Parto de la base de que
Cataluña, en parte de su sociedad (seguramente la minoría) está desquiciada,
con las calles ardiendo, las aulas cerradas, los adoquines por el aire, los
dirigentes viviendo la vida, agitando el desorden, renunciando a reflexionar,
diciendo que la violencia tiene aspectos positivos; los rectores cagándose por
la pata (porque pueden pedir la intervención de las fuerzas del orden y no lo
hacen), los empresarios no condenando la violencia (dicen que quieren orden
para que sus cuentas de resultados sean positivas, pero no condenan a los
gamberros e incendiarios), etc.
El incendiario mayor,
en mi opinión, es el señor Mas, que cuando exigió un sistema fiscal como el
vaso para Cataluña, sabiendo que no había apoyatura legal para ello, decidió
reclamar la independencia de su comunidad sin ni siquiera sospechar que iba a tener
el resultado que vemos. Ahora presume de que lo tenía todo calculado… pero no
lo tenía. De tenerlo no se hubiese arriesgado a tener que pagar cinco millones
de euros de sanción, entre otras, para lo que está recurriendo a lo más granado
de la burguesía catalana en su ayuda (hablan de ello entre banqueros y mientras
asisten a conciertos del Liceo después de suculentas cenas).
Hubo incluso mandos de
los “mossos d’Esquadra” que se creyeron era llegada la ocasión de sumarse al
vulgo para hacer historia, como aquellos soldados que se unieron a los soviets
en la Rusia de 1917. Ahora también se cagan por la pata ante la Justicia.
Resulta que en Cataluña
–no es la primera vez, ni allí ni en otros lugares- las huelgas no tendrán
coste, como cuando la patronal quiere disimular un cierre patronal y propicia que
los asalariados hagan huelgas pagadas. Estudiantes: no vayan ustedes a clase,
les aprobaremos, o les examinaremos sumariamente, o seremos condescendientes
con los nobles fines que les animan. Adiós a la libertad de cátedra de los
profesores, a la evaluación continua, gran conquista de la pedagogía moderna, a
la pluralidad y la libertad de pensamiento en la Universidad…
Si la huelga fuese por
exigir la igualdad salarial entre mujeres y hombres ¿se darían las mismas
facilidades a los estudiantes? Si los empleados de una gran empresa se ponen en
huelga ¿se les prometería que no tendrían conste alguno, que se les pagarían
sus salarios? Sospechoso todo esto.
Hay un presidente de la
Generalitat que, además de ser xenófobo y demagogo, tiene una altura
intelectual como la suela de mis zapatos. Sabe que la mayoría de los catalanes
no están con sus postulados pero se empeña en que comulguen con ruedas de molino.
La mayoría de los catalanes, de derecha y de izquierda, no están por la labor,
pero no figuran en las manifestaciones con el “brillo” y la violencia de los
independentistas. Estos, educados en la libertad y la democracia, muchos de los
cuales son activistas contra la ley y la democracia, no quieren ni
independencia ni lo contrario, lo que quieren es lío, desestabilizar, en el más
puro estilo anarquista (en el peor sentido de la palabra) y populista. Ocupar
las calles con tiendas de campaña, como ocupar aeropuertos, estaciones de
ferrocarril o carreteras, es privatizar lo que es de todos: nada que ver con el
pensamiento progresista y de izquierdas, pero sirve a los intereses de unos
pocos lunáticos entre los que están los señores Puigdemont y Torra.
No pocos
independentistas creen que su país es superior a otros, y sobre todo a los
demás países de España. Incluso tienen un complejo de que, a lo largo de la
historia, haya sido Castilla la puntera en los grandes logros de la
civilización española. Acusan a esta de imperialista (¡!) cuando Cataluña
también extendió su influencia por el Mediterráneo desde finales del siglo
XIII, y antes sobre el “midi” francés.
Estos cuatro mil
independentistas, o lo que sean, que tienen el fuego y los adoquines por argumentos,
están bien criados, tienen el futuro asegurado, sus papás les miman y han
estudiado –los que lo han hecho- gracias al esfuerzo de todos los demás. Ahora
se dedican a hacer la revolución, pero no la del movimiento sindical clásico,
no la de los socialistas rusos del siglo XIX, no la de la socialdemocracia
europea o la de los negros en América; estos de ahora hacen una revolución
pacífica cuando interesa y violenta cuando las cosas se tuercen.
Gracia (o pena) me hace
que se diga: “la sentencia del Tribunal Supremo no ayuda a solucionar el
problema de Cataluña”. No. Si al Tribunal Supremo no le corresponde arreglar
dicho problema, le corresponde administrar justicia y castigar a los que han
conculcado la ley desde posiciones de privilegio. Dejen al Tribunal Supremo y
céntrense en ver si es posible lo que exigen o tienen que negociar con el sursum corda lo que corresponda de
acuerdo con la razón, no con los sentimientos, que son mudables.
En el año 2027, por
poner un ejemplo, veremos con vergüenza los acontecimientos de hace dos años
para acá en Cataluña, quizá recordemos la vagancia supina de un presidente del
Gobierno que ya está apartado para el bien del país, y recordaremos a estos que
dicen que o se entra por el aro que ellos proponen o nada. Ni mucho menos:
sigue existiendo el Estado, la comunidad internacional, el derecho, la razón y
una ciudadanía que, mientras no se demuestre lo contrario, no quiere la
barbarie, quiere el progreso.
L. de Guereñu Polán.
No hay comentarios:
Publicar un comentario