viernes, 7 de septiembre de 2018

Hace diez y siete años


Hace diez y siete años propuse en el primer claustro del curso, en el Instituto donde me encontraba destinado, que dicho claustro aprobase una resolución de apoyo a una profesora de religión católica que había sido expulsada por el obispo por haberse casado con un hombre divorciado. La resolución propuesta contemplaba hacer público mediante la prensa, radio y televisión el acuerdo al que se pudiese llegar. Hubo un pequeño debate en el que cierta izquierda de café puso por delante su oposición a que la enseñanza de la religión estuviese en los currículos de enseñanza, lo que no tenía nada que ver con mi propuesta. La derecha, católica o no, se dividió según se tratase de los que querían defender la decisión del obispo o los que ponían por delante los derechos de la profesora. Otra izquierda claustral votó mi propuesta con un elevado número de abstenciones, saliendo aprobada… pero la Dirección del Instituto no envió a los medios el acuerdo adoptado, por lo que no tuvo el efecto deseado.

La profesora se llama Galera Ramos, ahora el Tribunal Supremo le ha dado la razón y ha condenado al Estado y al obispo de Almería a pagarle los atrasos desde el año 2012 hasta que dicha profesora vuelva a ser contratada, a lo que están obligados el Estado y el obispo de Almería, en el colegio privado de donde fue expulsada.

El obispo inquisidor quizá creyó que podía inmiscuirse en la vida privada de la profesora, como hacen todos los clérigos católicos cuando reciben en confesión a sus fieles. No sé si el obispo actuaría igualmente en el caso de que la profesora hubiese contraído matrimonio con un negro, un musulmán o un chino, pero lo cierto es que el Tribunal Supremo, con un retraso record, le ha quitado la razón al inquisidor. Lo del negro porque el color quizá sea reflejo de su alma, lo del musulmán porque podría influir en la fe inmaculada de la profesora, y lo del chino porque, teniendo en cuenta el refrán “trabajar más que un chino” representaría no respetar el descanso dominical. El obispo, quizá, deba rendir cuentas ahora al Altísimo.

La Iglesia católica tiene esparcidos por el mundo a una serie de personajes que en nada se parecen a lo que representa, hoy, el papa Francisco, a quien juzgo con todas las limitaciones de quien está en un avispero difícil de gobernar. La Curia por un lado con sus privilegios, los cardenales en su opulencia, los obispos con el derecho canónico por bandera, sus jurisdicciones sacrosantas, y los curillas pelotas haciéndoles el juego. Nada que ver con la Iglesia misionera que, en tantos casos, ha dado muestra de una abnegación y ejemplo extraordinarios, independientemente de la fe que uno tenga.

¿Qué tendrá que ver que una señora (o señor) estén casados o solteros, con un divorciado o con un homosexual, con un gordo o una flaca, para ser o no responsables en el ejercicio de su función docente. Ya sé que no debiera existir una disciplina de Religión católica en los centros públicos (el de la profesora represaliada es privado) pero si existe, respétense los derechos de todos los profesores mientras la ley no diga lo contrario. Y el obispo de turno, por muy santón que aparente, también debe respetarla, pues no está al amparo del Espíritu Santo por mucho que el purpurado se lo crea.

El artículo 16.3 de la Constitución española, que fue una concesión de la izquierda a la derecha a favor de la concordia que se deseaba para la transición política, no ha sido tan pernicioso como los acuerdos Estado-Iglesia de enero del año 1979, que conceden a esta unos privilegios inadmisibles, pero que ningún Gobierno ha denunciado. Va siendo hora…

Mis felicitaciones a doña Galera Ramos, mi condena (solo dialéctica) al obispo don Rosendo Álvarez, el obispo inquisidor. Lo curioso es que el colegio religioso almeriense tiene por nombre el de Ferrer Guardia, pedagogo anarquista víctima de la brutalidad gubernamental en 1909. Si el nombre dado al colegio fuese en reparación a aquella injusticia, mis felicitaciones al mismo.

L. de Guereñu Polán.


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