jueves, 31 de octubre de 2019

CON VIOLENCIA, NADIE GANA. Antonio Campos Romay*

En una democracia que funciona de forma razonable no hay enemigos políticos sino adversarios. Tampoco la fogosidad impostada de la puja electoral debe auspiciar el rencor y la miseria moral. La capacidad de entendimiento y la leal confrontación no pueden ser sepultadas para menoscabo de la grandeza del sistema democrático. Disentir o discrepar jamás debe convertir al adversario en enemigo.
Con estupor se escuchan afirmaciones absurdas, (calificativo parco para el caso). La Sra. Presidenta de la Asamblea Nacional Catalana, Elisenda Paluzie, proclama a los cuatro vientos su entusiasmo con la violencia callejera. La califica de gran utilidad para el independentismo, sin que nadie en ese campo la llame al orden o le enmiende la plana. Una peculiar escala de valores, donde las pérdidas de ojos de varios ciudadanos, heridas muy graves de otros, un agente del orden en estado crítico por traumatismo craneal y lesiones de muchos otros, amén de destrozos millonarios, no son sino datos positivos en tanto “son estos incidentes los que hacen que estemos en la prensa internacional de manera continuada estos días, es decir, que hacen visible el conflicto"
En estos días el Institut de Ciéncies Polítiques i Socials (ICPS), organismo vinculado a la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) aporta los siguientes datos: Un 47% de la población anhela concluir el procés soberanista con un acuerdo con el Estado y mayores cotas de autogobierno. Un 15.5 % anhela simplemente terminar la presente espiral. Y frente a este 62,5 un 30,8 % se decanta sin ambages por la independencia.
España ha padecido una dictadura cruel y una parte todavía sustancial de sus ciudadanas y ciudadanos saben lo que fue sentir sobre su piel la represión real en su sentido más traumático. En la que el exilio no era una bucólica estancia en un palacete, sino el horror, la miseria y el desamparo que sufrieron miles de compatriotas anónimos o dirigentes destacados. Intelectuales, científicos, librepensadores, militares y civiles, que lo padecieron por el único delito de defender la Libertad y la República…La de todas y todos. Un mínimo decoro recomienda hacer un uso adecuado del leguaje y de los términos con que se califican determinados sucesos y situaciones.
Cuando se usa el poder institucional para ejercerlo como monopolio de parte. Cuando se impone con apenas el 38% del censo una Declaración Unilateral de Independencia, silenciando al resto de la ciudadanía. Cuando se hace eje de un relato, un referéndum, cuya textura democrática no se comparece con los mínimos de credibilidad y fiabilidad exigibles, se hace muy difícil colegir que se esté en el buen camino.
Es muy peligroso magnificar el rencor y proyectarlo sobre la sociedad provocando el enfrentamiento... Aunque la Sra. Presidenta de la ANC crea lo contrario, aleteando el fantasma del odio y justificando la violencia, al final nadie gana. Ni las instituciones que entran en este juego, bien incitandolo, o declinando sus obligaciones. Ni la ciudadanía que ve como tras las convulsiones del procés se evapora la calidad de los servicios y prestaciones públicas.... Se acumulan los recortes en sanidad, en educación, en cobertura social…Sufren las inversiones, el mercado de trabajo y un largo etcétera de una gestión cotidiana sucesivamente postergada. En paralelo se deteriora la piedra angular sobre la que se basa la convivencia de un pueblo.
Es inaplazable trocar enfrentamiento por dialogo. Inquina por seducción. Algo que debe ser bidireccional. Recomponer afectos, tarea larga y compleja. Y recuperar el convivir de forma democrática y respetuosa en un territorio donde no puede haber enemigos, sino adversarios.
Hoy puede verse la dimensión del incendio provocado a lo largo de más de una década por la derecha española con su monumental irresponsabilidad y sus grotescos comportamientos. Enfrentada a una derecha catalana, con la que comparte demasiadas analogías, ayer por la mezquina razón de un puñado de votos periféricos, se volcaba en mesas petitorias donde el PP pedía que no se consumiesen productos catalanes y recababan firmas contra su Estatut... Hoy entidades catalanas instan a no consumir productos españoles...Dirigentes catalanes comprometidos en actividades nocivas para el erario público de Catalunya clamaron, “España no roba”...Los protagonistas de la máxima corrupción partidaria y saqueo de lo público gritaron desaforados desde la Calle Génova contra los catalanes que despilfarran el dinero recibido del Estado.. Feria del disparate ejercido con altivez y malos modos por arrogantes inútiles con pies de barro.
Ni Ley de Seguridad Nacional ni 155 son el camino...Ni remitiendo al campo de las togas lo que debe solucionar la política. No cabe comportarse como una democracia moribunda o deshumanizada. Ni mucho menos la violencia callejera ni el enfrentamiento civil. Dialogo democrático. Tarea inmediata del gobierno que surja de las urnas el día 10, con un interlocutor que represente a todas y todos los catalanes...Lo que hace preciso que el cuerpo electoral catalán señale en las urnas una interlocución plausible en la Generalitat.


*Antonio Campos Romay ha sido diputado en el Parlamento de Galicia.


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