Palacio de San Telmo. Sevilla |
En el año 2016 el Partido Socialita sufrió una
grave crisis por el empeño de la
Presidenta de Andalucía de convertirse en Secretaria
nacional. El calendario no le era propicio, porque hacía poco que había
sucedido en dicho cargo el Presidente Griñán, pero aún así hizo caso a los
cantos de sirena que escuchó a su alrededor y, con la excusa de que el señor
Sánchez, a la sazón elegido Secretario en buena lid, pretendía formar gobierno
con el apoyo de Ciudadanos y Podemos (ambos partidos habían apoyado al PSOE en
varias Comunidades Autónomas) sustituirle. Pocas veces se ha visto con mayor
claridad la “política” del quítate tú que me pongo yo sin más miramientos.
Una conspiración de palacio, revestida por el
hecho de que se produjo valiéndose de una mayoría en el Comité Federal (máximo
órgano entre congresos) echó al señor Sánchez y nombró a una Comisión Gestora
con el encargo de convocar Congreso en un plazo más o menos breve. Entre
tanto la política nacional en el Parlamento había continuado: el grupo parlamentario socialista,
inspirado por el señor Sánchez y sus colaboradores más estrechos, no estaba
dispuesto a permitir la investidura de don Mariano Rajoy, que se había revelado
como el principal encubridor de la corrupción en España e impulsor de las
políticas más antisociales en los últimos años.
La vieja guardia del PSOE se alineó con la Presidenta andaluza en
una ceguera que luego se ha demostrado por el rechazo de la militancia y por el
éxito de la moción de censura que, no siendo diputado, presentó el señor Sánchez.
No siendo diputado porque antes que dar su voto para la investidura del señor
Rajoy, Sánchez renunció a su escaño, lo que no hicieron otros diputados
socialistas, que se indisciplinaron respecto de lo que la dirección (la Gestora) había
establecido. Han presumido mucho estos pero no tienen legitimidad para hacerlo
porque crean un precedente muy peligroso: ¿podrá cada diputado, en el futuro,
votar lo que crea al margen de la decisión del grupo parlamentario? Su egoísmo
consistió en no seguir el ejemplo de aquel al que admiraban: dimitir de sus
escaños. Eso sí hubiese sido valiente y generoso.
Como prólogo de la crisis llovieron las llamadas telefónicas entre el Palacio de San Telmo, en Sevilla y las ciudades de Mérida, Zaragoza, Valencia, Valladolid, Madrid, Oviedo... Los mensajeros iban y venían, los planes se sucedían, se contaban los apoyos y las defecciones; sudores de unos, inquietud de otros, un sin vivir.
En medio de la vorágine tuve ocasión de hablar
con un estrecho colaborador de don Javier Fernández, Presidente de la Gestora: sus palabras
fueron reveladoras de hasta que punto los deseos de la Presidenta andaluza
primaban sobre cualquier otra consideración. Pero una vez defenestrado, el
señor Sánchez se lanzo a los campos de Castilla, a las villas y ciudades, a las
navas y poblaciones costeras, a las montañas y valles… hablando con unos y
otros. Más del 50% de la militancia le dio su confianza en unas elecciones
primarias ejemplares, que permitieron al señor Sánchez refrendar a su Comisión
Ejecutiva en el subsiguiente Congreso del PSOE. Se había consumado una rectificación
histórica a las formas de actuar que fueron norma en la época de don Felipe
González y don Alfonso Guerra, donde un delegado, con los votos de toda una
delegación, decidía en un corrillo lo que luego se consagraba en una gran sala
congresual.
La triunfante moción de censura en el Congreso
de los Diputados ha dejado a todos, por el momento, descolocados: desde la
derecha rancia a la izquierda sedicente. Mientras, el señor Sánchez ha formado
un Gobierno con minoría parlamentaria que parece tiene mucho que decir, porque
podrá ir pactando leyes con unos u otros según los casos, pero sobre todo,
haciendo justicia contra la mezquindad de tener secuestradas iniciativas
parlamentarias de los diversos grupos.
Auguro para lo que queda de legislatura momentos
de gloria (a la izquierda y al país). Otra cosa serán las siguientes elecciones
y la legislatura a la que darán inicio. Ese será ya otro episodio de la
historia política reciente de España; esperemos que más brillante y
constructiva. Al menos se ha logrado que el Gobierno no esté sustentado por una
banda de forajidos.
L. de Guereñu Polán.
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