Cuando el 1 de octubre de 2016 se consumó una
de las más graves crisis del Partido Socialista en España, vino a mi memoria la
misma fecha del año 1937, el país en plena guerra civil, cuando se produjo la
más grave crisis y división de la Unión General de Trabajadores. Largo Caballero
había caído del Gobierno en mayo pasado y, desde entonces pero incluso antes,
se habían desatado varios enfrentamientos en la central sindical, tanto por el
control de la misma como por la marcha de la guerra, como –y esto es lo más
importante- el control que los comunistas iban teniendo tanto en la UGT como en la dirección de
dicha guerra. La central socialista, que ya había integrado a la Confederación
General comunista, quedó dividida en dos, una dirigida por
González Peña y otra por el mismo Largo Caballero.
Se hicieron gestiones ante la Federación
Internacional Socialista, dirigida entonces por Schevenels, el
cual no se inclinó por ninguno de los dos grupos, sino que les invitó a
encauzar democráticamente la solución para restaurar la unidad. Incluso estuvo
en España el internacionalista León Jouhaux, que a juicio de Largo favoreció al
grupo de González Peña; el ya Presidente Negrín no se interesó por la escisión
sindical y delegó en su ministro de la Gobernación, Julián Zugazagoitia, demasiado
ocupado en la guerra para atender a este asunto. Desde entonces comenzó el
declive, a todos los niveles, del gran Largo Caballero, que habiendo cometido
errores gruesos a lo largo de su vida pública (¿quién no?) ha dejado una estela
de esfuerzo casi inigualable en la defensa de los intereses obreros.
El hecho de que esta división ocurriese en
plena guerra, cuando las fuerzas republicanas solo habían conseguido detener la
ofensiva sublevada en Madrid, el Jarama, Brunete y Guadalajara, muestra a las
claras que los problemas de la
República española no estaban solo en el campo de batalla.
Largo, presidente del Gobierno entre septiembre de 1936 y mayo de 1937, se
había visto obligado a integrar a varios ministros comunistas en su gabinete,
pues la ayuda soviética se canalizaba a partir de su partido. Si hacemos caso a
las fuentes que nos han dejado Zugazagoitia, Prieto, Largo y otros, y que han
sido estudiadas profusamente por los historiadores, uno de los comunistas
(ministro con Largo) que más calentó la situación en aquellos momentos fue
Jesús Hernández, que estuvo en contacto con los agentes soviéticos para que el
PCE se hiciese con la dirección de la guerra.
Largo era, al mismo tiempo que Jefe del
Gobierno, ministro de la Guerra,
lo que fue caballo de batalla para los comunistas, que querían desposeerle de
esto último, pero también del grupo prietista en el PSOE, partidario entonces
de la colaboración comunista como luego lo fue Juan Negrín, ya en la
presidencia del Gobierno en sustitución de Largo. Este, heredero del socialismo
más acrisolado del pasado siglo, que tomó el testigo del mismo Pablo Iglesias,
no concebía que los escindidos en 1921, aprovechando una guerra, se hiciesen
dueños de la situación e impusiesen lo que entonces se llamó –sin llegarse a
consumar- el “Partido Unificado de los Trabajadores” (ya se había producido la
unificación de las juventudes socialista y comunista). Curiosamente la unidad
de acción con la CNT
ya se había producido e iba por buen camino, salvo la indisciplina que siempre
caracterizó a esta central durante la guerra.
Las exigencias comunistas de eliminar al POUM,
un partido no estalinista y, por lo tanto, heterodoxo para los comunistas de
José Díaz, nunca fueron aceptas por Largo, como tampoco que se combatiese a la CNT, verdadero estorbo –y esto
sí está comprobado- para que en el frente de batalla hubiese orden y
centralización del mando. El problema está (y hoy ya se sabe) en el seguidismo
a pies juntillas que el PCE hacía de las directrices de Moscú, que tenía el
beneficio de la ayuda militar recibida por la República. Ya estaba el régimen
soviético emponzoñado en las grandes purgas, pero estas, hay que reconocerlo,
solo eran conocidas por unos pocos y quizá no por los comunistas españoles.
Largo siempre consideró a Prieto el máximo
responsable de su caída del Gobierno, aunque hoy sabemos que esto no fue así,
pues entonces sus seguidores controlaban la dirección del PSOE, que participó
en la caída de Largo. Pero la fuerza que este tenía en la UGT, con ministros en el
Gobierno, era un problema para sus adversarios en el campo republicano y dar la
batalla en la esfera sindical fue lo que llevó a la caída del gobierno Largo, a
la crisis profunda de la UGT
y a su división, lo que trajo no pocas consecuencias para el futuro.
Si tenemos en cuenta que el 1 de octubre de
este año que acaba ha sido el de la consumación del descerebramiento
nacionalista en Cataluña y que en fecha igual de 1936 el general Franco se
autoproclamó Jefe del Estado en la capitanía general de Burgos, la fecha ha de
ser considerada verdaderamente maléfica.
L. de Guereñu Polán.
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