¿No ha de salir a la palestra
pública la Casa Real y decir algo tranquilizador, o denunciar, sobre los
rumores y noticias en relación a Juan Carlos de Borbón, el llamado rey emérito?
Ya lo de emérito puede no ser apropiado, pues es de aplicación solo a quien se
ha retirado de la función pública después de unos servicios ejemplares. No
todos parecen haberlo sido en el caso de que se trata.
Si fuera cierto que Juan Carlos
de Borbón es propietario de una fortuna de dos mil quinientos millones de euros
¿no ha de decir nada la Casa Real sobre la licitud de su acopio? No es
necesario –ni obligado- que diga las maneras y formas en que se ha obtenido,
simplemente una declaración sobre el convencimiento moral o la certeza de que
la fortuna del anterior Jefe del Estado, sea cual fuere, ha sido obtenida por
medios lícitos. Si no es así la Casa Real no puede encubrir la sucesión de
delitos que se hubiesen producido.
Si una persona amiga de Juan de
Borbón, hombre o mujer, se hubiese beneficiado de la condición de Jefe del
Estado de aquel ¿no ha de saberlo el actual rey y salir por medio de un
meditado y sincero comunicado a la opinión pública para desmentirlo o
confirmarlo, denunciándolo en este caso?
En las monarquías el rey es la
máxima magistratura del Estado (lo que no quiere decir que tenga el máximo
poder) por lo que la andadura de un rey por el cargo debe de ser ejemplar si
queremos exigirlo a los demás ciudadanos. ¿Cómo podremos hacer cumplir la ley
al común de los mortales si la encarnación –en su momento- del Estado no lo ha
hecho y ha incurrido en crímenes sucesivos?
El tema está en los medios de
comunicación y en los tribunales de justicia. Un alto responsable de los
servicios de inteligencia ha rendido explicación al Parlamento, pero solo en
cuanto a la información de que dispone sobre la seguridad del Estado, no sobre
otros casos de índole privada. La inviolabilidad de Juan Carlos de Borbón hasta
el momento de su abdicación (art. 56.3 de la Constitución) ya no es tal una vez
pasa aquel a ser “emérito” y su aforamiento le obliga a rendir cuentas ante la
sala correspondiente del Tribunal Supremo. Pero la Casa Real no puede esperar a
que los tribunales se pronuncien penalmente, ha de aclarar ante la opinión
pública lo que esté en su mano aclarar, porque no puede alegar desconocimiento
absoluto sobre los graves asuntos presuntamente ocurridos.
¿Ha sido el anterior Jefe del
Estado mediador para el enriquecimiento de terceras personas y para el suyo
propio? ¿Qué negocios le han unido o le unen a personas nacionales o
extranjeras? ¿No le unen negocios de ningún tipo? ¿Ha tenido o tiene el
anterior Jefe del Estado dinero oculto en cuentas bancarias de paraísos
fiscales y/o en Suiza? Porque de ser así sería muy poco ejemplar, muy poco
patriota… ¿Se ha beneficiado el anterior Jefe del Estado de alguna amnistía
fiscal por sí o por medio de testaferros? ¿Posee mediante dádiva el anterior
Jefe del Estado alguna propiedad inmobiliaria en Marruecos o en cualquier otro
país, lo que podría ser constitutivo de cohecho?
Sobre todo esto la Casa Real
puede decir lo que sepa, sin prejuzgar las decisiones judiciales; no pude
permanecer callada (y si el silencio fuese inspirado por el Gobierno, peor). La
Casa Real no debe encubrir a ninguno de sus miembros, ni al anterior Jefe del
Estado; debe explicar a la opinión pública lo que sabe, ni más ni menos,
expresando su parecer sobre las hipótesis planteadas y, eventualmente, la
denuncia sobre la comisión de delitos que –eso sí- deben de ser demostrados por
los tribunales de justicia. La Casa Real, en suma, puede pronunciarse ante la
opinión pública sobre su convencimiento moral acerca de los hechos en discusión
e investigación; permanecer callada aparenta complicidad, y la monarquía en
España ya ha dado los suficientes casos de mal ejemplo como para ser necesario corregir
radicalmente esa tradición.
No puede escudarse, el anterior
Jefe del Estado, en que ahora es una persona privada, porque lo que se trata de
descubrir son hechos durante su etapa pública; tampoco que fueron hechos en al
margen de su cargo, sabiendo que la más mínima indicación de un rey se
convierte en determinante para inclinar algo hacia un lado o hacia el otro.
Juan Carlos de Borbón ¿está implicado en los casos de corrupción por los que ha
sido condenado el señor Urdangarin y otros delincuentes convictos? No es poco
para que la Casa Real no hable, máxime cuando sí lo hizo para condenar la
violación de la ley por ciertas autoridades de Cataluña… E hizo bien.
L. de Guereñu Polán.
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