y la protección social, y solo se garantizan para todos desde un
Estado o instituciones supraestatales fuertes.
En
un mundo en el que, según
la
estadística de Credit
Suisse,
desde
2015 el
1% más rico tiene tanto patrimonio como todo el resto del mundo
junto, es
en
esos pocos pero importante temas donde el discurso y propuestas de la
izquierda tienen
su primera piedra filosofal: LA
LUCHA
CONTRA
TAN TREMENDA DESIGUALDAD.
Aunque
a duras penas, la
izquierda ha dejado un legado en las mentalidades europeas: el de las
instituciones del Estado de Bienestar, en aquellas sociedades donde
todavía se conservan. Dichas instituciones son el gran objetivo que
intentan destruir
las fuerzas de las nuevas derechas. Para
la nueva izquierda el mantenerlas es el punto de partida, forma parte
de la esencia de su identidad y de sus dos primeros e irrenunciables
valores: LIBERTAD E IGUALDAD.
Desde
su nacimiento la izquierda ha defendido que existían sustancialmente
dos clases sociales: la clase de los que viven de su trabajo y la de
los viven del trabajo de los demás, en
el mundo de la globalización esto no ha cambiado. Lo que al
principio se identificaba como explotada clase obrera, a la vista de
la pirámide de distribución de la riqueza descrita por Credit
Suisse, hoy puede definirse como explotadas clases baja y media,
es muy evidente que su ubicación geográfica es una seña de
identidad de menor importancia.
Que
la neoderecha recurra a resucitar la vieja fórmula de los
nacionalismos, no deja de ser una estrategia de los acaparadores
locales que pertenecen al mencionado 1%, frente a sus competidores
externos del capitalismo globalizado y simultáneamente un intento
de fraccionar la masa de los explotados conscientes de serlo por
aquello del divide y vencerás.
La segunda piedra
filosofal con la que la izquierda puede afrontar esa estrategia
figuró siempre en su arsenal identitario: EL INTERNACIONALISMO. El
que algunas fuerzas políticas se definan como nacionalistas de
izquierdas, es
una contradicción en sus propios términos, ambos vocablos
son
tan incongruentes
entre sí como subir el SMI desde 900 a 850 €.
Abril
de 2019
Isidoro
Gracia
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