Los cambios demográficos y sociales han producido un
incremento progresivo de la población en situación de dependencia, la cual
sufren, sobre todo, los mayores de 65 años. En los últimos treinta años, según
datos estatales, la población española mayor de esa edad casi se ha duplicado (del
9,7% al 16,6%). La propia legislación española sobre la materia ha incorporado
la expresión “envejecimiento del envejecimiento”, es decir, el aumento de la
población con edad superior a 80 años, que se ha duplicado, en España, en los
últimos veinte años.
Galicia no presenta datos muy distintos a los del conjunto
de España que acabamos de señalar, pero lo cierto es que no existe en esta
Comunidad Autónoma una política sobre rejuvenecimiento de la población y sobre
dependencia que merezca dicho nombre. Las condiciones que se ponen a los
potenciales beneficiarios son numerosas y tardan muchísimo en tramitarse, por
lo que no pocas veces se produce el fallecimiento antes de que se reconozca
legal y de hecho el derecho correspondiente.
¿Qué sentido tiene prever que el cuarto de baño de un
dependiente pueda ser reformado y adaptado por la Administración, si el
interesado ha de presentar un proyecto que le cuesta dinero, mientras no tiene
la seguridad de que dicha adaptación se vaya a producir? ¿Qué sentido tiene
imponer el personal que la Xunta de Galicia selecciona para atender a los
dependientes, si estos ya cuentan con dicho personal de su confianza y a su
costa? Y así podríamos seguir, con lo que no es extraño que las partidas para
dependencia que la Ley exige se destinen a ello en Galicia, no se gasten año
tras año.
Vivimos una nueva realidad que constata el aumento de la
dependencia en los últimos años de la vida de las personas, los mayores y
ancianos, que van en aumento. Diversos estudios ponen de manifiesto la
correlación existente entre la edad y las situaciones de discapacidad, como
muestra el hecho de que más del 32% de las personas mayores de 65 años tenga
algún tipo de discapacidad (en Galicia algo más), mientras que dicho porcentaje
se reduzca al 5% para el resto de la población.
Si a ello unimos la dependencia por razños por los cambios habidos en las tasas
de superviveones de enfermedad, que se ha incrementado en los últimos ancia de ciertas enfermedades crónicas, tenemos un panorama
realmente negativo por el empecinamiento de la Xunta en ahorrar allí donde lo
que corresponde es gastar, por la sencilla razón de que es un derecho de
nuestros mayores. Es un derecho reconocido por la ONU y por otros foros
internacionales a los que España se ha adherido (OMS, Consejo de Europa y Unión
Europea), pero también porque así lo establece la Constitución Española, que
confiere en su artículo 148.1.20 la competencia en esta materia a las
Comunidades Autónomas.
La Xunta de
Galicia no ha salido del estadio según el cual las familias son (lo han sido
hasta ahora) y especialmente las mujeres, las que han asumido el cuidado de las
personas dependientes, pero los cambios en el modelo de familia, con la
incorporación de la mujer al mercado laboral, que no es cosa de unos pocos
años, sino ya de décadas, no permite que esto siga siendo así.
Recientemente,
un periódico diario de Galicia recordaba que casi el 14% de los mayores de 65
años en Galicia están en riesgo de pobreza, muy por encima de Comunidades como
el País Vasco o Navarra. Y si tenemos esa tasa de mayores cercanos a la pobreza
¿cómo no acentuar, implementar, establecer como prioritarias las políticas
sociales sobre dependencia?
Pues no, la
Xunta está en otras cosas que en nada contribuyen a la felicidad de los
mayores, cuando la Galicia que tenemos se la debemos a ellos.
L. de
Guereñu Polán.
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