sábado, 7 de noviembre de 2020

¡Fuera!

 

Echar al señor Trump de la Casa Blanca es un hito del que nos debiéramos alegrar todos, porque es echar a un racista, un peligroso empresario que tiene varias causas pendientes con la Justicia, el líder de la más reaccionaria sociedad estadounidense, amigo de las sociedades del rifle y otras especies por el estilo.

El señor Trump es lo que Vox en España, un enemigo de la democracia, del medio ambiente, de la sostenibilidad, de la justicia social, de la pluralidad del mundo, de la diplomacia de la paz, etc.

Que el señor Trump mantenga o no los millones de seguidores que le han dado su voto es muy importante. Cabe pensar que una vez no esté en el poder, muchos se lo piensen y encuentren otros refugios. En todo caso hay un buen número de Iglesias evangélicas en Estados Unidos, que tienen más de flolklore que otra cosa, que están en la base de los apoyos del señor Trump, como las sociedades creadas para la supremacía de la raza blanca, que están en el origen del Partido Republicano, los herederos del Ku Klux Klan y otras asociaciones de índole parecida.

Éste partido, en realidad, no ha trascendido, en algunas de sus facciones, de los ideales que tuvo que aparcar por algún tiempo cuando los sureños y esclavistas perdieron la guerra de los años sesenta del siglo XIX. Es un verdadero peligro para la democracia; si esta palideciese en Estados Unidos, y sabemos que no es una democracia ejemplar, éste fenómeno podría hacerse sentir en otros países (no olvidemos los casos actuales de Rusia, Polonia y Hungría, pero no son los únicos).

En otro orden de cosas, se oye y se lee, sin reflexión alguna que medie, que Estados Unidos es la democracia más antigua. Nada más lejos de la realidad. De buscar un ejemplo bien imperfecto habría que hablar de la antigua Atenas y otras ciudades griegas. En el caso de Estados Unidos existió la esclavitud institucionalizada hasta la segunda mitad del siglo XIX (como en otros países), continuando luego de hecho; hasta la segunda mitad del siglo XX (ateayer) no se aprobaron leyes de derechos civiles que amparaban a las minorías, entre ellas los negros, que no podían ocupar un asiento de autobús destinado a los blancos, ni colegios para los blancos, ni centros sanitarios para los blancos…

En Estados Unidos el Presidente no se elige de forma directa, sino indirecta, cuando en todos los regímenes presidencialistas –siempre hablando de democracias- la elección es directa. Ser candidato a Presidente, a Senador o a la Cámara de Representantes implica ser millonario, pues no de otra manera se pueden financiar las campañas electorales.

Los electores son borrados del censo si no acuden a votar durante un cierto número de años, así como deben solicitar ser incluidos en el censo para tener derecho al voto… ¿Qué democracia es esta? ¿Qué democracia es donde los miembros del Tribunal Supremo son nombrados por el Presidente, por el poder ejecutivo? ¿Dónde está aquí la separación de poderes?

Sí tiene el sistema estadounidense elementos propios de una democracia: las elecciones primarias y, sobre todo, la fortaleza de unas instituciones que, por ejemplo, se han dedicado a cumplir con su obligación mientras el señor Trump, todavía Presidente, les ordenaba que dejasen de contar los votos, toda vez que presumía no le eran favorables; ni caso.

L. de Guereñu Polán.

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