miércoles, 2 de diciembre de 2020

Y DICIEMBRE…UN AÑO PARA LLORAR. Antonio Campos Romay*

 Los meses fueron cayendo como ceniza…Esmerándose cada nueva hoja de calendario en regar de tristeza calles, plazas y corazones… Abonando una depresión que provoca la incapacidad de entender el futuro…A caballo de recuerdos de una normalidad antigua que el infortunio invita a idealizar y una nueva normalidad que solo tiene de novedosa una población embozada, el agotamiento y la desconfianza abriendo la puerta a rendirse a la melancolía…

El ruso de las “Almas muertas”. Nikolai Gogol, afirmaba “cuanto más examinamos una historia más triste se vuelve”…Es lo que sucede con este año de desgracia y sin la menor gracia. Su biografía es el relato de cómo millones de seres humanos se vieron amordazados por el miedo, el desaliento y la tristeza.

Un año en que vemos como un presidente del coloso norteamericano, cada vez con más pies de barro, arrastra por el barro las instituciones y la credibilidad democrática en su desordenada deriva fascista, poniendo más si cabe, en entredicho, la honorabilidad de una Casa, más que blanca, blanqueada. Otro mandatario considerado con notoria ironía, “Emérito”, arrastra al demerito y a la deshonra a una institución y una dinastía que ya se lo había ganado a pulso a lo largo de la Historia.

Un año que se perdió en el túnel del tiempo para retrotraernos a las colas. Las del hambre… las más dramáticas… Las interminables, en establecimientos privados y organismos públicos…Y la sensación más que razonable, que la pandemia es la burda coartada para el empeoramiento del servicio y la atención a la ciudadanía.

Un año en el que bajo la siniestra capa del virus se oculta una escandalosa desatención sanitaria a una gran masa de población con patologías de diversa etiología condenada a estrafalarias consultas telefónicas… En la pesadilla pandémica se intenta escamotear cínicamente las privatizaciones y recortes brutales de uno de los pilares del Estado de Bienestar. La merma nociva encaminada de forma artera a dejar sin recursos humanos la Sanidad Pública. A deteriorar su imagen, devaluando la respuesta a las necesidades de la población.

Una política que colateralmente destroza psicológica y físicamente a los cada día más escasos profesionales, desbordados en sus tareas. Y como indecentes parches, contrataciones escasas y precarias para lavar el rostro de políticas atentatorios contra la salud pública. Para indecencia suprema, la de la “lideresa” madrileña inaugurando a bombo y platillo casposo, un “hospital de pandemias”… un inmenso cajón casi vacío y sin apenas personal, equiparable a los “decorados urbanos” de la Corea del Norte de Kim Jong-un.

Un año que sirvió cual un paseo por la cara oculta de la Luna, para ver el auténtico rostro de una clase política con dificultad para dar el nivel pertinente frente a retos de gran envergadura. Salvando valiosas excepciones, caracterizados sujetos manejan los asuntos públicos como si fueran privados, y carentes de arte y dignidad, degradan el conocido como noble arte de la política. Sustituyendo el verbo cabal por el adjetivo grueso. El sentido de estado por el sinsentido personalista. Las instituciones por patio de vecindad…

Un año donde el rumor conspirativo pisoteó el entendimiento y el bien común, en una confusa ceremonia de actores de diversos pelajes empeñados no en tumbar la pandemia, sino al ejecutivo.

Un año donde un oscuro y turbio personaje, Javier Tebas, sigue parasitando la Liga Profesional, mientras el Deportivo da con sus huesos en las catacumbas del futbol. Y un año en que de forma descarnada se evidencia que esto, indigna más a la población, que el que los investigadores científicos españoles,-de un altísimo nivel-, se vean lastrado por años de recortes en investigación para coronar sus avances en una vacuna contra la COVID-19.

Un año en que en medio la ruina económica que se abate sobre el país, las derechas que se titulan nacionales, traicionan a la nación en Europa, intentando sabotear los programas de asistencia a nuestros quebrantos. Zancadillas permanentes y deslealtades cuya felonía no debiera pasar inadvertida a quienes sufren angustiados las penurias actuales.

Quizás este año la única noticia amable sea que más allá de alaridos de viejas gargantas, y odios enfermizos preñados de horror ante lo que huela a solidaridad, en el timón halla un gobierno “social-comunista” con conciencia social. Con capacidad para abordar iniciativas muy complejas, en algún caso de no poca impopularidad. Haciendo ejemplo de templanza en medio de borrascas de críticas de amplio espectro, desde la mentira a la infamia. Y un Presidente constante en rehuir la polémica partidista. Tenaz en la convicción de convocar al esfuerzo por el bien común y a la unidad en el compromiso. Sin que esto orille las sombras, que inevitables, también existen en una gestión de momentos tan complejos y destemplados.

Váyase “Sr. 2020”…Váyase… Una pesadilla excesiva…incluso para España…

*Antonio Campos Romay ha sido diputado en el Parlamento de Galicia.



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