G. de Azcárate |
En un libro de Javier Tusell que leí
recientemente (“Alfonso XIII, el rey polémico”), se habla de las relaciones,
deliberadas, del rey con personalidades republicanas del mundo de la cultura y
de la ciencia en la segunda década del siglo XX. En todo el libro se nota la
evolución del rey desde los primeros años del reinado hasta que se fue
convirtiendo en el legitimador del golpe de Estado de Primo de Rivera.
El primer personaje que, habiendo sido
republicano blasquista en su juventud, aceptó entrevistarse con el rey, es el
pintor Sorolla, el cual incluso habría intercedido para que aquel propiciase
cierto nombramiento eclesiástico. El rey trató a Sorolla con mucho tacto,
sabiendo que ya había triunfado en Estados Unidos con su obra y se estaba
construyendo un palacete (que hoy es la sede del Museo Sorolla) en Madrid.
En 1913 hacía poco que se había fundado el
Partido Reformista de Melquíades Álvarez; en ese mismo año se fundó la Liga de Acción Política de
Ortega y Gasset y Sorolla había sido nombrado vocal del patronato del Museo del
Greco, cuyo creador había sido Benigno Varela, donando al Estado dicha
institución en 1910 (no obstante, Varela era monárquico). Al mismo tiempo se
había apartado al conservador Maura del poder tras los graves sucesos de la “semana
trágica” de Barcelona en 1909. El Partido Socialista ya contaba con
representación en el Congreso de los Diputados (un solo escaño) y, en general,
se estaba produciendo la eclosión de lo que luego se ha llamado la “edad de
plata” de la cultura española, con la generación de 1914.
Otras personalidades que tuvieron cierto
acercamiento a la persona del rey (no a la monarquía) fueron Bartolomé Cossío y
Giner de los Ríos, ambos de la Institución
Libre de Enseñanza. Reconocimiento al rey también tuvo Melquíades
Álvarez, que en un mitin en Murcia alabó la postura del monarca al haber
apartado a Maura del poder.
En esta época Alfonso XIII recibió, a
invitación suya, a Bartolomé Cossío, Director del Museo Pedagógico a la sazón,
Ramón y Cajal, Premio Nobel de Medicina y a Gumersindo de Azcárate, presidente
del Instituto de Reformas Sociales. Todas las entrevistas fueron fructíferas
para el rey, que se mostró receptivo a las diversas visiones liberales de estas
personalidades, incluso republicanas en la mayor parte de los casos. Azcárate,
quizá el más prudente de todos los citados, pidió que la visita que haría al
monarca fuese conocida y refrendada por el Gobierno, presidido entonces por
Romanones, lo que este hizo con mucho gusto.
En estas entrevistas se habló de la
democratización del país, de la necesidad de contar con los partidos
republicanos en caso de problemas graves, de educación popular y de otras
cuestiones sociales. Las declaraciones que hicieron la mayoría de estas
personalidades tras su entrevista con el rey fueron laudatorias y la prensa
reaccionó de diversa manera ante el acercamiento de la monarquía al liberalismo
cultural, científico y republicano. La conservadora criticó este “maridaje” o
se mostró renuente a que se prolongasen los contactos. La liberal y republicana
mostró su aprobación, pues permitía avistar una evolución de la monarquía hacia
lo que ya se sabía de la británica y la italiana, verdaderas referencias para
las izquierdas dinásticas.
La primera guerra mundial demostró que los sucesivos
gobiernos (el primero el de Dato) no consiguieron aquella democratización que
solo se esbozó en las entrevistas con el rey. La neutralidad española permitió
negocios extraordinarios a banqueros, terratenientes e industriales, que se
convirtieron en suministradores de productos y receptores de capitales foráneos
sin que ello repercutiese en la gran masa de la población, y respuesta a ello
fue la gran huelga general de 1917. Precisamente después de esto, y más aún a
partir de Annual (1921) la deriva del rey hacia una “solución” militar acabó
con toda esperanza por parte de demócratas y republicanos. Fue la tumba
política del monarca (y de la monarquía por mucho tiempo).
Cuando algunos aprendices poco afanosos en
formarse, ponen el grito en el cielo por la lealtad constitucional de la
verdadera izquierda española actual con la institución monárquica (resultado
del pacto constitucional) antes de lanzar sus soflamas debieran conocer los
intentos de las personalidades citadas aquí, que no fueron las únicas, y
distinguir entre los principios y el día a día de la política.
L. de Guereñu Polán.
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