lunes, 16 de marzo de 2020

HEROES Y FELONES.


Está crisis que nos afecta en el contexto de una pandemia vírica de cuya génesis, solo sabemos con certeza, que somos víctimas propiciatorias, está sirviendo, como en los deshielos, para contemplar lo que se oculta bajo la nieve.
En primer lugar, que son los servicios públicos, el Estado configurado como ente de derecho y de solidaridad social, de equidad, los únicos capaces de acoger en su pliegos protectores a la ciudadanía en momentos críticos. Frente a la insolidaridad de la medicina privada derivando a los pacientes del virus a la “publica”, el denodado esfuerzo de los tantas veces denostados servidores públicos, en este caso todo el colectivo de la Sanidad, telefonistas, médicos, celadores, enfermeras, auxiliares, administrativos, limpiadoras, farmacéuticos, que con abnegada ejemplaridad han echado sobre sus espaldas la crisis entregándose hasta la extenuación en su labor.
Lo hacen más allá de indignidades como la cometida por la Sra. Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, situando como coordinador de la acción contra el coronavirus en su territorio al cerebro del desmantelamiento de la Sanidad Pública emprendida por el PP, Antonio Burgueño. El que generó que entre 2010 y 2018, se perdieran 1.950 camas y 3.300 profesionales en un proceso de privatización liderado por Fernández-Lasquetty entonces Consejero de Salud y hoy de Economía. Alcahuetes del negocio vampírico sobre la Sanidad Pública, al frente de la crisis y responsables de las dificultades operativas con que hoy se enfrena en la respuesta asistencial en la comunidad.
Lo hacen, más allá de la indignante noticia de un juez de la Audiencia Nacional, García Castejón eleve a 3 millones de euros el saqueo del PP madrileño a la Sanidad Pública para financiar las campañas de Esperanza Aguirre. El negocio de la construcción de hospitales y centros de salud alimentó la maquinaria de esta señora desviando el dinero de la salud pública de los madrileños hacia las cuentas del Partido Popular. Más allá de todo ello, la abnegación del personal sanitario abochorna en estas circunstancias a los que desde posiciones del poder dinamitan el acceso a la salud convirtiéndola en negocio.
En esto días difíciles viene a la cabeza el nombre de un hombre bueno y decente, con visión de estado. Asesinado de un tiro en la nuca por los “heroicos gudaris” de la independencia vasca, ETA, cuando retirado de la política abogaba por dialogar y establecer puentes para conseguir el respeto a los derechos humanos y la paz de Euskadi. Ernest Lluch Martin. Padre de la Ley General de Sanidad de 1986, que estableció las bases legales para la universalización de la atención sanitaria. Una ley, quizás la más señera de la etapa democrática, que se mantiene en el tiempo pese a los zarpazos de las administraciones conservadoras al servicio del ultra-liberalismo. Que consagra la salud como un valor en sí mismo. Como factor de desarrollo y crecimiento. Necesidad perentoria de la sociedad. Que estipula un amplio contrato social que da garantía real y efectiva a los derechos de la población en relación a la salud y que promueve que ninguna persona debe quedar excluida de cualquier prestación o servicio sanitario por razones económicas o sociales. En días como estos, adquiere todo su valor el legado legal de Ernest Lluch, ministro socialista y catalán (miembro del PSC).
La ciudadanía está respondiendo de forma ejemplar y con plena madurez, sin que alguna excepción lamentable pueda alterar lo que es norma. Y como siempre, rezagada, la clase política. Empeñada en mostrar una política sin clase. Unos, asidos a sus orejeras localistas e insolidarias, anteponen la anécdota a la categoría. Contraponiendo intereses territoriales o sus desvaríos oníricos, al interés común de millones de ciudadanas y ciudadanos, de millones de trabajadoras y trabajadores, necesitados de afrontar de forma unida y solidaria un drama sanitario que amenaza con severas secuelas el bien común.
El dirigente popular más conocido por escupir huesos de aceitunas, rebuzna estupideces que no alcanzan más que a retratar su indigencia intelectual. Su jefe de filas intentando mostrase como estadista habla de “lealtad institucional” sin tener conocimiento de su significado. Se aplica en la zancadilla, histérico por el voto perdido, ignorando la altura de miras que exige la política en todo momento, pero muy especialmente, ante una convulsión nacional.
La ciudadanía sabe que hay futuro y que solo se construye, unidos desde la solidaridad. Anteponiendo lo común a cualquier otra consideración. Son momentos de mantener el ánimo, conscientes que como en otras ocasiones, se superará la crisis, siendo posible salir más fortalecidos.
Atrás quedaran fotos fijas de personajes que se revelan cual son… Como muestra valen la irresponsabilidad política teñida de deslealtad de García Page, presidente de Castilla la Mancha, “no voy a suspender las clases en CLM sólo porque la gente quiera tomarse 15 días de vacaciones”, o la fuga del matrimonio Aznar, perdiendo las nalgas camino de su casoplón marbellí…
Un bochornoso ejemplo de insolidaridad y falta de empatía hacia la población en momentos difíciles de quien fue presidente del Gobierno español (Aznar). El mismo que con desvergüenza infinita se pretende investido de autoridad moral para pontificar al país. Ana Botella, ex - alcaldesa de Madrid no pierde en minuto en desertar de “su” ciudad. La misma alcaldesa conocida por vender viviendas sociales a los fondos buitre, o que cuando cuatro niñas morían en un dramático incendio se iba a un lujoso “spa” en el Algarve….”Los patriotas”… Fotos fijas que quedaran en las retinas y que deberán ser tomadas muy en cuenta.
Más que nunca la certera sabiduría de D. Antonio Machado: “En España lo mejor es el pueblo. Siempre ha sido lo mismo. En los trances duros, los señoritos invocan la patria y la venden; el pueblo no la nombra siquiera, pero la compra con su sangre y la salva.”
-Antonio Campos Romay ha sido diputado en el Parlamento de Galicia.

No hay comentarios: