Un funcionario secundario de la
empresa pública que construye el AVE a Galicia, ha sido el encargado de
transmitir la noticia de que las obras se demorarán de nuevo, fijando ahora en
el verano de 2021 la puesta en funcionamiento. Mientras mostraba el ritmo de
trabajo en las obras, aducía que será un retraso menor, unos meses, en una obra
de tal ambición. Puntualicemos, porque el funcionario no está obligado a
saberlo, que el retraso es de una década. Estamos tan acostumbrados a que desde
Madrid se confundan hasta en nombres y fechas, mapas y planos, que sólo nos
provoca sonrisas.
Y sin embargo la situación es muy
preocupante no sólo en Galicia sino en general en el territorio del noroeste
español, que incluye Castilla-León, Asturias y Cantabria. El desplazamiento de
la economía hacia el eje mediterráneo, que junto con Madrid, País Vasco y
Zaragoza dibujan el perímetro de la España que crece, provocará mayores cambios
de los que estamos soportando. No es sólo la crisis demográfica, común a las
citadas Comunidades, o el desplazamiento interno de población hacia los mayores
núcleos, sino también la emigración selectiva del talento o la imposibilidad de
captar inversión extranjera, si descontamos las operaciones de compra-venta
corporativa. Además las citadas Comunidades albergan actividades e industrias
cuyo futuro está comprometido. Las nuevas prioridades medioambientales,
impulsadas por Europa y a las que ahora se suma España con fuerza, ponen en
riesgo la continuidad de muchas empresas que ya están haciéndose oír: las
electrointensivas, las que ocupan el borde marítimo, las mineras y energéticas,
etc.
Añadamos la nueva orientación
presupuestaria de la Unión, que puede afectar tanto a los fondos de cohesión
como a la PAC y en el que los intereses de las Comunidades españolas no son
coincidentes y el incierto escenario de la industria automovilística. No es la
tormenta perfecta, pero se le parece. Y hay más, hace breves días conocíamos
que la producción científica de la Universidad de Oporto está por encima de la
suma de las tres gallegas cuando hace sólo una década estaba claramente por
atrás. No es casualidad, sino la consecuencia de once años de políticas
conservadoras de restricción del gasto en investigación y conocimiento.
Un escenario tan complejo, que
sobrepasa las competencias del Gobierno autonómico, debería de haber impulsado
políticas de largo alcance, compartidas con los territorios citados,
consensuadas internamente con los demás agentes políticos, económicos, sociales
y culturales, y ampliamente debatidas. No se ha hecho. La pomposidad con la que
se han recubierto los escasos encuentros con el Norte de Portugal o con las
citadas Comunidades, no ha ido acompañada de ninguna estrategia evaluable.
Internamente, la mayoría absoluta conservadora ha servido… para perpetuar la
mayoría absoluta conservadora, pero no ha provocado cambios estructurales
apreciables. Incluso la cooperación entre Administraciones, autonómica y local,
es inexistente. Somos menos y nos quejamos, pero tampoco trasciende.
En el mundo existen ejemplos de
territorios en declive que han tenido que reinventarse. Algunos son ejemplos de
éxito, otros, fracasos clamorosos. Todavía estamos a tiempo de elegir lo que
seremos pero la inercia no garantiza buenos resultados, pues éstos dependen del
esfuerzo coordinado de muchos actores durante mucho tiempo y a veces de
condiciones favorables que no siempre se pueden elegir.
Es un ejercicio desolador conversar con universitarios gallegos. La mayoría han asumido con naturalidad que su futuro pasa por emigrar. Lo comentan como un dato no como un problema. Está tan asumido como para millones de emigrantes del Tercer Mundo. Siendo parte del mundo más desarrollado, somos la periferia de la periferia. Ni atraemos talento, ni inversión ni emigración. De todo esto, nada se habla en la campaña electoral, sólo de un mundo feliz que nos ofrecen o de lo malo que es el rival. Cuando necesitaríamos más debate de ideas y menos de personas.
JOSÉ LUÍS MÉNDEZ ROMEU
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