jueves, 1 de noviembre de 2018

¿Que república?


Basta que se cumpla una efeméride de la monarquía, que el rey se dirija al país por televisión o se dé cualquier otra circunstancia en la que la monarquía como institución, o el rey como persona, salgan a la opinión pública, para que los republicanos de boquilla, que no son pocos en España, muestren su vocación antimonárquica, exageren algunos puntos y digan vaciedades que nada aportan. 

Si los que se reclaman republicanos, entre los que me encuentro, quisiesen hacer algo por el advenimiento, alguna vez, del régimen republicano a España, se organizarían lo más seriamente posible, realizarían a lo largo de los años actividades y congresos sobre los valores republicanos, mantendrían la prudencia sobre la actual monarquía española y tratarían de extender a otras personas, a todas las generaciones, las ideas que entraña una república democrática.

El desconocimiento de la realidad sobre la II República española, referente principal para los republicanos, hace que se digan cosas que no tienen sentido y que no convencen a nadie: el régimen instaurado en España en 1931, pacíficamente (como el de 1873, también pacíficamente) tuvo no pocos defectos y carencias en el orden democrático: se suspendieron medios de comunicación arbitrariamente, se boicotearon actividades legales de los partidos conservadores y/o católicos, no se contuvo la violencia en la calle por las fuerzas del orden y, cuando se hizo, no dejaron de cometerse abusos. Se amnistió a verdaderos criminales e incluso ocupó una cartera ministerial (¡la de Justicia!) un partidario de la violencia. El Parlamento dio muestras, en ocasiones, de comportamientos muy negativos por parte de algunos de sus miembros (pocos) con la exhibición de armas cortas, insultos y algaradas. Los gobernadores civiles, tanto durante el primer bienio como durante el segundo, dieron muestra de un sectarismo que nada tuvo que ver con la democracia, deteniendo arbitrariamente, cambiando de criterio según conviniese a los partidos que estuviesen en el poder y así podríamos seguir. Y sin embargo, la II República española fue un estallido de libertad, de anhelos ahogados hasta entonces y de participación de la población sin distinción de clases. Durante la II República española se organizó la más importante fuerza política de derechas como ya lo era en la izquierda el Partido Socialista, pudieron salir de las cárceles comunistas y otros de la misma familia… La Constitución de 1931 –los historiadores ya lo han confirmado- no representó a todo el país sino solo a una parte, legislándose a partir de ella de forma muy inconveniente para los intereses de no pocos, aunque todo ello tiene una explicación (lo que no es justificación) después del largo período de dominio oligárquico, caciquil y eclesiástico en España.

Los que se reclaman republicanos, entre los que me encuentro, debieran saber que la instauración de una república en España implica una nueva Constitución que, hoy por hoy, no es posible si una parte no se la impone a la otra, como en 1931. En Grecia, en Alemania, en Italia, sus respectivas repúblicas nacieron de graves conflictos postbélicos, lo que no ocurrió ni se da hoy en España. Portugal hizo una revolución republicana que, en la mayoría de su andadura, no tuvo nada de democrática, hasta 1974. ¿Alguien imagina a los principales partidos de España proponiendo un cambio de régimen cuando tenemos pendientes graves problemas económicos, sociales e institucionales? ¿Qué inestabilidad plantearía esto y con qué consecuencias?

Los españoles debemos asumir las consecuencias de nuestra historia: la transición a la democracia, desde 1975, fue insuficiente para lo que muchos aspiraban, y lo fue porque el poder militar estaba incólume a la muerte del dictador, porque no existió en esa época, como sí en otros momentos de la historia, una derecha republicana… La monarquía se instauró en España tal y como había deseado el dictador y pagó el precio que se le impuso (pero yo creo que con satisfacción): debía ser parlamentaria y estar desposeía de poder. Con la monarquía, la Iglesia continuó teniendo un protagonismo que no hubiera tenido con un régimen republicano: el rey es ungido y un cardenal ofició una misa como parte de su entronización. El cardenal incluso se permitió hacer algunas recomendaciones en orden al régimen monárquico que empezaba y la reconciliación entre los españoles, que aún no se ha conseguido.

Los monárquicos saben todo esto y están relativamente tranquilos aún estando varios miembros de la casa real manchados por la corrupción (como en otros países). El Partido Socialista tiene un compromiso constitucional y la derecha adula a la monarquía sin criterio político alguno; jamás se ha oído a un dirigente conservador exponer un solo valor de fondo de la monarquía en el tiempo que corre. Hay algunos partidos que hacen alarde de republicanismo como reclamo electoral, pero al día siguiente ya están en otra cosa, incluso alguno ha “denunciado” que el rey no ha sido elegido… ¿Cuándo lo ha sido sino en época visigoda? Pero no hay verdaderas campañas para explicar los valores republicanos, lo cual exige más paciencia que pedir república hoy y mañana olvidarse.

Una profesión de fe republicana sí es necesaria en partidos que se reclaman democráticos, entendiendo la democracia como algo o bastante más de lo que ya hemos conseguido, y sobre todo respetar al Jefe del Estado como institución y como persona, sin por ello renunciar –y hacer ver- que el republicanismo entraña valores que la monarquía no tiene.

L. de Guereñu Polán.