Una conocida que está a
la derecha de Vox ideológicamente, me abordó hoy culpando a Presidente del
Gobierno de la situación que padece nuestro país con el contagio creciente de
personas de un virus que parece haber viajado desde un remoto lugar de China. El
abordaje fue en una farmacia donde yo había ido a comprar un desinfectante y,
como había cola, le pregunté que me concretase cuales eran las culpas del señor
Sánchez. Tal fue la sarta de idioteces que soltó por su boca que provocó la
hilaridad de algunos de los presentes. Opté por decirle si consideraba que el
virus había sido importado por el Presidente en persona y me dijo que no le
tirara de la lengua…
Estoy preocupado por la
sarta de opiniones que se vierten en televisión por personas que no son
especialistas en la materia y que especulan e improvisan al por mayor. Gracias
a las autoridades sanitarias y a algunos expertos, he podido comprender algunas
cosas elementales: que el virus es de una letalidad baja, que afecta más
peligrosamente a las personas mayores que sufren otras patologías, sobre todo
respiratorias, que las prevenciones que tomemos individualmente no son tan solo
para protegernos nosotros del contagio, sino para proteger a los demás, pues
dicho contagio se produce con gran facilidad y rapidez, lo que se demuestra por
el amplio espacio geográfico en el que el virus campa por sus respetos.
Me he planteado también
que si las cosas se están haciendo bien o mal lo sabremos cuando haya pasado
todo (porque es de esperar que pase), pues por ahora es precipitado decir si no
harían falta medidas más drásticas, si se está alarmando a la población
innecesariamente, si la coordinación entre administraciones es la más eficaz y
si en la lucha contra esta epidemia o pandemia estamos todos sin distinción de
ideologías o hay algunos que se desmarcan con la intención de sacar no sé qué
réditos.
Por lo de pronto es de
esperar (pero no me fío) que los hospitales privados no aprovechen la situación
para hacer un negocio espurio; es de esperar que las medidas sanitarias y
económicas que tome nuestro Gobierno sean las adecuadas a una situación de
emergencia, aunque estoy casi seguro de que la picaresca aparecerá más pronto
que tarde y algunos se aprovecharán de ayudas sin tener verdadero derecho a
ellas. Si esto es así será en detrimento de los que sí las necesitan: estoy
pensando en ancianos, dependientes, enfermos, autónomos, pequeños empresarios,
trabajadores por cuenta ajena y un etcétera indeterminado.
Es de esperar también
que la Unión Europea actúe como lo que dice ser y aporte las medidas económicas
(Banco Central, moratorias, etc.) para que los Estados puedan hacer frente a
sus obligaciones sin el temor a ser castigados por ciertos incumplimientos
(deuda pública, gasto, etc.). Los Presupuestos Generales del Estado, que ya
pudieron haber sido aprobados si un Vicepresidente actual no se empeñara en
negar la investidura hasta que él entrase en el Gobierno, ahora no sabemos qué
será de ellos: revisarlos, partidas que tendrán que ser recortadas, trasvasados
sus fondos, etc.
La actual situación es
grave porque afecta a muchos y a muchos vulnerables, nuestros mayores y
enfermos, pero podría ser aprovechada para sacar alguna lección moral que suele
estar ausente la mayor parte de las veces: la voracidad por enriquecerse, la
conflictividad contra el débil, eludir y evadir impuestos, combatir las
políticas sociales, especular con el bien público, negar el pan y la sal a los inmigrantes,
preconizar una política insolidaria y racista, no valen de nada cuando una
amenaza mayor está sobre nuestras cabezas. Si esta crisis fuese mayor de lo que
hoy incluso podemos suponer ¿podría valer para algo en el orden moral de
nuestros dirigentes políticos, económicos, intelectuales, etc.?
L. de Guereñu Polán.
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