En
una democracia que funciona de forma razonable no hay enemigos
políticos sino adversarios. Tampoco la fogosidad impostada de la
puja electoral debe auspiciar el rencor y la miseria moral. La
capacidad de entendimiento y la leal confrontación no pueden ser
sepultadas para menoscabo de la grandeza del sistema democrático.
Disentir o discrepar jamás debe convertir al adversario en enemigo.
Con
estupor se escuchan afirmaciones absurdas, (calificativo parco para
el caso). La Sra. Presidenta de la Asamblea Nacional Catalana,
Elisenda
Paluzie,
proclama a los cuatro vientos su entusiasmo con la violencia
callejera. La califica de gran utilidad para el independentismo, sin
que nadie en ese campo la llame al orden o le enmiende la plana. Una
peculiar escala de valores, donde las pérdidas de ojos de varios
ciudadanos, heridas muy graves de otros, un agente del orden en
estado crítico por traumatismo craneal y lesiones de muchos otros,
amén de destrozos millonarios, no son sino datos positivos en tanto
“son estos incidentes los que hacen que estemos en la prensa
internacional de manera continuada estos días, es decir, que hacen
visible el conflicto"
En
estos días el Institut de Ciéncies Polítiques i Socials (ICPS),
organismo vinculado a la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB)
aporta los siguientes datos: Un 47% de la población anhela concluir
el procés soberanista con un acuerdo con el Estado y mayores cotas
de autogobierno. Un 15.5 % anhela simplemente terminar la presente
espiral. Y frente a este 62,5 un 30,8 % se decanta sin ambages por
la independencia.
España
ha padecido una dictadura cruel y una parte todavía sustancial de
sus ciudadanas y ciudadanos saben lo que fue sentir sobre su piel la
represión real en su sentido más traumático. En la que el exilio
no era una bucólica estancia en un palacete, sino el horror, la
miseria y el desamparo que sufrieron miles de compatriotas anónimos
o dirigentes destacados. Intelectuales, científicos,
librepensadores, militares y civiles, que lo padecieron por el único
delito de defender la Libertad y la República…La de todas y todos.
Un mínimo decoro recomienda hacer un uso adecuado del leguaje y de
los términos con que se califican determinados sucesos y
situaciones.
Cuando
se usa el poder institucional para ejercerlo como monopolio de parte.
Cuando se impone con apenas el 38% del censo una Declaración
Unilateral de Independencia, silenciando al resto de la ciudadanía.
Cuando se hace eje de un relato, un referéndum, cuya textura
democrática no se comparece con los mínimos de credibilidad y
fiabilidad exigibles, se hace muy difícil colegir que se esté en el
buen camino.
Es
muy peligroso magnificar el rencor y proyectarlo sobre la sociedad
provocando el enfrentamiento... Aunque la Sra. Presidenta de la ANC
crea lo contrario, aleteando el fantasma del odio y justificando la
violencia, al final nadie gana. Ni las instituciones que entran en
este juego, bien incitandolo, o declinando sus obligaciones. Ni la
ciudadanía que ve como tras las convulsiones del procés se evapora
la calidad de los servicios y prestaciones públicas.... Se acumulan
los recortes en sanidad, en educación, en cobertura social…Sufren
las inversiones, el mercado de trabajo y un largo etcétera de una
gestión cotidiana sucesivamente postergada. En paralelo se deteriora
la piedra angular sobre la que se basa la convivencia de un pueblo.
Es
inaplazable trocar enfrentamiento por dialogo. Inquina por seducción.
Algo que debe ser bidireccional. Recomponer afectos, tarea larga y
compleja. Y recuperar el convivir de forma democrática y respetuosa
en un territorio donde no puede haber enemigos, sino adversarios.
Hoy
puede verse la dimensión del incendio provocado a lo largo de más
de una década por la derecha española con su monumental
irresponsabilidad y sus grotescos comportamientos. Enfrentada a una
derecha catalana, con la que comparte demasiadas analogías, ayer por
la mezquina razón de un puñado de votos periféricos, se volcaba en
mesas petitorias donde el PP pedía que no se consumiesen productos
catalanes y recababan firmas contra su Estatut... Hoy entidades
catalanas instan a no consumir productos españoles...Dirigentes
catalanes comprometidos en actividades nocivas para el erario público
de Catalunya clamaron, “España no roba”...Los protagonistas de
la máxima corrupción partidaria y saqueo de lo público gritaron
desaforados desde la Calle Génova contra los catalanes que
despilfarran el dinero recibido del Estado.. Feria del disparate
ejercido con altivez y malos modos por arrogantes inútiles con pies
de barro.
Ni
Ley de Seguridad Nacional ni 155 son el camino...Ni remitiendo al
campo de las togas lo que debe solucionar la política. No cabe
comportarse como una democracia moribunda o deshumanizada. Ni mucho
menos la violencia callejera ni el enfrentamiento civil. Dialogo
democrático. Tarea inmediata del gobierno que surja de las urnas el
día 10, con un interlocutor que represente a todas y todos los
catalanes...Lo que hace preciso que el cuerpo electoral catalán
señale en las urnas una interlocución plausible en la Generalitat.
*Antonio
Campos Romay ha sido diputado en el Parlamento de Galicia.
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