viernes, 30 de octubre de 2020

El Parlamento español

 


Los periodistas que participan en tertulias televisivas, la prensa escrita y, en general, la opinión que registro en la calle, dan el resultado de que se tiene una opinión negativa de los políticos que discuten en el Parlamento español, Congreso y Senado.

Hay uno que, no siendo elegido en su provincia para el Senado, huyó despavorido a otra, se empadronó aprisa, llegó a un acuerdo con el mandamás de su partido y fue elegido por cooptación (una Asamblea regional), permitiéndose ahora vociferar no pocas veces a diestro y siniestro sin tener el más mínimo decoro por la Cámara en la que se encuentra.

Otro que ya no está en el Senado, pero sí hasta hace poco, se hizo famoso no como legislador, sino por enviar mensajes que revelaron su intención de controlar políticamente determinadas salas del Tribunal Supremo, aquellas que han de juzgar a los investigados de su partido por delitos de los que están acusados.

Una espigada diputada que se permite insultar desde la tribuna de oradores a otras señorías, no parece tener en cuenta la más genuina acepción de la palabra nobleza, a la que ella nominalmente pertenece. Hay otra, corpulenta y catalana, que será juzgada por favorecer a unos mediante trampas en la adjudicación de contratos, pero no se digna dimitir por encontrarse más cómoda como aforada. Suele intervenir con el más absoluto desprecio a la ley.

Uno que a su vez es Vicepresidente del Gobierno ignora por completo lo que esto significa a la hora de respetar la institución, gustando de que se le cite para pedir la palabra y no aportar nada de lo que interesa a los españoles. Tiene un afán irrefrenable en salir en los medios de comunicación sin importarle si es para bien o para mal.

El líder de la oposición, a más de estar demostrado que ha conseguido títulos académicos “de favor”, según el tribunal de justicia que se encargó del caso, no tiene reparo en insultar, mentir, oponerse gratuitamente a la más nimia iniciativa del Gobierno. Ha concebido la labor de oposición como un enfrentamiento permanente sin tregua a cualquier negociación dentro de los cauces políticos e institucionales.

Uno que ha tenido a su empleado sin seguridad social, y que ha sido castigado con el pago de 11.000 euros, no cumple con su palabra y sigue en el escaño en vez de dimitir, como corresponde a una alta concepción del ejercicio de la política. Otro, en el espectro opuesto, ha recibido dinero de regímenes no democráticos y así lo ha reconocido, cuando ha denunciado estas prácticas por sus opositores.

Hay uno que, siendo candidato a la Presidencia de la Xunta de Galicia, no saliendo elegido (ni un solo diputado) tiene la desfachatez de seguir ocupando un escaño en el Congreso sin tener vergüenza de lo insignificante que fue para su electorado. Hay un senador al que el calificativo de energúmeno es el más suave que se le puede aplicar, que ha dicho en público la frase más ofensiva para los familiares que tienen a sus padres y abuelos en las cunetas de España, víctimas de una guerra y postguerra que no provocaron ellos.

Hay uno que, siendo hijo de quien fue en su momento Presidente del Gobierno, no ha intervenido aún, pero se vuelve hacia el lado opuesto al de la tribuna de oradores cuando determinados diputados la ocupan… Otro, nacionalista catalán, no tiene inconveniente alguno en que su partido gobierne con el más corrupto de Cataluña, sin haber hecho ascos a ello en ningún momento, ya que el más corrupto de España es exclusividad del Partido Popular.

Hay uno que se jacta de prácticas propias de la dictadura que precedió a nuestro régimen democrático, participa en sesiones de tiro, despotrica aquí y allá y pertenece a organizaciones muy poco recomendables. Hay un senador, vicepresidente de la Cámara y conde de Baradán, que fue pillado en no pagar los impuestos y compareció ante el juez diciendo que ignoraba tuviese que pagarlos… Y hay al menos dos, varón y mujer, valenciano y aragonesa respectivamente, que después de haber ocupado altos cargos institucionales durante mucho tiempo, se dejan sestear en el Senado “designados”, no electos, sin que se sepa nada sobre sus trabajos.

Por el contrario hay diputados y senadores (mujeres y hombres) que demuestran un gran espíritu de servicio, como se ha puesto de manifiesto por el monumental trabajo del “pacto de Toledo”, que va a garantizar las pensiones de nuestros mayores, entre los que me encuentro. Otros tienen una larga andadura en la lucha por la democracia, en la sustentación de la misma, en iniciativas realmente importantes, aunque pocos de estos se encuentren en el espectro conservador de las Cámaras.

Sería deseable que en una futura reforma constitucional desapareciesen los senadores “designados”, pues con ellos se incumple el principio fundamental de “un hombre –una mujer- un voto”. Ser elegido por un grupo de conscriptos no da legitimidad suficiente para ejercer como senador en el conjunto del país, como mucho permite escapar de lo que verdaderamente es un mandato: la elección directa por los ciudadanos.

L. de Guereñu Polán.

 

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