Conozco
un partido político que se ha caracterizado por el acierto casi infalible en
elegir a los personajes más viles, mendaces y miserables para su dirección.
Salvo en una ocasión, en la que un joven de acento andaluz, grandes lentes y
flequillo indisciplinado, rigió sus destinos por breve tiempo (no obedecía al
patrón exigido) en los demás casos se han sucedido desde el fundador, un
colaborador de la dictadura precedente, hasta al que muchos consideran criminal
de guerra; otro, cobrador de dinero ilícito y amparador de corruptos y al
actual, colaborador y correveidile de los anteriores, favorecido por sus
profesores y por los tribunales para obtener títulos académicos sin esfuerzo ni
mérito y, posteriormente, no ser castigado por ello. No obstante lo cual, la
ciudadanía sabe bien de su catadura.
El
partido político al que me refiero se tilda de conservador, pero yo diría
incluso reaccionario: salió del cacumen de prohombres del franquismo, sin
escrúpulos para perseguir, reprimir o matar al menos pintado. El más
significado de ellos participó en el consejo donde se tomó la decisión de
ejecutar a un inocente, como luego se demostraría (Julián Grimau), pero no
acaban ahí sus tropelías. Con lo peor del país, contrabandistas, especuladores,
patronos explotadores, delincuentes de variado signo y personal de la vieja
escuela política, fundó el partido que luego heredaría un pequeño personaje
partidario de invadir países y formar guerras en las que sus amigos hicieron
pingües negocios. Él también se benefició de los favores del emperador mundial,
otra medianía que ya está fuera de juego. Bajo su férula se cometieron todos
los latrocinios que están ahora en los tribunales de justicia, y tiene a no
pocos colaboradores entre rejas, aunque él se ha ido escabullendo… por ahora.
Este
pequeño guerrero nombró a dedo a otro que luego no le siguió los pasos, excepto
en lo de la corrupción, en lo que se mostró como un aventajado alumno. Y ahora
un jovencito chuleta que, sin méritos, presume de este o aquel título aunque los
tribunales de justicia ya han dicho que ha recibido trato de favor para ello.
Vocifera por doquier, se muestra implacable con quien está gobernando el país
con dificultades mil, sin medirse un ápice para pensar que él es heredero de
toda esa pocilga de gorrinos cuyos purines y apestosos comportamientos
mancillan al país.
Es
la historia de unos cerdos de los cuales no se podría esperar otra cosa que lo
que nos han deparado: miseria, mentira y vileza. Peor aún que esos pacientes animales suministradores de jamones
que pacen serenamente en las dehesas y que no merecen ser comparados con los
cerdos de nuestra historia. Pido perdón a los de las dehesas.
L.
de Guereñu Polán.
1 comentario:
Muy bien explicado y estoy plenamente de acuerdo.
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