martes, 23 de agosto de 2022

La democracia frágil

No me refiero particularmente al régimen de este tipo en ningún país, sino en general. La democracia ha sido un régimen frágil siempre, se ha asentado aquí y allí con dificultades sin número, se ha mantenido a duras penas y ha estado amenazada siempre. En no pocos casos ha sucumbido.

En la antigua Atenas, cuya democracia tenía poco que ver con lo hoy entendemos por tal, dicho régimen duró poco para la ponderación que se le ha dado: a mediados del siglo V antes de Cristo y luego ya empezaron las dificultades con la guerra del Peloponeso, nada menos que durante treinta años, que hizo añicos aquel régimen. A duras penas se reconstituyó. Fue la época de Sócrates y de los sofistas; la época en que los extranjeros fluían a Atenas porque estaba permitido, no como en otras ciudades griegas; no digamos en imperios como el persa.

Los filósofos y los poetas, los arquitectos, escultores y ceramistas, el comercio y los exportadores, los dueños de la tierra y los que la trabajaban vivían en un régimen de libertad no conocida hasta entonces (salvo mujeres y esclavos). Un conflicto civil vino a truncar tantos logros políticos, y los filósofos y artistas se quedaron solos con su producción. Muchos volvieron a las islas del Egeo, a Egipto, a la costa de Anatolia o a la Magna Grecia.

Los hermanos Graco en Roma sucumbieron ante la barbarie de la clase senatorial, solo porque se les había ocurrido aprobar unas leyes agrarias que pretendían hacer de Italia un país de medianos propietarios dueños de sus destinos… El intento quedó abortado tal y como sabemos por la narración que nos ha dejado Plutarco sobre Cayo, uno de los hermanos.

Aquellas leyes proponían también el envío de trigo a las colonias, que se hiciesen caminos y se construyeran graneros, por lo que muchos siguieron a Cayo, tanto operarios como artistas, legados y magistrados, soldados y literatos. Pero ¿cómo los ricos senadores, propietarios de tierras, iban a permitir que se consolidasen reformas que habituarían a los habitantes a un régimen que amenazaba su poder? Por ello Cayo fue declarado enemigo del Estado, teniendo que huir con un esclavo suyo, al cual dio orden de que le diese muerte cuando llegasen al bosque de Furrina…

Las conquistas de la Revolución Francesa, tanto desde 1789 como desde el período violento desde 1793, fueron allanadas por el ascenso de Bonaparte, militar de éxito en la época, ilustrado y contradictorio, pues de su adscripción girondina no quedó nada cuando se proclamó emperador, destituyó a parte de la antigua nobleza y creó otra adicta a su persona; mantuvo el espíritu ilustrado pero su política exterior llevó a la ruina a Francia y al restablecimiento de una monarquía casi absoluta.

El régimen de la Restauración española, que no fue nunca democrático pero sí liberal y parlamentario, sobre todo hasta principios del siglo XX, sucumbió cuando ni la clase dirigente ni el rey supieron convertirlo en una democracia como la que existía en la Francia del momento o la Gran Bretaña heredera de la época victoriana. La Gran Guerra acabó con la democracia francesa como con el liberalismo avanzado de la Italia recién unificada. Bastó que terminase la primera gran catástrofe del siglo XX europeo para que las ideologías totalitarias se enseñoreasen de todo el continente (digo continente).

La misma Rusia, que pudo haberse conducido por la senda de Kerenski y sus seguidores, se entregó a una guerra civil tras los horrores de 1918, y esto fue aprovechado por los bolcheviques para capitalizar el rechazo a la guerra por la población.

La República de Weimar nunca se consolidó porque las circunstancias históricas eran lo menos propicias para ello: derrota, totalitarismo galopante, ejército resentido, debilidad de las instituciones…

Es una triste broma que se hable de India como la democracia más grande del mundo, en alusión a su numerosa población, la cual está compartimentada en castas y las desigualdades sociales son abismales. Y de Estados Unidos se ha dicho que ha sido la primera democracia del mundo, cuando la segregación racial perduró durante casi todo el siglo XIX y aún se tuvieron que aprobar leyes civiles a favor de los negros… en la década de 1960.

Reciente está el episodio bochornoso y tiste del ex presidente Trump, que de nuevo amenaza con poner en jaque la democracia estadounidense dentro de unos años. Ahí tenemos los casos de Polonia y Hungría, desafiantes ante la tradición democrática que trata de preservar la Unión Europea… No olvidemos el intento de golpe de Estado en España en 1981, pero antes el régimen militar en Grecia.

Hoy vemos cómo los herederos del fascismo, más o menos disfrazados, obtienen resultados electorales notables en Francia, en Italia y en España, y lejos quedan los logros democráticos de Bülent Ecevit a finales de los setenta y a finales de los noventa en Turquía. Hoy Erdogan, según algunos, se permite simular un golpe de Estado para depurar a los militares que no le son fieles, así como a funcionarios, periodistas, etc.

La democracia está permanentemente amenazada, un pequeño descuido y ¡zas! La derecha política española no tiene escrúpulos porque no tiene tradición democrática. Se ha ido constituyendo sin continuidad alguna según el momento: la CEDA durante la II República, colaborando con los militares durante cuarenta años, configurándose desde 1978 como la conocemos en la actualidad.

Pero es la sociedad a la que cabe apelar: no oigo a dirigente político alguno hablar de la virtud pública, no de los valores de solidaridad que ha predicado la doctrina religiosa predominante en Europa. Una sociedad que es capaz de entregar el poder político en Madrid a la vulgaridad, está en parte enferma. Creo que la enfermedad se puede curar con el ejemplo de la virtud, con actitudes impecables en la acción política, ahora que estamos salvaguardados por la mayor estructura democrática que existe en el mundo (con muchos defectos) aunque ya vemos que frágil. Ojalá no lo tengamos que lamentar.

L. de Guereñu Polán.

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