No es la primera vez
que, dentro del Gobierno, un outsider
trata de erosionarlo y, con ello, al propio Estado. Los gobiernos de
concentración que caracterizaron a la España de los años 1918 y siguientes
contuvieron algunos de esta especie. En Francia podríamos hablar de Pierre
Laval, pero no son los únicos casos.
Comprometer a la
ministra de Hacienda presentando enmiendas a la Ley de Presupuestos del Estado
que el Vicepresidente segundo del Gobierno, como miembro del mismo, había
aprobado con anterioridad, es una villanía, pero lo es más si se hace mediante
una rueda de prensa y en compañía de la oposición al Gobierno.
Comprometer al ministro
de Transporte, Movilidad y Agenda Urbana, pretendiendo invadir competencias que
son de dicho ministro en política de alquileres es una villanía parecida a la
anterior.
Comprometer al ministro
de Justicia pretendiendo que el Gobierno acuerde el indulto a los condenados
por graves delitos contra el Estado (antiguas autoridades de Cataluña), y que
tal medida se adopte dentro de un plazo que condiciona las próximas elecciones
en Cataluña, sobrepasa toda villanía y entra en el terreno de la traición.
Ya sabemos que el
actual Presidente del Gobierno no pudo formarlo si no se daba una sola
condición, que del mismo formase parte el que ahora es Vicepresidente segundo.
Toda una serie de pantomimas en el Parlamento y fuera de él llevaron al
ridículo de que no se pudiese formar gobierno durante un tiempo, a pesar de los
graves problemas que acuciaban a España.
Ahora, que nuestro país
no está exento de otros graves problemas, acrecidos porque los sufren personas
de toda edad y condición, el Vicepresidente segundo sigue con su forma de hacer
política (en realidad impolítica) con el solo objeto de salir en los medios de
comunicación, poner zancadillas a sus colegas en el Gobierno y erosionar a las
instituciones del Estado.
Espero y deseo que los
que sufren prisión por desafiar al Estado sigan en prisión hasta que la ley lo
determine: recientemente la Sala Segunda del Tribunal Supremo les ha negado un
régimen penitenciario más favorable del que tienen. Pero viene el señor
Vicepresidente segundo y se saca de la manga que hay que indultar a los
delincuentes, prístinamente juzgados, con todas las garantías procesales, ante
todo el país, y con el agravante de no estar arrepentidos de sus delitos.
No soy un ciudadano
español que practique el odio al que piensa políticamente de manera distinta a
mí, si siquiera opuesta. Sé que los problemas planteados por la derecha
española y por el independentismo catalán, como en otra época por el vasco, han
de encontrar cauce mediante la negociación y la razón, pero no podrá excluirse
de ello a la ley.
Si los tribunales
europeos se han pronunciado sobre diversos tipos penales que en España no se
corresponden con los de otros países, y el Estado está en curso de modificar el
Código Penal en ese sentido, bien. Si las autoridades tuviesen que revisar las
penas que corresponde satisfacer a los que violaron la ley flagrante y
descaradamente, el Estatuto que ellos mismos se dieron, la Constitución que nos
dimos todos, etc., bien. Pero meter prisa a un Gobierno, marcarle la agenda al
ministro de Justicia, poner en jaque a todo el país (dando alpiste a la
derecha) para que las elecciones en Cataluña se celebren con un plus favorable
a unos en detrimento de otros, eso ya nos recuerda a las trampas del PP por las
que está encausado.
El señor Vicepresidente
segundo del Gobierno, que es una lacra –en mi opinión- para el país, tiene en
esto mucho parecido con los dirigentes del principal partido conservador en
España.
L. de Guereñu Polán.
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