domingo, 8 de noviembre de 2020

TRUMP: EL EFECTO GANGRENA. Antonio Campos Romay*

 El populismo es una peligrosa patología que puede reducir a cenizas las esencias e incluso la viabilidad del sistema democrático. Se infiltra cual proceso cancerígeno que penetra las instituciones democráticas y es demoledor sobre la inmunidad del sistema.

Se le suponía relegado a la periferia de la política, pero que de forma alarmante se ha aupado por la crisis en el plano político, económico y la brecha social a umbrales insospechados. Lo que fuera anécdota, puede magnificarse al nivel de poner en riesgo lo que se conoce como sistema democrático de convivencia.

El populismo conculca derechos civiles y consagra el distanciamiento entre el interés privado y el bien público. Se adentra en los terrenos de la inseguridad en los resortes de contrapeso entre los poderes del Estado. Es una fórmula encaminada a fracturar al amparo de una cierta indiferencia pública las reglas de la convivencia ciudadana. Su paradigma es el Sr. Trump, que convirtió tanto su acceso a la presidencia norteamericana como el ejercicio de la misma, en una degradación continuada de las normas, los valores de convivencia y las tradiciones democráticas de la Republica con más prolongada biografía democrática del planeta.

Carter, el 39 presidente USA a finales de los años setenta afirmaba “el mayor riesgo que puede sufrir EEUU es la falta de confianza entre los ciudadanos y las instituciones”. Ese riesgo se materializó en estos cuatros años en los que el Sr. Trump se aplicó a dinamitar esa confianza. Se consagro a ello con tenacidad, como el presidente más estrambótico y grotesco de la historia de ese país. Mostrándose como el individuo que arrastró por el lodo sin el menor pudor la presidencia del poder ejecutivo (la institución más solemne del país y con tacita magistratura moral) utilizándolo para tensionar a extremos insoportables la convivencia.

Fracturó el país ahondando con encono enfermizo viejas heridas sociales nunca totalmente resueltas; el racismo latente con una gravísima deriva en las actuaciones de las fuerzas de orden público y la asimilación y gestión de las corrientes migratorias en un estado construido en mayor medida a través de las mismas. Desvirtuó las políticas exteriores rompiendo acuerdos y alianzas con una virulencia máxima a la vez que desgarraba frontalmente las políticas tradicionales de EEUU.

El esperpéntico espectáculo protagonizado por el Sr. Trump en el periodo electoral pretendiendo revalidar su mandato, alcanza niveles lúgubres en este lamentable final que aflora toda su miseria moral. Que muestra un individuo carente de un mínimo barniz democrático o de sentido cívico. Encaramado en una realidad paralela a la que se aferra con tales niveles de estupidez y falacia, que has las tres cadenas de televisión más importantes de la nación en un acto insólito, le retiraron el uso de la señal advirtiendo a los espectadores que el presidente mentía y alentaba un incendio social.

Un personaje que no duda en su paranoia provocar la violencia entre ciudadanos con sus arengas, que, sin que posiblemente llegue al riesgo de guerra civil, si cabe un escenario en donde las armas están al alcance cualquiera y hay evidencia de milicias armadas, en el que se provoquen enfrentamientos que se sustancien sangrientamente. En paralelo atiza la hoguera judicializando la política usando todas las argucias posibles… Nombramiento en el tramo final de las elecciones de una juez del Supremo afín a sus posturas. Descalificación de un Cuerpo federal tan respetado como el de Correos, ataques a la prensa, e incitación a amenazar y coaccionar a todo tipo de responsables de la maquinaria electoral y a los centros electorales donde se realizan los recuentos.

El drama subsiguiente al todavía presidente Trump, es el de Partido Republicano. Un partido conservador, pilar de las instituciones republicanas, cuajado a lo largo de su historia de personalidades con sentido de estado y con presidentes de Republica de la talla de Lincoln, Roosevelt, o Eisenhower. Convertido hoy en un partido tremendamente escorado hacia una derecha radical y rehén de la extrema-derecha que representa el Tee-Party convertido en la sección de asalto del Sr. Trump. El post-trumpismo abre una seria reflexión sobre la deriva disparatada en esta formación política indispensable en la política norteamericana.

Hoy EEUU, con una larga tradición democrática a sus espaldas ofrece un ejemplo muy poco edificante sobre la textura de su proceso electoral. Puesto brutalmente en entredicho por el propio presidente de la Republica, sin otra razón ni objeto que perpetuarse en el cargo. Situando con ello a su país en el pelotón de aquellos cuyos procesos electorales son controvertidos. Exhibiendo un deterioro del liderazgo moral de un país al que condujo a una posición delicada su papel hegemónico.

El legado del Sr. Trump es un país en estado gangrenoso. Devorado por la pandemia, fracturado, donde afloran el odio, el enfrentamiento, los peores demonios que son familiares al país y una economía muy lejos de la Arcadia feliz que el describe, unido a una cota de perdida de prestigio internacional de gran calado.

El relato de la situación actual del conservadurismo norteamericano y su modus operandi, tiene importantes reflejos en España y comportamiento miméticos. Similar miopía en la visión de estado y en orden a la responsabilidad con el bien común. Y homologas actitudes de gañanes y de villanía.

Es de confiar que la “pesadilla Trump” sea a partir de estos días, un suceso nocivo que arrastre el sumidero de la historia, y que su desaparición permita contemplar con mayor optimismo el futuro.



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