Proliferan los anuncios en
Internet del tipo “¿Buscas masters? Éxito asegurado”. Nadie ignora que los
másteres son un invento de las Universidades para financiarse, cuando no para
que algún que otro profesor avispado y poco honesto se embolse unos dineros.
Claro que existen másteres con contenidos verdaderamente justificados, pero
otros no dan formación alguna y se obtienen con facilidad (pagando, eso sí)
precisamente porque han sido creados no para formar, sino para ganar dinero.
Hay másteres sobre prevención de
riesgos laborales, en abogacía, en Derecho Constitucional, en feminismo, en
economía y otros títulos en ocasiones indefinidos y en otras lo suficientemente
abstractos para que no se sepa muy bien en qué consisten. Algunos másteres
coinciden con los contenidos de una Formación Profesional (riesgos laborales es
solo un ejemplo) y otros no son más que repetición de estudios que los alumnos
ya han realizado en sus carreras; se da el caso de másteres adaptados a alumnos
con formación distinta a la del máster, con lo que se trata de un barniz que
permite obtener un título para colgarlo en la pared y ponerlo en los “currícula”.
¿Un máster en abogacía para alumnos
con el grado en Derecho? ¿Un máster el Derecho Constitucional? Si el alumno ha
obtenido el grado en Derecho ya ha estudiado sus contenidos y si no, no es
posible adquirir una verdadera formación en la duración de un máster.
Muchos de los que han cursado
másteres (me pregunto por qué no llamarles “magister”, que es la palabra latina
que se quiere mandar al ostracismo) saben que lo hacen porque no tienen
trabajo, porque puede servirles para encontrarlo (grave error, la cosa funciona
de otra manera) o porque el máster es, en efecto, útil. Esto último no siempre.
Luego está el método: los
profesores son generosos con los estudiantes (en muchos casos solo
matriculados), permiten la inasistencia a clase para tener menos trabajo,
existen los másteres a distancia, presentando trabajos cuya autoría no es
necesario acreditar; el trabajo fin de máster es, en ocasiones, una mera
formalidad.
Otra cosa son los másteres
creados para sustituir, por ejemplo, a los cursos de adaptación pedagógica, que
eran una verdadera burla, y los hay ciertamente meritorios para quienes
obtienen el título. Me permito recomendar que solo se cursen los másteres cuyo
contenido es verdaderamente concreto y definido, cuyos profesores son
razonablemente exigentes y en las Universidades que tienen un historial de
honestidad. El resto es basura.
Ha existido en España una
política, por parte de alguna Universidad, de ofrecer a políticos, empresarios,
altos funcionarios, etc. La oportunidad de “cursar” másteres para obtener
títulos sin dar golpe, cuidando solo la apariencia, aunque la realidad sea una
burla. Algunos “alumnos” han caído en la trampa creyendo que nada se sabría,
pero parece ser que no es así. Ya estábamos avisados y ahora se confirma el
fraude.
L. de Guereñu Polán.
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