domingo, 13 de octubre de 2019

Un buen libro


Cayendo en mis manos el libro de Ece Temelkuran, una escritora turca que ha publicado el título “Cómo perder un país”, me lo he merendado casi de un tirón. Tal atractivo tiene, interés por lo que dice y cómo lo dice, yendo a varios países donde el populismo se ha abierto un amplio camino, lo que representa un peligro para dichos países y para otros que pudieran estar tentados a seguirlo, que merece el tiempo destinado a sus reflexiones.

Parece ser que Erdogan, el mandamás turco, sufrió malos tratos por parte de su padre cuando era niño y ahora le hace pagar las culpas a su pueblo. Díganselo, si no, a miles de funcionarios, periodistas, militares, intelectuales, profesores, estudiantes y asalariados, entre otros. Erdogan tiene claro lo que quiere, seguir en el poder para que el país obedezca a los patones simples de su política, como lo querría para el Reino Unido Nigel Farage, el ultraderechista que ha atizado el fuego del “Brexit” hasta el paroxismo. Las consecuencias se están empezando a notar ahora. La escritora turca lo compara con la señora Thatcher de los años ochenta, cuando para que le cuadraran las cuentas del Estado, desmanteló industrias tradicionales sin miramientos sindicales. Recordemos el cobijo que dio la señora al dictador Pinochet cuando fue reclamado por un juez español, así como la comunión de “ideas” que tuvo con el aprendiz de actor Ronald Reagan.

Este último imaginaba una “guerra de las galaxias” y, para estar preparado, quiso gastarse la billonada de dólares para lo que casi nadie le secundó (una especie de escudo espacial contra ataques comunistas: el comunismo en decadencia, no fue visto casi por nadie porque se estaba en lo simple, en vez de pensar en lo complejo). Esto es lo que hacen populistas, dar “soluciones” simples a problemas complejos; lo suyo no es pensar, es decir chácharas que causen sensación en la opinión pública, aunque el contenido de dichas chácharas no vaya a ninguna parte. Es lo que estamos viendo con el candidato polaco, Kaczynski y su lema, “Polonia es lo más importante”, lo cual es como no decir nada; es como la frase electoral de Trump “The first American”.

Pero lo malo no es que esos líderes se comporten como niños, sino que la opinión pública los tome como tales y no les dé importancia, pues sería como poner al volante a un niño de diez años para que llevase un bólido por una autopista. Se está imponiendo, a juicio de Temelkuran, la idea de que el populismo de estos individuos (en España tenemos a los Rivera[i], Iglesias, Abascal y otros) es cosa de niños y pasará en poco tiempo. Esto constituye un peligro: en América latina el populismo fue la forma de gobierno dominante casi desde su independencia y así le ha ido, aunque esto no sea la única causa de su atraso. Perón y los dirigentes del PRI mexicano son ejemplos notables, por desgracia, de lo que decimos. Así se han generado políticos sin escrúpulos como Luis Echeverría o Salinas de Gortari, pero no son los únicos. Los militares latinoamericanos también han echado mano del populismo: orden, que vengan las inversiones extranjeras, limitación (si no ausencia total) de las libertades, palabrería huera y hasta la próxima, como practicó Hugo Bánzer antes o Chávez y Maduro ahora.

Recuerda la escritora cuyo libro me ha estremecido, que sobre el expresidente de Uruguay, José Mujica, se han llenado los periódicos y las redes sociales de frases alusivas a que vestía humildemente y vivía casi en una choza. Parece que esto era lo importante, cuando lo importante, en realidad, es que era y es un socialista y defendía ideas sólidas sobre la paz en el mundo, el reparto de la riqueza, la lucha contra los monopolios, la conciencia de que vivimos en un mundo injusto y debe movilizarse a la población para que se corrija esta situación. 

Del candidato norteamericano Sanders cabe decir otro tanto: se ponen de manifiesto los aspectos formales o anecdóticos de su personalidad, pero no se oye una palabra sobre sus propuestas para el papel que considera debe jugar Estados Unidos en el mundo, sobre sus proyectos en materia de sanidad, de educación, de inmigración, etc., lo que verdaderamente importa y haría cambiar las cosas. Sanders, como Mujica, como los dirigentes políticos que tienen ideología, que no son populistas, que no creen en soluciones fáciles, que creen en la diplomacia y en las instituciones, que no abandonan la lucha por la razón y contra la simpleza, no se dejan llevar por frases elaboradas en un despacho de “campañeros” electorales.

No pocos políticos de ahora, Erdogan, Trump, los citados para el caso de España, Farage y el polaco, pero no solo, son un verdadero peligro para nuestras sociedades y para la democracia. Son como esos mafiosos que, reunidos ante una mesa con mucho humo y unas copas de wisky, deciden de forma simple cómo eliminar a un competidor molesto. Son como esos delincuentes que tienen por objetivo un robo con suculento botín; los daños que se puedan derivar de esa acción no se prevén. Son como niños, lo ven todo simple, lo transmiten así, pero las sociedades complejas no se deben dejar manejar por delincuentes, mafiosos o populistas, deben aspirar a que se les digan las cosas con la crudeza que corresponde, a que se les gobierne con el realismo y las ideas que, sustentadas en la razón, puedan ser útiles no mañana mismo, sino en el futuro elástico de varias generaciones.

L. de Guereñu Polán.


[i] Llama banda a Sánchez y sus socios, acusando al Partido Socialista de abandonar la Constitución, cuando esta es obra suya.

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