Cuando el siglo XXI
haya pasado su primera mitad ¿cómo nos juzgarán los que nos sobrevivan? La
dictadura del general Franco fue la única que se mantuvo hasta que su régimen
se fue extinguiendo con la muerte del personaje, y ello se debe a que la España
de Franco no combatió a los países vencedores como sí lo hicieron la Alemania
nazi y la Italia fascista. Esto dice muy mal de las democracias de hecho, pues
hicieron caso omiso a los crímenes del fascismo católico español; solo importó que
dicho régimen no hubiese entrado en guerra.
Hoy se sabe que no
existió astucia alguna de Franco para evitar entrar en la guerra al lado de
Hitler: fueron las ambiciones en África de aquel las que llevaron al nazi a no
aceptarlas, estando de por medio el interés en los mismos territorios de la
Francia de Vichy. Además había generales españoles que eran monárquicos y
aconsejaron no entrar en guerra, ni por Gibraltar ni por el África francesa.
La oposición al régimen
criminal de Franco se forjó durante las cuatro décadas de su dictadura, y en
ese tiempo se configuraron diversas fórmulas para cuando fuese posible
restablecer la democracia en España. A finales de los años cincuenta el
terrorismo vasco empezó a matar y ello benefició a la dictadura, que encontró
un discurso contra otra barbarie de distinto signo.
Una monarquía parlamentaria;
eso fue lo que hubo de aceptar el pueblo español (la mayoría del cual había
estado apartado de toda oposición al régimen) a cambio de que el ejército no se
levantase de nuevo (lo hizo parcialmente sin éxito en 1981) y algunos de los
colaboradores de Franco (los más jóvenes) se prestasen a reconocer legitimidad
a los partidos tradicionales, sobre todo de izquierdas. España se preparó para
una etapa de gran inestabilidad política, convulsión social y dificultades
económicas.
Dentro de treinta años
¿cómo se juzgarán los pactos de la Moncloa a la vista de sus resultados? ¿Cómo
las negociaciones con ETA, que todos los gobiernos intentaron o llevaron a
cabo? ¿Cómo los logros económicos y la decisión de integrar a España en la
OTAN? ¿Cómo juzgarán los españoles de 2050 el régimen nacido en 1978, la misma
Constitución que hoy está en vigor? ¿Y el régimen de partidos? ¿Y la legislación
electoral? ¿Cómo juzgarán los españoles las políticas sociales llevadas a cabo,
las resistencias a las mismas, la labor de los sindicatos, de la patronal en
todas sus ramas? ¿Cómo juzgarán los españoles las reformas educativas y sus
frutos, la extensión y funcionamiento de la sanidad pública? ¿Cómo la extensión
de los derechos civiles a minorías ignoradas durante centurias?
Es de esperar que
España tenga un régimen democrático desarrollado dentro de treinta años, a
expensas de las crisis económicas que quedan por venir, las tensiones sociales
que provocarán y los conflictos internacionales en los que España se pueda ver
inmersa. Y cabe también pensar que los españoles, en el futuro, valoren con
mejor perspectiva el papel jugado por las Comunidades Autónomas y los
Ayuntamientos, un régimen de descentralización política y administrativa sin
precedentes en España.
Seguramente se juzgará
pueril y equivocado el intento secesionista por parte de una minoría de la
sociedad catalana, y cabe también que haya diversidad de opiniones sobre la
decisión de indultar parcialmente a los máximos responsables condenados por tal
intento. Con que solo se hubiera producido dicha secesión formalmente, ese
sería el momento más delicado de la democracia española hasta el momento en que
se escriben estas líneas, y seguramente el Estado habría tenido que emplear la
fuerza pública para desalojar de las instituciones a los insurrectos, como ya
ocurrió durante la II República española.
Pero se juzgará como un
logro del Estado democrático la derrota de ETA. ¿Cómo juzgarán los españoles,
dentro de tres décadas, que algunos partidos vascos no condenen los crímenes de
ETA de forma explícita? ¿Cómo juzgarán el papel mediador del Partido
Nacionalista Vasco? Seguramente se juzgará muy mal la colaboración o aliento
que algunos dirigentes del Partido Socialista prestaron al terrorismo de los
GAL, y también serán severamente juzgados todos aquellos, políticos,
empresarios, banqueros y otros, que se enriquecieron ilícitamente, incurrieron
en corruptelas gigantescas o permitieron que se produjeran.
Una enorme masa documental
habrá estado al servicio de historiadores, periodistas, intelectuales,
estudiantes, etc. para hacer valoraciones, sacar conclusiones, contrastar
interpretaciones y concluir en una verdad histórica siempre provisional. Dentro
de treinta años se habrán desclasificado documentos que ahora están bajo el
secreto estatal, y ello contribuirá a saber más sobre el papel del rey Juan
Carlos en el intento de golpe de Estado de 1981, así como sus actuaciones como
Jefe del Estado y como persona privada.
La Unión Europea, a
mediados del presente siglo, seguramente no será como la actual. Me atrevo a
decir que contará con menos estados en su seno, pero estará más cohesionada al
menos en materia económica, policial y judicial, además de tener un ejército
propio. Seguramente las grandes potencias de América y Asia seguirán siendo las
mismas, pero en el caso de estas últimas no podemos aquí aventurar con que
regímenes.
¿Se considerará dentro
de treinta años que se ha avanzado suficientemente en combatir los efectos de
un presunto cambio climático, o se estará a las puertas de un desastre para la
naturaleza y el ser humano? ¿Se habrán descubierto más exoplanetas y si hay
vida en ellos? No me refiero a seres humanos o parecidos, sino bacterias y
otros microorganismos. ¿Se sabrá si hay atmósfera como la de la Tierra en otros
planetas, agua, carbono y los elementos necesarios para la vida? ¿O más bien
estarán los españoles (y el resto de la humanidad) esperando nuevos
descubrimientos? ¿Se habrán detenido estos?
La técnica ¿habrá
experimentado un crecimiento exponencial, o habrá colapsado el ritmo de
crecimiento que se apunta a principios del siglo XXI? En el primer supuesto ¿a
qué coste? ¿O es que alguien piensa que los ordenadores cuánticos, las
telecomunicaciones, la tercera revolución de los transportes, la biotecnología,
los avances de la medicina, etc. no causarán cambios demográficos, sociales y
nuevas desigualdades sociales?
¿Serán los estados
fuertes y garantes de las libertades básicas, o habrán claudicado a manos de
los grandes intereses que dominan el mundo y de la extrema derecha ideológica?
¿Habrá un “revival” de los regímenes totalitarios de la primera mitad del siglo
XX? O por el contrario, los valores que hemos aprendido de las filosofías
orientales, de la Grecia clásica, de la cultura renacentista, de las
humanidades y de los reformadores sociales de otros tiempos ¿servirán de
ejemplo?
L. de Guereñu Polán.
2 comentarios:
No tengo bola de cristal para ver el futuro, pero si la tuviera todas la preguntas de tu magnifica reflexión estarían en el cuestionario.
Isidoro
un saludo...
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