La
historia es terca y repitiéndose muestra que la estupidez humana es
incapaz de tomar razón de sus enseñanzas. Cuando el Sr. Torra azuza
los CDR estimulándolos a “apretar”, simplemente está
comportándose con la misma carencia de empatía hacia la convivencia
social que el Sr. Arzalluz cuando ante la violencia se encogía de
hombros refugiándose en un impúdico argumento…“para que caigan
las nueces, alguien tiene que sacudir el árbol”… Con lo de
inhumano que representa pasar por alto a quienes sufrían las
consecuencias de tales sacudidas.
Sin
poner en tela de juicio el derecho inalienable de abrazar cualquier
tipo de posicionamiento político y su defensa en el campo de la
democracia, y en consecuencia intentar plasmarlo en la práctica,
esto no puede ser coartada para vulnerar el estado de derecho, su
ordenamiento constitucional, la división de poderes o las
resoluciones judiciales acomodadas a la legalidad y legitimidad
democrática.
Cuando
la belicosidad en las calles de Euskadi, subió bruscamente el
diapasón, el citado Sr. Arzallus con una indulgencia que pudiera
asimilarse a tacita complicidad ante los autores de la llamada “kale
borroka”, hablaba afablemente de los “chicos de la gasolina”.
Semeja difícil no encontrar cierta analogía cuando el Sr. Torrra,
el Honorable President cuya honorabilidad queda severamente en
entredicho al comportarse desde de la bancada gubernamental como un
hooligan, jaleando acciones encaminadas a la violencia y a unos
ciudadanos comprometidos por una severa acusación de la que se
deriva su detención sin fianza y dos de los cuales han reconocido ya
los hechos que se le imputan. Que no son sino proveerse de las
substancias apropiadas y fabricar los medios para cometer actos
violentos contra la convivencia civil con el uso de explosivos.
Derivar
de esto la criminalización de la opción independentista seria un
dislate inaceptable. Y una absoluta injusticia no reconocer que tras
varios años de movilizaciones colectivas, -en muchos casos masivas-,
son escasos o irrelevantes los actos de violencia asociada a ellas.
Y desde luego es un teatro obsceno la actuación de una parlamentaria
derechista, la Sra. Roldan (Cs), exhibiendo de forma extemporánea y
trapacera, una fotografía del salvaje atentando en el cuartel de la
Guardia Civil de Vich en un intento de burda e indecente
manipulación.
Es
muy alarmante que quien debiera poner cordura y sensatez, yugulando
con una tajante condena la actuación de grupúsculos o incipientes
tramas encaminadas a romper y coaccionar la armonía y la convivencia
de forma violenta, se atrinchere en su cobardía moral instrumentando
una táctica ramplona, taimada, difamando el estado de derecho.
Aplaudiendo y alabando a los encausados como si se tratase de
victimas ingenuas e inocentes. Cual si el acopió de planos de
objetivos, disponer y elaborar medios explosivos en medio de la más
estricta clandestinidad fuese algo encaminado a la organización de
un picnic romántico.
Ningún
responsable político en su sano juicio, que no cabe dudar es el caso
del Sr. Torra, ignora que la espiral diabólica del terrorismo es
como la incubación del huevo de la serpiente. A través de su
membrana translucida se ve como se forma el reptil, una culebrilla
insignificante, que incluso aparenta graciosa. Pero una vez
eclosionada y salida del huevo es demasiado tarde y su capacidad
nociva crece sin freno. Un monstruo que termina fuera del control de
quien lo alimenta creyéndolo útil o manejable para servir sus
intereses. Nace una hidra descontrolada que termina
retroalimentándose en el dolor y duelo colectivo que puede llegar a
generar.
Conociendo
nuestra historia próxima, es una infamia extrema alentar o utilizar
en el debate político algo que tanto dolor ocasionó en aras de un
sórdido puñado de votos, tal como hizo la derecha ultramontana
largo tiempo.
Es
una intolerable inmoralidad la tibieza, el oportunismo o la
ambigüedad en la condena de cualquier brote de violencia organizada
que ponga en riesgo la armonía social. Especialmente en el caso de
aquellos, que son depositarios de la representación de la
ciudadanía.
*Antonio
Campos Romay ha sido diputado en el Parlamento de Galicia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario