El Centro de Exposiciones Arte Canal de Madrid,
muestra el horror de nuestra historia relativamente reciente entre el pasado
mes de diciembre y el 17 de junio del presente año. El tren y los zapatos,
estos son los dos elementos que la exposición sobre los campos de Auschwitz, y
por extensión de todos los campos de exterminio, internamiento, concentración,
etc. que llevó a cabo el nazismo, sintetiza de aquella monumental matanza.
Oswiezim es una pequeña población polaca, al
sur del país, donde los nazis instalaron los campos para el mayor sufrimiento
de judíos y gitanos, sobre todo. La ciudad se remonta al siglo XII como
baluarte defensivo en una época de continuas guerras, pero su población era
mixta (alemanes y polacos entre otros). Destruida a mediados del siglo XVII,
luego quedó bajo dominio del imperio austro-húngaro. Famosa por la fabricación
de vodka y otros licores, buena parte de la población vivía, por lo menos desde
principios del siglo XX, del trabajo en la fábrica de una familia judía. Ahora Oswiezim
es una plácida población a orillas del río Sola, muy cerca de su confluencia
con el Vístula.
El lugar fue elegido por los nazis para
construir cinco campos de concentración –en realidad de exterminio- y una
prisión, de los que fueron liberadas las personas que no habían perecido a
finales de enero de 1945, por uno de los ejércitos soviéticos al mando del
mariscal Iván Kónev. Allí sufrió cautiverio Primo Levi, escritor que nos ha
dejado testimonios espeluznantes de lo que vio y experimentó; pero también hubo
gitanos, que llamaron porrajmos al exterminio que sufrió esta etnia a manos de
los nazis. Se conservan algunas filmaciones sobre la vida de niños gitanos en
un orfanato de la época.
La exposición muestra un buen número de
carteles propagandísticos de los nazis en relación al territorio que habría de
reconquistarse: no solo donde había mayoría de población alemana, sino aquellas
tierras que antes habían sido alemanas y las que se necesitaban para esclavizar
al mundo eslavo, judío y gitano. Debemos a Ludwig Neumann, fotógrafo alemán de
origen judío, muchas fotografías que ilustran la vida durante el mandato de los
nazis. Él mismo estuvo internado en Dachau durante poco tiempo.
En Auschwitz estuvo también Jan Komski, pero con
nombre falso. Aunque consiguió escapar en 1942, pocos días después fue
capturado, pero ahora con su verdadero nombre, lo que le libró de la muerte. A
él debemos dibujos de la vida en los campos: cuerpos descarnados, miradas
hundidas, semblantes sin esperanza, tristeza infinita…
En la exposición se ven botes del gas Zyklon B,
fabricado con fines criminales por el conjunto de industrias colorantes, luego
químicas, conocido como IG Farbenindustrie, del que formó parte la muy
“respetable” Bayer, todavía hoy existente. Allí se habla de la conferencia de
Wannsee, que preparó la “solución final” a principios de 1942, al suroeste de
Berlín. El edificio de tres plantas, sobrio salvo en el centro de la fachada,
con la cornisa curvada y dos columnas jónicas, no invita e pensar en tan atroces
intenciones.
Pero también se nos habla de quien ha empleado
parte de su vida a denunciar los crímenes del nazismo: es el caso, entre otros,
de Serge Klarsfeld (su padre sufrió en Auschwitz la monstruosidad nazi). De
origen judío y nacido a comienzos del III Reich, su labor de denuncia ha
permitido poner al descubierto casos como el de quien llegó a ser Secretario
General de la ONU,
Kurt Waldheim, pero no solo. También tiene un interés extraordinario el álbum
de Karl Hocker, conteniendo más de cien fotografías hechas por su autor durante
su estancia en Auschwitz: “cámaras de gas y crematorios en donde diariamente se
eliminan miles de vidas ante la pasividad y divertimento de los protagonistas
de estas fotografías”. La exposición también muestra las viviendas de los
militares al mando de los campos de exterminio, la felicidad de sus hijos, con
árboles y piscinas, la pasividad de sus esposas, quizá orgullosas del estatus
de sus maridos.
Enaguas, vestidos, batas de médicos asesinos,
fotografías de nazis entregados a una causa terrible, gafas de los presos,
objetos menudos de adorno o para ungüentos, cucharas, herramientas, una casa de
barracón original, alambradas y postes, mil explicaciones, libros, objetos de
culto judío, escenas de las costumbres gitanas, músicos para amenizar los pocos
momentos de solaz, pero también piezas originales de los hornos crematorios,
hierros, látigos…
La exposición, extraordinaria, permite
interiorizar, mejor que de ninguna otra manera –como no sea habiendo vivido en
aquellos campos de la muerte- lo que fue el holocausto, el régimen nazi, la
locura de una población Europea que no podemos estar seguros de que haya
aprendido la lección.
L. de Guereñu Polán.
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