domingo, 28 de abril de 2019

Necesitamos veinte años


Si el Partido Socialista no hubiese capitaneado la acción de echar al señor Rajoy de la Presidencia del Gobierno, todavía estaríamos ahora sufriéndolo, oyendo sus burlas desde la tribuna del Congreso, haciendo oídos sordos a graves problemas de España. Aquellos que dentro de dicho partido eran temerosos o querían cerrar el paso al señor Sánchez hacia el Gobierno, se han equivocado. Y cabe preguntarse por qué el Partido Socialista ha tenido un resultado excelente en Andalucía; siendo la respuesta muy fácil: no existió ahora el factor Susana Díaz, que ahuyentó a parte de la izquierda en las elecciones autonómicas de diciembre pasado. El escándalo que la señora capitaneó en octubre de 2016 pasó factura.

Parece que el Presidente Sánchez podría volver a ser investido tras las elecciones celebradas hoy. Incluso podrían no ser necesarios los votos afirmativos de los nacionalistas catalanes y vascos para que el Presidente Sánchez fuese investido de nuevo en segunda vuelta, donde solo se exige que el número de apoyos sea mayor que el de rechazos.

No entro en si el Presidente Sánchez (supuesta su investidura) formará un gobierno monocolor o si dará entrada a algunos de otros partidos, cuestión que se me antoja muy delicada. En lo que sí entro es que el Parlamento español estará muy dividido, por lo que se complicará la gobernabilidad del país, y ahí es donde estará una prueba irrefutable de la altura política de quienes apoyen al Gobierno y su verdadero patriotismo, más allá de la palabrería huera. Parece que con los nacionalistas, o al menos con algunos, habrá que contar como, por otra parte, se ha hecho en legislaturas anteriores.

Lo que sí se hace necesario es que la izquierda política –y la social en sus campos- haga las cosas lo suficientemente bien a favor de la mayor parte de la sociedad, para que pueda gobernar en España durante veinte años. Este es el plazo que me parece bueno para cambiar muchas cosas, aunque la Constitución no sería la más urgente (temo que cualquier reforma sea para peor). El número muy elevado de votantes que han dado su confianza a Ciudadanos debiera hacer pensar a los dirigentes de este partido, pero también al Presidente Sánchez, para tenerlos en cuenta, sobre todo en materia de regeneración democrática y derechos civiles.

El conflicto planteado en Cataluña es, hoy por hoy, insoluble, por lo que no se me ocurre que se pueda hacer más allá de exigir el cumplimiento de la ley y el reconocimiento de la fuerza que tiene el nacionalismo catalán. La transferencia de competencias, que creo están más justificadas para Euskadi que para otras comunidades, se ve como una necesidad, además de pactar sin agravios una adecuada financiación autonómica.

No debe olvidarse a esos 12 millones de españoles que viven mal o carecen de servicios mínimos, entre los que se encuentran no pocos ancianos y jóvenes de familias humildes. También los parados, sobre todo los de larga duración y los que tienen más de 45 ó 50 años, sabiendo que no es el Estado el que crea puestos de trabajo, sino la iniciativa privada.

Una política migratoria justa exige generosidad y explicación a una población atemorizada por la derecha, que quizá no repare en que los migrantes son una fuerza de trabajo que contribuye al enriquecimiento del país y a la paz en el mundo. España padece una sangría demográfica que ha de encontrar solución en muchas direcciones, pero una de ellas es una política migratoria humana.

La educación, que ha sufrido con los gobiernos de la derecha, debe de ser recuperada para la población en su conjunto, replanteándonos el papel que juega en el sistema la enseñanza concertada. Otro aspecto importante y que espera respuesta es la legislación laboral, que debe recuperar la negociación colectiva y el desarrollo de artículos constitucionales que han permanecido vírgenes. La política de vivienda, en connivencia con los Ayuntamientos, debe ser una prioridad para el próximo Gobierno, como así mismo el estímulo a la investigación y a las actividades que tienen un alto valor añadido.

Para todo ello el Estado necesita recursos y ello solo es posible si allega, vía impuestos, aquellos de los que no contribuyen adecuadamente: grandes fortunas, transacciones financieras, intereses económicos de las empresas tecnológicas y, sobre todo, el combate contra el fraude fiscal, que es posible como ya han demostrado otros países con menos complejidad que España. La batalla en este campo será terrible.
Nuestro país, en definitiva, debiera hacer una apuesta por la paz en el mundo, combatiendo los intentos de grandes potencias, u otras emergentes, contra los refugiados y en los conflictos calientes que hoy nos asolan.

L. de Guereñu Polán.

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