En el año 2010 la
inmigración exterior en España fue de casi 200.000 personas, aumentando hasta
2019 a 400.000 y descendiendo en 2020 a 250.000. La emigración al exterior fue,
en 2010, algo más de 200.000 personas, aumentando entre 2012 y 2013,
probablemente por la crisis económica que hacía sus últimos estragos,
descendiendo hasta 130.000 personas en 2020.
El saldo migratorio español
fue en descenso desde 2010 hasta que aumentó hasta 2019 (más de 200.00 personas
en dicho año); en 2020 descendió hasta algo más de 100.00. [i]
Las migraciones de
personas en situación irregular (“sin papeles”) en España fue de menos de
200.000 en 2005 para pasar a más de 40.000 en 2006. Luego se produjo un
descenso hasta 2010 y un ascenso desde 2014 (18.000), alcanzándose el pico en
2018 (más de 60.000 personas). En 2019 los inmigrantes “sin papeles” eran en
España más de 30.000 y en 2020 aumentó la cifra hasta más de 40.000.
Los Boletines sobre
migración irregular (Ministerio del Interior, 2020) señalan que a la península
y Baleares llegaron dichos inmigrantes por mar, mientras que a Ceuta y Melilla,
en menor cantidad, por mar y tierra.
En cuanto a la media de
llegadas por día a Canarias, en el año 2020, el número de personas se mantuvo
por debajo de las 50 hasta agosto de 2020, cuando se produjo un ascenso brusco
hasta alcanzar el pico en noviembre del mismo año (más de 250). Luego
descendieron las llegadas hasta diciembre del mismo año (algo más de 100
personas)[ii].
En cuanto a las
llegadas a Canarias por nacionalidades, los más son marroquíes (casi 12.000
personas)[iii],
seguidos de los senegaleses (4.539), de Malí (4.126), marfileños (772), de
Guinea Conakri (687) y Gambia (571).
La Comisión Española de
Ayuda al Refugiado, Canarias, ha publicado, recientemente un informe sobre las “causas
del aumento de llegadas en la ruta canaria”. En dicho informe se dice que los
procesos migratorios son naturales a la condición humana y se han producido a
lo largo de toda la historia. La desviación de las rutas migratorias se debe a
la presión policial y el control de fronteras, así como la mayor dificultad
para acceder a Ceuta y Melilla.
El impacto de la
pandemia que vivimos ha provocado un incremento de los flujos migratorios
habituales por su doble impacto en origen. La pandemia ha cerrado muchas de las
rutas terrestres de los migrantes y ha provocado que se queden en los países
africanos de la fachada atlántica norte (Mauritania, Senegal, Marruecos,
Gambia) con la única opción de la ruta canaria, la más peligrosa. La pandemia
ha provocado un descenso significativo de los ingresos de los migrantes,
especialmente los “sin papeles”. El Banco Mundial –sigue diciendo el informe
citado- calcula un descenso del 20% en las remesas con destino a países
empobrecidos, que en el año 2019 superaron la inversión extranjera directa en
África.
Las crisis humanitarias
persistentes en África occidental hacen el resto. Tenemos un reto para el que
no cabe enunciar soluciones fáciles. El problema es de dimensiones planetarias,
aunque aquí nos refiramos a España y África. No parece que valga con predicar
que se permita entrar a todo migrante que lo desee, aunque debe atendérsele
cuando toquen territorio español. La solución es sacar a África de la pobreza,
como a otros continentes, y para ello parece que no son suficientes ni las
instituciones internacionales, ni la Unión Europea, ni las grandes potencias
con sus políticas a corto plazo.
L. de Guereñu Polán.
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