viernes, 22 de diciembre de 2017

Lo difícil que es aceptar la democracia


No me refiero a la democracia en un sentido teórico, con la que casi todo el mundo está de acuerdo: ¿quien se presenta en un foro diciendo que está contra la democracia? Me refiero a las piruetas dialécticas, a las mentiras, a las falsedades que se vierten sobre la realidad. Por ejemplo, los dirigentes independentistas catalanes dicen representar a la mayoría del pueblo catalán cuando en las dos últimas elecciones autonómicas los resultados les desmienten. O bien escudarse en un artificio electoral (la ley que prima a unos territorios en detrimento de otros) para hacer valer lo que no vale (el presidente Trump, y no ha sido el único, obtuvo menos apoyos populares que la señora Clinton).

Otro ejemplo está en los responsables públicos (irresponsables) que meten la mano en la caja de los caudales públicos en beneficio propio, o administran a favor de terceros el bien público con el objetivo de ser recompensados por esos terceros más tarde. O bien esos irresponsables públicos entienden que la mayoría de la población aprueba esas prácticas (lo que no se sostiene) o se resisten a respetar la voluntad de la mayoría, lo que es evidente.

Ya en su origen la democracia empezó siendo el gobierno de los hombres libres (solo hombres), estando excluidos los esclavos, las mujeres y los extranjeros, y ahora también tenenos ejemplos en los que se ve lo difícil que es aceptar la democracia en su más pura acepción.

Está pendiente –en España y en otros países- de decidir si el que gobierne ha de ser el más votado o el que concite más apoyos tras la votación, si esta debe ser a una o a dos vueltas, si el sistema más adecuado a cada caso es el mayoritario o el proporcional, si ha de haber mecanismos correctores de este último, etc.

Una prueba irrefutable de la dificultad en aceptar la democracia es la resistencia a modificar las leyes electorales para que estas permitan que el resultado final sea el más fiel de los posibles a la voluntad de los votantes. Sabido es que un sistema proporcional es más justo con la voluntad de los electores que cualquier otro, pero la división en circunscripciones y el número de candidatos que se elijan por cada una, juega un papel determinante (no descubro nada con esto). Siendo así, la circunscripción más justa es la única, como para elegir diputados al Parlamento Europeo (salvada la existencia de estados distintos en la U.E.).

Las provincias vascas eligen 25 diputados/as cada una, siendo así que la de Vizcaya tiene muchos más electores que las otras dos juntas. En Cataluña, los mismos electores en una u otra provincia no eligen al número de diputados proporcional a su población. Lo mismo en Galicia, donde las provincias con menos población están primadas a la hora de elegir a los diputados. Y luego salen parlamentos que no representan realmente (en puridad) a los electores.

Hay ejemplos sobrados de cómo el actual presidente del Gobierno español ha pretendido burlar a la Justicia, ha encubierto el delito (y el anterior rey de España también) y no está solo en este asunto. No digamos si extendemos la exigencia de la democracia al reparto y disfrute de la renta y la riqueza (porque no hacerlo es negar lo más importante). Con esto ya no están dispuestos a comulgar sino una –quizá- pequeña parte de la población. Y sin embargo no habrá democracia plena mientras la riqueza no esté repartida equitativamente (con las correcciones que impongan la burla y la vagancia de no pocos). Pues ya vemos que la acumulación de la riqueza en unos pocos no solo es negar la democracia en su sentido más amplio y puro sino el impedimento para que la voluntad de la mayoría se imponga de una vez. 

L. de Guereñu Polán.

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