sábado, 4 de mayo de 2019

CORDONES SANITARIOS Y EMPATIA. Antonio Campos Romay*

Desde hace años la política española se caracteriza por una tendencia a declinar la empatía en aras de una agresividad traducida muchas veces en pura grosería. Un virus que infestó la política de forma significativa con la presencia del Sr. Aznar, se doctoró posteriormente enfilando sus dardos contra la administración del Sr. Rodríguez Zapatero, y teniendo lamentable continuidad contra el Sr. Sánchez.
Algo que ofende el sentido común e indigna especialmente a quienes esperan respuestas a sus angustias y solo reciben trifulcas de verduleras. Decae el ánimo constructivo y de dialogo ante los talantes encaminados a la destrucción del contrario entendido como enemigo, la crispación y la grandilocuencia hueca si acaso salpicada de lugares comunes. Es el estado de hombres y mujeres incapaces de entender que lo que se le pide es un mínimo sentido de estado.
Un torpeza y miopía que se manifiesta en ridículos planteamientos de líneas rojas, cordones sanitarios y otras simplezas que apenas sirven para manifestar la nula empatía para buscar espacios de diálogo sin fronteras, donde todo pueda ser discutido en aras de buscar un encuentro razonable. Un comportamiento que arroja en brazos de un primitivismo visceral ignorando la búsqueda de nueva formulas, esperando recetas mágicas.
La difamación reiterada es la moneda de uso común. El insulto la herramienta. La deslealtad con los compromisos y las maniobras traicioneras son la fe que profesan quienes hacen de la política universidad de trileros.
La brújula de alguna formación política solo marca como rumbo deslegitimar al líder que gana las elecciones con notoria holgura y su único programa inteligible es arrojarlo de la Moncloa, adobado de un univoco y ultramontano concepto de la unidad del estado. Para ello no duda en ir de la mano con la derecha que elige su versión más retrograda y la extrema-derecha para tejer un supuesto cordón sanitario para salvaguardar unas esencias patrias, presuntamente puestas en peligro… Sin que todo esto no sea óbice para presentarse sin titubeos como el centro con capacidad de pacto con fuerzas distintas. Por su parte Vox se tira al monte, lo que está en sus genes. El Partido Popular no sabe por dónde tirar, moviéndose tan atropelladamente como un elefante en una cacharrería.
En tanto, para elevar el nivel, la derecha dura catalana, con no escasa biografía en temas económicos muy oscuros, hoy en el separatismo más virulento, se suma a la ceremonia de la destrucción de la empatía de la clase política. Lo hace en esta ocasión a través de Doña Nuria Gispert, que ha presidido el santuario de la soberanía catalana, de toda la ciudadanía catalana, su Parlament.
La Sr.Gisper siguiendo “inasequible al desaliento” en su habito de tuits que si no incitan a la xenofobia y al odio, lo hacen sin la menor duda al menosprecio y al encono, llama cerdos a una serie de compatriotas votados libremente por la ciudadanía. Laureada recientemente con la Creu de San Jordi, invita a toparse con el retruécano de Ugo Fóscolo, “en tiempo de las bárbaras naciones del cuello colgaban los ladrones, y hoy en el siglo de las luces del pecho del ladrón cuelgan las cruces”… aunque en este caso el robo sea, de la dignidad ajena. Entristece que la autoría se corresponda a quien sobre el papel representó a toda la ciudadanía catalana, fuese esta del signo político que fuere.
Sorprende menos que su correligionario, el President Sr. Torra, considere que carece de la menor trascendencia y por tanto da el tema por zanjado. Una comprensión que se corresponde con quien en su cosecha literaria aporta estimables joyas. “El catalán es superior al español en el aspecto racial”Y que tiene una percepción de estos comoBestias con forma humana, sin embargo, que se enjuagan con odio”, entre otras contribuciones.
Con estas mimbres está el país condenado a urdir su convivencia. Cada día que pasa parece más empeñada su clase política a no ver con los ojos del otro, y menos escuchar con sus oídos y sentir con su corazón. Parece misión imposible para la dirigencia política averiguar que está sintiendo exactamente el interlocutor o inclusive, lo que realmente requiere cada momento histórico.
Reducir la brecha social y económica es un reto indispensable. Pero inexcusablemente como paso previo se hace necesario reducir la brecha de empatía entre la clase política, y entre esta y la sociedad. Erradicando cotas de mezquindad y miopía. Extirpando la cortedad de miras que impregnan la política. Elevando la visión de estado, anteponiendo en valor lo colectivo a lo particular. Entendiendo algo tan sencillo como conocer que la política no es ganar o perder sino entender que las necesidades, el dolor o las alegrías de unas personas son tan trascendentes como las de otras.
La política no es anular con sentimientos propios los de otros, sino abrir puertas a la sintonía común.
*Antonuo Campos Romay ha sido diputado en el Parlamento de Galicia


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