En el primer tercio del siglo XXI, cuando la Unión General de
Trabajadores cumple sus 130 años de existencia, es perceptible como la
oligarquía emplea a fondo sus mecanismos para silenciar los sindicatos. Los
medios subordinados a la misma son diligentes en la estrategia de desprestigio de
estas organizaciones. Medias verdades o mentiras se repiten hasta la saciedad
hasta conseguir vitola de autenticidad.
Se trata de que las trabajadoras
y trabajadores, esquilmados en sus ingresos, precarizados sus trabajos, u
obligados a emigrar, no solo se estrellen ante los brutales recortes de sus
derechos, sino hacerlos más vulnerables alejándolos de sus instrumentos de apoyo
y negociación, los sindicatos. Negar tal intención, sería ceguera suicida o
cinismo interesado. Algo que no se reduce al ámbito español. Buena muestra es el
fundamentalista Trump y su cohorte reaccionaria intentando ahogar
económicamente el sindicalismo de su país. Lo advierte el periódico británico “The
Guardian”, citando documentos de colectivos ultra-liberales que trazan entre
otras acciones, “campañas encaminadas a convencer a los miembros de los sindicatos
que dejen de pagar sus cuotas”. “
El movimiento sindical, que
ciertamente necesita fortalecer su imagen y protagonismo, acomodando su dinámica
a los nuevos retos de la sociedad, es un
mecanismo indispensable en la lucha por la libertad, y para vertebrar el
diseño de un escenario democrático de garantía de derechos y protección de
conquistas sociales. Con visión
histórica, cuando la UNION GENERAL DE TRABAJADORES celebra su 130 aniversario,
queda fuera de toda duda, que más allá de numerosas luces y algunas
sombras, es un elemento indispensable
del relato contemporáneo de la historia de España y del catálogo de conquistas
sociales habidas.
En la mañana de un 12 de agosto
de 1888, 26 delegados de 44 sociedades obreras de oficios de toda España, representación
de algo más de 5.000 afiliados se reúnen en una sede socialista ubicada en la
calle Tallers núm. 29, de Barcelona, para iniciar las sesiones el Primer
Congreso Nacional Obrero. A propuesta de Pablo Iglesias Posse, la organización
que surge se nominará UGT. Su hombre de confianza, miembro como el de la poderosa
Federación de Tipógrafos, Antonio García
Quejido, a la sazón Secretario General de la Federación Socialista Madrileña,
será el primer presidente. Como dato curioso, la cuota de los afiliados se fija
en cinco céntimos. El P.S.O.E., fundado en 1879 por Pablo Iglesias Possé establecería como requisito para la militancia
su pertenencia a la UGT, lo que estará en vigor hasta la década de los ochenta
del pasado siglo.
Desde su fundación, su acción
sindical está encaminada a alumbrar una legislación social garante de unas
relaciones laborales justas y dignas. Para ello basculó tácticamente entre la
lucha reivindicativa y el reformismo. Lo que siempre generó debates sobre la
estrategia del sindicato entre sus dirigentes. El año 1917 es una prueba de
fuego del sindicalismo español. La UGT apoya decididamente la huelga del 13 de
agosto de ese año, afrontada por el gobierno con la proclamación del estado de
guerra. Durante la dictadura de Primo de Rivera, en una maniobra cuando menos
polémica, posiblemente encaminada a desmarcarse del auge
anarcosindicalista, mantiene un dialogo con el régimen que se visualizará en la
presencia de Lago Caballero en el Consejo de Estado. La relación se rompe en
1927 al rechazar la UGT formar parte la “Asamblea Nacional” con la que Primo de
Rivera pretendía legitimarse.
La UGT apoyó decididamente la Republica, ocupando Largo Caballero la cartera de Trabajo entre 1931
y 1933 dejando la impronta de importantes leyes sociales. En octubre de 1934
ante la deriva reaccionaria y antirrepublicana de la CEDA participa en la
huelga revolucionaria de octubre que es aplastada con brutalidad y dureza represiva
con la intervención del Ejército y la Legión extranjera a las órdenes del
general López Ochoa y el coronel Yagüe y del general Franco desde el Estado
Mayor en Madrid.
Tras el golpe de estado y
posterior guerra civil, la UGT se vuelca en colaborar con el gobierno de republicano
en todos los planos. Pone su casi millón y medio de afiliados al servicio de la
Republica con un doble compromiso: la participación militar en los frentes de
combate y en la retaguardia, intentando afrontar la demanda productiva del
esfuerzo de la guerra.
El triunfo del franquismo obliga
a una trágica diáspora a centenares de miles de compatriotas que en muchos
casos terminaran en campos de concentración. La represión se ensaña con el
sindicalismo, y los sicarios fascistas saquean, igual que hacen con el resto de
las organizaciones democráticas, todos sus bienes e inmuebles. Es el umbral de
“a longa noite de pedra” donde la represión, el crimen y la impunidad van de la
mano.
Nicolás Redondo Urbieta, socialista
de trayectoria ejemplar y comprometida, será la persona que a partir del 18 de abril de 1976, en que es elegido secretario general en el XXX
Congreso de la UGT, pilotará el tránsito del sindicato en las primeras décadas
de la democracia restaurada. Referente
en las luchas obreras de las acerías navales vascas y metalúrgico de La Naval, su
retiro es un modesto piso en Portugalete (Vizcaya) comprado a plazos a mediados
del pasado siglo.
Este ciento treinta aniversario
es bueno para recordar la deuda de gratitud que
España, la clase trabajadora, la ciudadanía tiene con los hombres y
mujeres que desde el sindicalismo contribuyeron a construir una sociedad más
solidaria y humana. Y desde luego con
dirigentes de la altura moral de Marcelino Camacho (CCOO) o Nicolás Redondo
(UGT) entre otros.
.Antonio Campos Romay
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