¿O es que la derecha española,
que no ha condenado el franquismo, quiere que nos olvidemos de que Franco y los
suyos fueron colaboradores de Adolfo Hitler y de Benito Mussolini? ¿O es que
quiere la derecha española que nos olvidemos de que el franquismo colaboró con
la dictadura salazarista? ¿Nos tenemos que olvidar de los millares de españoles
que yacen en tumbas por encontrar? ¿Nos tenemos que olvidar de las torturas, de
la falta de garantías jurídicas, de la negación de las más elementales
libertades? ¿Si no nos olvidamos, no estamos reconciliados? ¿Hemos de
olvidarnos de que España fue refugio de nazis confesos tras la segunda guerra
mundial?
¿Hemos de olvidar que se mantuvo
a la mujer española en una ignominiosa discriminación, dependiendo del padre o
del esposo aún siendo mayor de edad? ¿O quieren los que se sienten herederos de
los criminales de la dictadura (pues no la condenan) que nos olvidemos de
cientos de personajes siniestros que la sirvieron con la mayor crueldad, como
es el caso de Ulibarri y Comín Colomer, personajes bien estudiados, junto a los
cuerpos represivos del franquismo, por el historiador González Quintana? Y ¿Cómo
legislaba el “Caudillo”, fuente del derecho según las propias leyes que él
decidió? Con decretos y leyes reservadas, que no se publicaban, con lo que no
podían ser conocidas por los potenciales incumplidores… fácil manera de
encarcelar a quien se antojase. Al menos, según Ángel Viñas, desde comienzos de
la dictadura hasta 1957 existieron dichas leyes y decretos “reservados”, que ni
los jueces conocían salvo cuando habían de dictar sentencia.
¿Y la legislación con efectos
retroactivos, aberración jurídica que no daba garantía alguna a los españoles?
¿Tenemos que olvidarnos de esto y mucho más que sufrieron nuestros padres y
nuestros abuelos, nosotros mismos en la juventud? ¿Qué tiene que ver la
reconciliación, ya producida entre españoles, con tener presente lo terrible de
nuestra historia, como tenemos presentes nuestros mitos y glorias?
La transición a la democracia
española, desde 1975, quizá no esté completa hasta que la derecha no reconozca
todo lo que ya se sabe, que es mucho, sobre la naturaleza
fascista/católico/militar del régimen de Franco. Ya se ha escrito en este foro
sobre lo bueno y lo malo de la transición española, que consistió en un pacto
entre franquistas “arrepentidos” y la oposición democrática, en la legalización
de los partidos políticos, en la aprobación de una Constitución, la impunidad
para muchos criminales mediante la aprobación de una ley de amnistía, los
pactos de la Moncloa para ordenar macroeconómicamente la economía, la
descentralización del Estado y tantos otros esfuerzos, en medio del terrorismo
etarra y otros, del terrorismo de la extrema derecha y la permanente amenaza de
una parte del Ejército (1981).
Pero ¿qué tiene que ver esta
transición con la reconciliación?: esta es otra cosa, se vino haciendo por
fuerza a lo largo de décadas en las que las heridas abiertas en las familias
fueron restañando, aunque la feroz represión franquista (cientos de militares,
policías, funcionarios civiles, crueles personajes sin conciencia…) continuó
hasta, por lo menos, 1977. No: la transición no consistió en reconciliación
alguna, sino en una componenda más o menos interesada, por unos y por otros,
porque no había otra salida: ninguno de los dos bandos iba a poder vencer al
otro a no ser mediante otro baño de sangre.
Seguimos reconciliándonos porque
siguen injusticias nacidas de aquel régimen filohitleriano, que tomó del
nacionalsocialismo alemán tantos resabios. Seguimos reconciliándonos pero la
transición no ha terminado, seguimos transitando y conviviendo con una derecha
que, apegada al franquismo porque nació de él, no quiere reconocer la más negra
historia de España.
L. de Guereñu Polán.
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