lunes, 21 de mayo de 2018

El nacionalismo naranja



El nacionalismo del señor Rivera puede llegar a ser peligroso si, como está ocurriendo, se enfrenta a otros nacionalismos; el catalán por ejemplo. Es tan pernicioso uno como el otro. Es tan egoísta este o aquel. Por eso desde una perspectiva socialista el sustantivo que más conviene es el de internacionalismo. ¿He de estar yo más próximo a un asalariado chino que a un capitalista español o gallego? Creo que sí: la lucha más que centenaria de los que viven de su trabajo por repartir la riqueza de manera que exista verdadera democracia en el mundo no ha terminado, ni mucho menos. Incluso ahora se hace más necesaria que en otros momentos, porque el capitalismo ha generado nuevas formas de explotación verdaderamente lacerantes.  

El señor Rivera, al que no ha importado dar sus votos para investir Presidente a un socialista y, a las pocas semanas, dar sus votos para investir Presidente al actual en España, dice mucho de la total falta de coherencia de aquel político. Él nació para combatir al nacionalismo catalán, no para otra cosa. Como la política española estaba enfangada en casos de corrupción muy graves, al señor Rivera le sirvió de banderín de enganche la lucha contra ella, pero solo retóricamente, porque en la realidad permite que siga ocupando un escaño en el Senado una señora incursa en un caso de corrupción, permite que el máximo aplaudidor de doña Cifuentes sea Presidente de la Comunidad de Madrid y otro tanto parecido en Murcia… Podríamos seguir poniendo ejemplos.

El señor Rivera tiene dos patas sobre las que se sostiene su “ideología”: el nacionalismo español y el liberalismo económico manchesteriano, el más extremo, el que adelgaza más al Estado para dejar a los individuos al socaire de las fuerzas del mercado. Todo lo demás le importa un rábano al señor Ribera, que no tiene una política exterior, ni de defensa, ni de sanidad, ni de educación (como no sea para hacerla “nacional” en el peor sentido de la palabra), no tiene una política de migración y así sucesivamente.

Aunque el señor Rivera suele acusar al populismo él cae con frecuencia en dicho vicio, pues trata de responder con “soluciones” fáciles a problemas complejos; de ahí ese hablar suyo tan tajante y resuelto. No es un hombre formado en los grandes debates políticos que sí han tenido que ensayar otros. Por eso se le ocurre proponer para la alcaldía de Barcelona a un perdedor en Francia (después de haber sido primer ministro) y para no sé que cargo a un excelente escritor peruano que está más para filosofar que para otra cosa. Podría el señor Rivera leer más asiduamente al señor Vargas Llosa, que es un buen teórico del liberalismo, de la democracia y de los problemas que el populismo ha generado en América Latina.

El señor Rivera es uno de esos políticos surgidos espontáneamente aprovechando una coyuntura desfavorable para un país, en este caso España. Su discurso es vacío, no hay en él reflexión alguna que sugiera pensar, todo es llano y fácil. Propone antes de tiempo (antes había hecho lo contrario) la continuidad de la aplicación del artículo 155 para Cataluña pretendiendo ignorar que la decisión la ha de tomar el Senado cuando se den ciertas condiciones… Pero el señor Rivera tiene prisa en querer ser el primero en decir esto o aquello, y cuenta con el inestimable apoyo de un xenófobo y racista llamado Torra, que le pone las truchas en el anzuelo.

Torra y Rivera se complementan: el uno es más bruto, el otro más osado; el uno es un lacayo, el otro se cree elegido por los dioses. Liberémonos de políticos como el señor Rivera, porque lejos de renovar la derecha española la va a prolongar en aspectos muy negativos de su tradición, que defendieron con denuedo los Calvo Sotelo, los Gil Robles o los Antonio Goicoechea. Estos, como el señor Rivera, dijeron no ver clases sociales, no vieron, como el señor Rivera, más que españoles unidos en un afán común, los cuales necesitan un guía clarividente que reparta bendiciones a todos.

Lo malo es que sí hay clases sociales, hay miseria que sufren varios millones de españoles, hay lacras y vicios no desterrados en nuestra sociedad, hay riqueza acumulada espuriamente, hay todo un campo infecundo que cultivar, del que el señor Rivera no tiene ni idea, o no le interesa porque está a otra cosa. 

L. de Guereñu Polán.

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