domingo, 19 de abril de 2020

UNA SOCIEDAD EN EL DIVAN.

Este puñetero virus con corona, amén de un rastro de muerte y economías maltrechas si algo va a poner en evidencia, es la polaridad de los sentimientos que anidan en los seres humanos. Le acomoda como melodía de fondo el poema, no pocas veces citado, de Bertolt Brecht que algunos atribuyen al pastor luterano Martin Niemöler, "Ahora vienen por mí, pero es demasiado tarde".

Desde el inicio de la Gran Estafa en 2008 hasta la fecha, sin el menor recato dirigentes de diversos ámbitos y con peso especifico en sus esferas, han fijado su ánimo avieso y su fastidio por lo que desde su ínfima decencia, representan en su cuenta de resultados un peso engorroso, los viejos. Gravosos en materia de salud, necesitados de prestaciones sociales, e improductivos.

La hemeroteca ofrece perlas sórdidas como la que desliza en el ámbito del gobierno japonés presidido por Sinhzo Abe, Taro Aso, responsable del área económica, pidiendo a los ancianos del país "que se den prisa en morir para que de esta manera el Estado no tenga que pagar su atención médica”. (sic). O el vicegobernador de Texas, Dan Patrick, en un canal televisivo en horario de máxima audiencia sugiriendo que los ancianos de América tendrían que "estar dispuestos a arriesgar su salud para hacer resurgir la economía en medio del brote de coronavirus”. (sic). Christine Lagarde desde su puesto de Directora del FMI en el contexto de un debate sobre pensiones consideraba"que hay un problema. Es que ahora la gente vive mucho” (sic). Tras la polémica que desataron, con piadosa hipocresía, uno a uno se desdijeron con explicaciones cosméticas, en orden a haber sido mal interpretados.

Luego se va a por las trabajadoras y trabajadores a los que tras bordear la cincuentena, se le muestra que es misión imposible para ellos acceder a un puesto de trabajo, especialmente en un mercado donde el contratante dispone de infinitas manos tendidas solicitando el mendrugo de un trabajo precarizado. Posteriormente se predica, con turbia incitación al odio, contra el refugiado que en condiciones tétricas llega arrojado de su hábitat implorando asilo a unos países, culpables de su situación como actores por acción u omisión de los actos que hoy destrozan su cultura, su historia y su tierra de origen en un baño de horror y sangre para depredar sus recursos naturales con la infame coartada de “restaurar” su libertad.

A continuación se devastan los medios públicos y las posibilidades para acceder a unos estudios de calidad y conocimiento a una gran masa de jóvenes con la soez intención de tener mano de obra, masificada y dócil, reservando a una elite el monopolio del conocimiento. Todo ante una alarmante indiferencia de una población alienada por el poder y sus soportes mediáticos en la anécdota, ciega al dramático devenir. Enrocándola en el individualismo suicida y el espejismo del triunfo personal, ignorante de que será la siguiente víctima. Demasiadas similitudes con:

Primero se llevaron a los judíos,
pero como yo no era judío, no me importó.
Después se llevaron a los comunistas,
pero como yo no era comunista, tampoco me importó.
Luego se llevaron a los obreros,
pero como yo no era obrero, tampoco me importó.
Mas tarde se llevaron a los intelectuales,
pero como yo no era intelectual, tampoco me importó.
Después siguieron con los curas,
pero como yo no era cura, tampoco me importó.
Ahora vienen por mí, pero es demasiado tarde
.”

Una globalización enfermiza centrada en la especulación y en la ingeniería financiera de saqueo. Diseñada como espacio hostil, amoral, intencionadamente carente de normas y contrapesos. Ausente de solidaridad, esa virtud que es la ternura de los pueblos. Un mundo en las antípodas del sueño inconcluso de Rosa Luexemburgo, “donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres”. Que algunos pretenden asesinar, como lo fue ella en 1919.

Esta peste, vuelve a mostrar una vez más el valor de lo público como única defensa eficaz frente a la pandemia. Desenmascarando los cínicos sepulcros blanqueados que en la medida que pueden, dinamitan los mecanismos públicos de salud, -desde el enfermizo fantasma que puebla la Casa Blanca, con la “ObamaCare” (Ley de Cuidados de la Salud Asequibles o Affordable Care Act) hasta la derecha montaraz local, servil seguidora del ultra-liberalismo más rancio-. Son los que hoy se desgarran las vestiduras ante el drama que soportamos y exigen con cinismo imperioso lo que ellos desvalijaron para entregarlo al lucro de sus conmilitones.

Ante esta sociedad enferma, tienta poner en el platillo de una gramola un viejo disco de vinilo para escuchar a Carlos Gardel desgranando “Cambalache”… “Este mundo es y será una porquería, ya lo sé…En el 506 y en el 2000 también”. O a la voz inolvidable del charrúa Julio Sosa, explicando premonitorio, “Al mundo le falta un tornillo”.

Mientras gira el vinilo los pensamientos ruedan melancólicos, aturdidos por la inmensa angustia de crisis económicas, disputas políticas de repulsiva inmundicia, repuntes de la prima de riesgo, hundimiento del empleo, irrupción de fundamentalismos políticos y religiosos, corrupción impune, el virus usado como daga para apuñalar a quien lo combate.

Al mundo le falta un tornillo,

que venga un mecánico.

pa' ver si lo puede arreglar
”.


*Antonio Campos Romay, ha sido diputado en el Parlamento de Galicia.

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