sábado, 29 de septiembre de 2018

Historia de unos cerdos


Conozco un partido político que se ha caracterizado por el acierto casi infalible en elegir a los personajes más viles, mendaces y miserables para su dirección. Salvo en una ocasión, en la que un joven de acento andaluz, grandes lentes y flequillo indisciplinado, rigió sus destinos por breve tiempo (no obedecía al patrón exigido) en los demás casos se han sucedido desde el fundador, un colaborador de la dictadura precedente, hasta al que muchos consideran criminal de guerra; otro, cobrador de dinero ilícito y amparador de corruptos y al actual, colaborador y correveidile de los anteriores, favorecido por sus profesores y por los tribunales para obtener títulos académicos sin esfuerzo ni mérito y, posteriormente, no ser castigado por ello. No obstante lo cual, la ciudadanía sabe bien de su catadura.

El partido político al que me refiero se tilda de conservador, pero yo diría incluso reaccionario: salió del cacumen de prohombres del franquismo, sin escrúpulos para perseguir, reprimir o matar al menos pintado. El más significado de ellos participó en el consejo donde se tomó la decisión de ejecutar a un inocente, como luego se demostraría (Julián Grimau), pero no acaban ahí sus tropelías. Con lo peor del país, contrabandistas, especuladores, patronos explotadores, delincuentes de variado signo y personal de la vieja escuela política, fundó el partido que luego heredaría un pequeño personaje partidario de invadir países y formar guerras en las que sus amigos hicieron pingües negocios. Él también se benefició de los favores del emperador mundial, otra medianía que ya está fuera de juego. Bajo su férula se cometieron todos los latrocinios que están ahora en los tribunales de justicia, y tiene a no pocos colaboradores entre rejas, aunque él se ha ido escabullendo… por ahora.

Este pequeño guerrero nombró a dedo a otro que luego no le siguió los pasos, excepto en lo de la corrupción, en lo que se mostró como un aventajado alumno. Y ahora un jovencito chuleta que, sin méritos, presume de este o aquel título aunque los tribunales de justicia ya han dicho que ha recibido trato de favor para ello. Vocifera por doquier, se muestra implacable con quien está gobernando el país con dificultades mil, sin medirse un ápice para pensar que él es heredero de toda esa pocilga de gorrinos cuyos purines y apestosos comportamientos mancillan al país.

Es la historia de unos cerdos de los cuales no se podría esperar otra cosa que lo que nos han deparado: miseria, mentira y vileza. Peor aún que  esos pacientes animales suministradores de jamones que pacen serenamente en las dehesas y que no merecen ser comparados con los cerdos de nuestra historia. Pido perdón a los de las dehesas.

L. de Guereñu Polán.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy bien explicado y estoy plenamente de acuerdo.