martes, 28 de diciembre de 2021

ADIOS 2021. Antonio Campos Romay*

Se va el 2021 no tan nefasto como hubiera sido gusto de los agoreros de oficio. Deja tras de sí varios hitos para sentir cierto alivio. Sin caer en la tentación de un catálogo de bondades, que siempre son menos de las que se dicen, cabría citar tres logros importantes. Vacunación, cumplimentada con ejemplar eficacia, llegando a rondar la pauta completa del 86% de la población. Consecución de fondos europeos, superando las zancadillas de una oposición con claros comportamientos de felonía hacia al interés común. Logro de un acuerdo social con todos los actores, (gobierno, sindicatos, empresarios) para superar el espacio pantanoso legado por la administración M punto Rajoy con su reforma laboral y abrir un escenario más sensato y esperanzador en las relaciones laborales.

Desde los llamados “Pactos de la Moncloa” a inicio del tránsito democrático, hace ya más de cuarenta años, no se había logrado un acuerdo en un tema tan espinoso con la unanimidad de todos los agentes sociales y un respaldo político en que solo está ausente la derecha extrema y la extrema derecha, cuya frontera tenue es casi indistinguible

Resulta que el “satánico” gobierno social-comunista, abofeteado mediáticamente día tras días, denostado por algunos personajes que por sus orígenes y biografía debieran ser más circunspectos, hizo un trabajo serio y riguroso. Conciliando con habilidad posturas en ocasiones antagónicas habidas en su seno, sacando adelante temas tan espinosos como los PGE. Alzando al tiempo una voz respetada en la UE y en el marco internacional.

El presidente Sánchez tan aborrecido por los que su comunión es con “la unidad de destino en lo universal” y “el imperio hacia Dios”, -manía que como la de asaltar los cielos, merma un tiempo de oro para resolver el día a día de los menos favorecidos-, mostró tino y prudencia para esquivar tanto iceberg cargado de goma dos a la deriva y dar respuesta a la crisis.

Otra cita alentadora que nos deja el 2021 es el descubrimiento de lideresas políticas de elevado fuste y valía forjadas en la vida real. Que el futuro inmediato pasará en gran medida por manos femeninas no es ningún descubrimiento. Si lo es disponer en el activo político del país figuras como Doña Yolanda Díaz, Vicepresidenta 2ª del Gobierno y titular de la cartera de Trabajo, Doña Mónica García a la sazón liderando la oposición en la Asamblea de Madrid tras la obtención de unos resultados espectaculares, o la nacionalista gallega Doña Ana Pontón ampliamente reconocida en su Comunidad.

La Sra. Díaz mamó desde la infancia los entresijos del sindicalismo y conoció el mundo del trabajo y la dureza de lo cotidiano en primera fila. Doña Mónica García, médica anestesista, abrazó de siempre la defensa del Estado de Bienestar y la Salud Publica abanderando la lucha por ellos en una Comunidad donde son tan maltratados como la de Madrid. La Sra. Pontón, licenciada en Ciencia Políticas y Administración comenzó con 16 años su compromiso político en Galiza Nova, convirtiendo con hábil intuición al BNG en segunda fuerza política de Galicia.

Lo más deplorable del año es la desmedida degradación de las instituciones democráticas propiciada por el asilvestrado elenco de actores que usurpan el espacio de centro y derecha democrática convirtiendo el Congreso y el Senado en reñidero de gallos. Escuchar sus despropósitos purulentos y groseros produce vergüenza ajena.

O las Cortes Generales retoman el espíritu de sede donde se habla de política con mayúscula, o nos topamos con un serio problema democrático. En paralelo urge reponer la credibilidad a unos órganos del Poder Judicial, de tiempo acá carentes de la “auctoritas” que su ejercicio necesita, hoy reducido a “potestas”.

Se va un año más, como casi todos, con luces y sombras. Como el anterior, tiene de diferente la losa pandémica. Un Covíd que aun aparentando perder fuelle, sigue haciendo destrozos.

Lo más penoso del balance son algunos políticos que vivaquean por la escena pública sin haber aprendido nada de los sufrimientos padecidos. Que ignoran que estamos ante un paradigma distintito que exige no políticos de regate corto, sino estadistas. Donde perder alevosamente el tiempo en necias frondas es traicionar el futuro. En el que urge aunar esfuerzos para crear riqueza apuntalando el bienestar colectivo. E implementar unas dinámicas muy distintas a las que conocemos para caminar por un tiempo nuevo.

Antonio Campos Romay ha sido diputado en el Parlamento Gallego*


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