jueves, 31 de octubre de 2019

Denuncia de la locura


Parto de la base de que Cataluña, en parte de su sociedad (seguramente la minoría) está desquiciada, con las calles ardiendo, las aulas cerradas, los adoquines por el aire, los dirigentes viviendo la vida, agitando el desorden, renunciando a reflexionar, diciendo que la violencia tiene aspectos positivos; los rectores cagándose por la pata (porque pueden pedir la intervención de las fuerzas del orden y no lo hacen), los empresarios no condenando la violencia (dicen que quieren orden para que sus cuentas de resultados sean positivas, pero no condenan a los gamberros e incendiarios), etc.

El incendiario mayor, en mi opinión, es el señor Mas, que cuando exigió un sistema fiscal como el vaso para Cataluña, sabiendo que no había apoyatura legal para ello, decidió reclamar la independencia de su comunidad sin ni siquiera sospechar que iba a tener el resultado que vemos. Ahora presume de que lo tenía todo calculado… pero no lo tenía. De tenerlo no se hubiese arriesgado a tener que pagar cinco millones de euros de sanción, entre otras, para lo que está recurriendo a lo más granado de la burguesía catalana en su ayuda (hablan de ello entre banqueros y mientras asisten a conciertos del Liceo después de suculentas cenas).

Hubo incluso mandos de los “mossos d’Esquadra” que se creyeron era llegada la ocasión de sumarse al vulgo para hacer historia, como aquellos soldados que se unieron a los soviets en la Rusia de 1917. Ahora también se cagan por la pata ante la Justicia.

Resulta que en Cataluña –no es la primera vez, ni allí ni en otros lugares- las huelgas no tendrán coste, como cuando la patronal quiere disimular un cierre patronal y propicia que los asalariados hagan huelgas pagadas. Estudiantes: no vayan ustedes a clase, les aprobaremos, o les examinaremos sumariamente, o seremos condescendientes con los nobles fines que les animan. Adiós a la libertad de cátedra de los profesores, a la evaluación continua, gran conquista de la pedagogía moderna, a la pluralidad y la libertad de pensamiento en la Universidad…

Si la huelga fuese por exigir la igualdad salarial entre mujeres y hombres ¿se darían las mismas facilidades a los estudiantes? Si los empleados de una gran empresa se ponen en huelga ¿se les prometería que no tendrían conste alguno, que se les pagarían sus salarios? Sospechoso todo esto.

Hay un presidente de la Generalitat que, además de ser xenófobo y demagogo, tiene una altura intelectual como la suela de mis zapatos. Sabe que la mayoría de los catalanes no están con sus postulados pero se empeña en que comulguen con ruedas de molino. La mayoría de los catalanes, de derecha y de izquierda, no están por la labor, pero no figuran en las manifestaciones con el “brillo” y la violencia de los independentistas. Estos, educados en la libertad y la democracia, muchos de los cuales son activistas contra la ley y la democracia, no quieren ni independencia ni lo contrario, lo que quieren es lío, desestabilizar, en el más puro estilo anarquista (en el peor sentido de la palabra) y populista. Ocupar las calles con tiendas de campaña, como ocupar aeropuertos, estaciones de ferrocarril o carreteras, es privatizar lo que es de todos: nada que ver con el pensamiento progresista y de izquierdas, pero sirve a los intereses de unos pocos lunáticos entre los que están los señores Puigdemont y Torra.

No pocos independentistas creen que su país es superior a otros, y sobre todo a los demás países de España. Incluso tienen un complejo de que, a lo largo de la historia, haya sido Castilla la puntera en los grandes logros de la civilización española. Acusan a esta de imperialista (¡!) cuando Cataluña también extendió su influencia por el Mediterráneo desde finales del siglo XIII, y antes sobre el “midi” francés.

Estos cuatro mil independentistas, o lo que sean, que tienen el fuego y los adoquines por argumentos, están bien criados, tienen el futuro asegurado, sus papás les miman y han estudiado –los que lo han hecho- gracias al esfuerzo de todos los demás. Ahora se dedican a hacer la revolución, pero no la del movimiento sindical clásico, no la de los socialistas rusos del siglo XIX, no la de la socialdemocracia europea o la de los negros en América; estos de ahora hacen una revolución pacífica cuando interesa y violenta cuando las cosas se tuercen.

Gracia (o pena) me hace que se diga: “la sentencia del Tribunal Supremo no ayuda a solucionar el problema de Cataluña”. No. Si al Tribunal Supremo no le corresponde arreglar dicho problema, le corresponde administrar justicia y castigar a los que han conculcado la ley desde posiciones de privilegio. Dejen al Tribunal Supremo y céntrense en ver si es posible lo que exigen o tienen que negociar con el sursum corda lo que corresponda de acuerdo con la razón, no con los sentimientos, que son mudables.

En el año 2027, por poner un ejemplo, veremos con vergüenza los acontecimientos de hace dos años para acá en Cataluña, quizá recordemos la vagancia supina de un presidente del Gobierno que ya está apartado para el bien del país, y recordaremos a estos que dicen que o se entra por el aro que ellos proponen o nada. Ni mucho menos: sigue existiendo el Estado, la comunidad internacional, el derecho, la razón y una ciudadanía que, mientras no se demuestre lo contrario, no quiere la barbarie, quiere el progreso.

L. de Guereñu Polán.

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