Hartazgo
de trenes de tormentas azotando impíos…Hartazgo de humedad que
invade todo mustiando el ánimo…Hartazgo de una lluvia que pierde
su poesía al hacerse agobiante e importuna. Hartazgo de bajas
presiones, que rotan pérfidas tocando con reiterada impertinencia
esta cornisa sufrida y reumática.
Hartazgo
por tantas razones… El que provocan sucesivas las bajas presiones,
pero también el que generan las presiones bajas de la política…
Los trenes de tormentas, y los trenes de sandeces e incoherencias que
condenan al indefenso viajero, (ciudadanía), extraviado entre egos,
titubeos, cazurrerías fenicias ó predicas fundamentalista.
Hartazgo
de tantas bajas presiones políticas que asoman el escarnio y
tosquedad que hizo oficio en la política, invadida de talante
rufianesco donde es más fácil el hallazgo de una aguja en un pajar
que alguien con la altura de miras que piense en “que hay de lo de
todos” y no en “que hay de lo mío”…
Hartazgo
de convivir con los que haciendo del chantaje tarea, se ponen
plañideros lloriqueando que les chantajean… Los que aplastan de
forma bronca o sibilina la disidencia interna de los que no comparten
su iluminismo, mientras repiten hasta la saciedad que son oprimidos
por una legalidad democrática en la que se mueven a su antojo.
Hartazgo de un victimismo farisaico siempre presto a ser victimarios
de todo el que se oponga a su camino. Hartazgo seres miserables
disfrazados de honorables.
Hartazgo
de las barbaridades que dicen cada vez que abren la boca o pulsan un
tuit una portavoz de la derecha montaraz, de casa noble y discurso
innoble y el portavoz secundario cuyo merito más apreciado es
escupir huesos de aceituna a respetable distancia. Hartazgo de las
lecciones de cordura de una insensata “montapollos” que
aleatoriamente suma 221 diputados solo existentes en su mente
calenturienta, pues al oírla se carcajean de ella en la Calle
Génova. La que con estólida miopía dinamitó 180 escaños reales,
bregando a tiempo completo para ello, truncando con frívola necedad
la estabilidad política.
Hartazgo
de la política convertida en crónica medieval de barones que con
ánimo de señores de horca y cuchillo se creen autorizados en
convertir en suyo, lo que por democracia corresponde al conjunto.
Hartazgo de una política de tan escasa de miras, que subrogó en
manos de la justicia lo que debiera haber sido su obligación,
arrastrándola a un laberinto diabólico donde se engrandece el saber
popular que avisa, ¡más vale un mal acuerdo que un buen juicio!
Hartazgo penoso ante la demagogia disparatada de quienes intentan
conculcar la separación de poderes, que son pilar del estado
democrático, al exigir del ejecutivo decisiones que competen al
poder judicial.
Hartazgo
del esfuerzo por entender una justicia, seguramente justa, que
permite volar libre al buitre con forma de alcaldesa desde el fondo
de sus pecados a la impunidad, mientras, seguramente justa, arroja
otros a una mazmorra con entusiasmo preventivo tal que deja
estupefactas cortes judiciales ajenas.
Hartazgo
absoluto al borde del bicarbonato… Irritante como el viento que
despanzurra paraguas y destroza cual “tifossi” fuera de control
el mobiliario urbano o como la lluvia impía en su tozudez
invasiva...
Un
hartazgo que requiere urgente un rayo de sol y un rayo de sensatez…
El uno para corregir la sensación de sentirnos anfibios entre tanta
borrasca. El otro para que los dioses se lleven ese tren de dislates
que anegan la vida pública, con un baño de sensatez. Porque si de
ellos deviniese tercera cita electoral, la
sensación de desamparo social se traducirá en un fracaso político
de dimensión cósmica.
Tanto
que debiera saldarse con el derribo del actual teatro afincado
entre el surrealismo y el absurdo y un severo ERE de unos actores muy
alejados de aptitud para desarrollar el libreto. Marquina sostenía,
“España y yo somos así”… Pero no es cierto. Ni España ni yo
(ciudadanía) somos así. España se merece una clase política
acreedora de respeto, que no degrade el sentido común, ni humille a
la ciudadanía. La que en momentos complejos, ha de ser la dueña de
la última palabra.
.
*Antonio
Campos Romay ha sido diputado en el Parlamento de Galicia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario