Ir a México para
entrevistar a una persona constituye un esfuerzo económico que solo algunos
pueden soportar, pero si la persona a entrevistar es el hijo de un torero y una
actriz, fallecidos ambos, el esfuerzo no es solo económico. Es tal la sarta de
estupideces que he podido escuchar –y eso que solo los retazos que seleccionan
los canales de televisión- que cabría pensar si no vivo en el mismo planeta que
el personaje aludido. Y se trata de la lucha contra la pandemia que nos atenaza
y nos mata.
Además se dice que es
drogadicto, por lo que su opinión tiene aún menos valor, ya que no responde a
un estado normal del cerebro, sino a la anormalidad de los estupefacientes. He
llegado a pensar que el aludido necesita publicidad y el periodista, que dice
ser amigo suyo, se la ha brindado. Pues sobre esto, nada más.
Otro personaje –que algunos
querrían “personaja”- es cierta presidenta de una céntrica comunidad autónoma
española. Además de preconizar que los coches contaminen y hagan ruido en el
centro de las ciudades, parece disponer de un porcentaje determinado de una
empresa desde la que se han cometido ciertos delitos. Pero a la “personaja” no
le importa, porque tiene el apoyo de uno que fue presidente del Gobierno, de
otro que nunca lo será y de uno más al que pillaron a trompicones con los
automóviles que se encontraban aparcados, ebrio de alcohol el hombre.
Ahora que el que hasta
hace poco vicepresidente del Gobierno ya no lo es, puede que se “condene” a
ocupar un modesto escaño en la Asamblea legislativa madrileña, y como tal
destino no saciará su ego, probablemente dé con sus huesos en el final de su
corta y teatral carrera política. En este caso lo de carrera cobra plena carta
de naturaleza, pues corrió mucho y parece que tiende a estrellarse.
Hay otro presidente de
comunidad autónoma, este de la periferia, que después de denunciar el abuso que
el Gobierno –según él- hace de los estados de alarma, pide ahora que se
prolonguen o bien se le faciliten instrumentos jurídicos para seguir limitando
derechos fundamentales por mor de la pandemia. Bien está limitar derechos
fundamentales si hay razones poderosas para ello, como las hay, pero lo del
presidente periférico se parece mucho a lo de la presidenta del oso y el
madroño. Tal para cual.
Dicen del presidente
periférico que es buen gestor, pero dejó que una importante entidad de crédito
pública, que hundía sus raíces en labores sociales muy interesantes, se
privatizase por cuatro duros a favor de unos venezolanos avispados. Se le ha
visto con frecuencia acompañado de sus amigos, los desvalijadores de cajas, en
animada piña.
Uno que aparece como
beneficiario de dinero negro dice no ser él, aunque los apellidos que lucen en
el documento probatorio son los mismos que figuran en su carnet de identidad;
en realidad no es extraño si se tiene en cuenta que dos que fueron presidentes
del Gobierno dicen no ser J. M. Aznar y M. Rajoy, los mismos que figuran en los
documentos incriminatorios.
Con este personal y con
otros que han campado por sus respetos en las últimas décadas tenemos que
lidiar. Son lo peor del mal ejemplo, pero ahí están, incólumes, pavoneándose como
si no hubiesen roto un plato. En realidad han destrozado moralmente al país.
L. de Guereñu Polán.
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