Los periodistas que
participan en tertulias televisivas, la prensa escrita y, en general, la
opinión que registro en la calle, dan el resultado de que se tiene una opinión
negativa de los políticos que discuten en el Parlamento español, Congreso y
Senado.
Hay uno que, no siendo
elegido en su provincia para el Senado, huyó despavorido a otra, se empadronó
aprisa, llegó a un acuerdo con el mandamás de su partido y fue elegido por
cooptación (una Asamblea regional), permitiéndose ahora vociferar no pocas veces
a diestro y siniestro sin tener el más mínimo decoro por la Cámara en la que se
encuentra.
Otro que ya no está en
el Senado, pero sí hasta hace poco, se hizo famoso no como legislador, sino por
enviar mensajes que revelaron su intención de controlar políticamente
determinadas salas del Tribunal Supremo, aquellas que han de juzgar a los
investigados de su partido por delitos de los que están acusados.
Una espigada diputada
que se permite insultar desde la tribuna de oradores a otras señorías, no
parece tener en cuenta la más genuina acepción de la palabra nobleza, a la que
ella nominalmente pertenece. Hay otra, corpulenta y catalana, que será juzgada
por favorecer a unos mediante trampas en la adjudicación de contratos, pero no
se digna dimitir por encontrarse más cómoda como aforada. Suele intervenir con
el más absoluto desprecio a la ley.
Uno que a su vez es
Vicepresidente del Gobierno ignora por completo lo que esto significa a la hora
de respetar la institución, gustando de que se le cite para pedir la palabra y
no aportar nada de lo que interesa a los españoles. Tiene un afán irrefrenable
en salir en los medios de comunicación sin importarle si es para bien o para
mal.
El líder de la
oposición, a más de estar demostrado que ha conseguido títulos académicos “de
favor”, según el tribunal de justicia que se encargó del caso, no tiene reparo
en insultar, mentir, oponerse gratuitamente a la más nimia iniciativa del
Gobierno. Ha concebido la labor de oposición como un enfrentamiento permanente
sin tregua a cualquier negociación dentro de los cauces políticos e
institucionales.
Uno que ha tenido a su
empleado sin seguridad social, y que ha sido castigado con el pago de 11.000
euros, no cumple con su palabra y sigue en el escaño en vez de dimitir, como
corresponde a una alta concepción del ejercicio de la política. Otro, en el
espectro opuesto, ha recibido dinero de regímenes no democráticos y así lo ha
reconocido, cuando ha denunciado estas prácticas por sus opositores.
Hay uno que, siendo
candidato a la Presidencia de la Xunta de Galicia, no saliendo elegido (ni un
solo diputado) tiene la desfachatez de seguir ocupando un escaño en el Congreso
sin tener vergüenza de lo insignificante que fue para su electorado. Hay un
senador al que el calificativo de energúmeno es el más suave que se le puede
aplicar, que ha dicho en público la frase más ofensiva para los familiares que
tienen a sus padres y abuelos en las cunetas de España, víctimas de una guerra
y postguerra que no provocaron ellos.
Hay uno que, siendo
hijo de quien fue en su momento Presidente del Gobierno, no ha intervenido aún,
pero se vuelve hacia el lado opuesto al de la tribuna de oradores cuando
determinados diputados la ocupan… Otro, nacionalista catalán, no tiene
inconveniente alguno en que su partido gobierne con el más corrupto de Cataluña,
sin haber hecho ascos a ello en ningún momento, ya que el más corrupto de
España es exclusividad del Partido Popular.
Hay uno que se jacta de
prácticas propias de la dictadura que precedió a nuestro régimen democrático,
participa en sesiones de tiro, despotrica aquí y allá y pertenece a
organizaciones muy poco recomendables. Hay un senador, vicepresidente de la
Cámara y conde de Baradán, que fue pillado en no pagar los impuestos y
compareció ante el juez diciendo que ignoraba tuviese que pagarlos… Y hay al
menos dos, varón y mujer, valenciano y aragonesa respectivamente, que después
de haber ocupado altos cargos institucionales durante mucho tiempo, se dejan
sestear en el Senado “designados”, no electos, sin que se sepa nada sobre sus
trabajos.
Por el contrario hay
diputados y senadores (mujeres y hombres) que demuestran un gran espíritu de
servicio, como se ha puesto de manifiesto por el monumental trabajo del “pacto
de Toledo”, que va a garantizar las pensiones de nuestros mayores, entre los
que me encuentro. Otros tienen una larga andadura en la lucha por la
democracia, en la sustentación de la misma, en iniciativas realmente
importantes, aunque pocos de estos se encuentren en el espectro conservador de
las Cámaras.
Sería deseable que en
una futura reforma constitucional desapareciesen los senadores “designados”,
pues con ellos se incumple el principio fundamental de “un hombre –una mujer-
un voto”. Ser elegido por un grupo de conscriptos no da legitimidad suficiente
para ejercer como senador en el conjunto del país, como mucho permite escapar
de lo que verdaderamente es un mandato: la elección directa por los ciudadanos.
L. de Guereñu Polán.
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