martes, 10 de septiembre de 2019

El caso Durâo Barroso


Parece ser que Durâo Barroso fue maoísta en su juventud, siendo expulsado del partido de dicha ideología, al que pertenecía, por el robo de un camión: cosas de la edad inmadura. Luego se pasó al Partido Social Demócrata portugués que, a pesar del nombre, en el país vecino es la derecha pura y dura.
Durâo ha sido condecorado en multitud de ocasiones por diversas instituciones, así como nombrado doctor “honoris causa” por muchas universidades (ya sabemos que Rodrigo Rato, por ejemplo, también lo ha sido). ¿Qué idea tendrá en esas universidades del honor? En 2004 el portugués fue nombrado Presidente de la Comisión Europea, sin lo que, probablemente, no hubiera podido nunca alcanzar el puesto de Presidente (no ejecutivo) del grupo Goldman Sachs, una entidad financiera de reputación muy mala si se tiene en cuenta la comisión de delitos en los que ha incurrido.
En efecto, Goldman Sachs fue el epicentro de la crisis financiera que afectó a Estados Unidos en 2008, y que se extendió como reguero de pólvora por buena parte del mundo. Además, el grupo ha sido acusado de fraude por las hipotecas “subprime”, de tan dolorosas consecuencias. En cualquier fuente de información se puede leer que Goldman Sachs estuvo involucrado en la crisis de la deuda griega, pues fueron sus directivos quienes ayudaron a engañar a la comunidad internacional sobre el déficit de las cuentas públicas de Grecia. Trampas en el sector privado y trampas en el sector público.
Durâo no ha estado implicado en ellas, pero no andará muy lejos ahora, que es presidente de una entidad caracterizada por su gran influencia en las finanzas y en la alta política de los estados. En todo caso, el antiguo maoísta y luego conservador Durâo, no ha tenido –ni tiene- escrúpulo alguno en participar del grandioso pastel que el grupo financiero reparte entre los suyos, y sabemos que esto no podría ser si no se hacen trampas.
¿Qué agradecimiento debe Goldman Sachs al señor Durâo Barroso para reservarle tan suculento puesto? Porque todos sabemos que lo podría ocupara cualquier otro con tanta escasez de escrúpulos como el citado, con la salvedad de que no tendría por qué haber ocupado puestos tan destacados en la política europea, desde donde el señor Durâo se labró el futuro que ahora disfruta.
Si en España nos alarmamos de lo que se ha dado en llamar “puertas giratorias”, un engaño a los ciudadanos cuando no se cumplen las condiciones que establece la ley (y tenemos casos sobrados en los que la ley no se ha cumplido), el caso del señor Durâo es un ejemplo magnífico, entendido este adjetivo en su más negra acepción. ¿Qué garantía podemos tener de que la actual Presidenta de la Comisión Europea, cuando deje de serlo, pasará a ocupar un puesto de remuneraciones pingües en una entidad dedicada exclusivamente al lucro sin importar las formas? Porque si nos dijesen ahora que tal cosa ocurrirá con toda probabilidad, quizá debiésemos desconfiar de que los pasos de la actual Presidenta (sea quien sea esta) pudieran estar guiados a garantizar su futuro y no a la buena gobernanza de la Unión Europea.
Como en la Europa unida hay muchos altos cargos que serán tentados a lo mismo, otro tanto digo sobre ellos, sin que exista norma alguna ejecutable que evite la inmoralidad y la burla que esto significa. ¿Para cuándo una ley de incompatibilidades en la U.E. que no se parezca a la que tenemos en España, sino todo lo contrario, y que garantice a los ciudadanos que sus dirigentes políticos no trabajan en la cumbre para ellos, sino para la colectividad? Sin esta ley, ninguna confianza podemos tener.
Por si fuese poco, nadie medianamente informado olvida el papel que el señor Durâo jugó en los crímenes cometidos con ocasión de la segunda guerra del Golfo: allí lo tenemos inmortalizado, junto a los señores Bush, Blair y Aznar…
L. de Guereñu Polán.  

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