Siento, como creo que le ocurre a
muchos, la mala suerte sufrida por Rubalcaba, un hombre bueno, avispado,
inteligente, que conocía el oficio de la política en el mejor sentido de la
palabra. Quise que fuese elegido Secretario del Partido Socialista cuando
tuvieron lugar las elecciones primarias por las que, en efecto, fue elegido.
Le escuché repetidamente comprendiendo
que estaba ante una persona de profundas convicciones democráticas y
socialistas, ante los sindicatos dándoles lecciones sin quererlo, ante otros
partidos con una ironía, un respeto y una inteligencia pocas veces vistas; le
vi en momentos muy duros de la lucha contra el terrorismo etarra y contra
cualquier tipo de terrorismo; le vi sufrir cuando alguien había caído
caprichosamente por la decisión de un asesino.
Creo que fue el alma política de los
Gobiernos del señor Zapatero, y tuvo un papel muy importante cuando fue
ministro de Educación con el señor González. Fue un hombre de verbo ágil,
simpático, pero profundo cuando correspondía.
Tuvo la generosidad y la humildad de
aceptar ser candidato a la Presidencia del Gobierno cuando las cosas pintaban
muy mal para el Partido Socialista, víctima de la crisis económica y de una
pésima gestión de la misma. Cuando obtuvo un mal resultado –cuando eran malos
para todo el socialismo europeo- dejó toda pretensión política, más allá de
seguir preocupado por el devenir de España, una España que él entendía, sobre
todo, de los que trabajan, de los que crean riqueza, de los que no delinquen,
de los que se esfuerzan día a día por un mundo justo.
No quiero extenderme porque nunca
podría llenar todas las virtudes de este hombre menudo y sencillo, pero vivaz y
servidor incansable de muy nobles ideales. Recuerdo sus palabras repetidas en
una ocasión: “socialista hasta el final de mis días”.
L. de Guereñu Polán.
No hay comentarios:
Publicar un comentario