China ha tejido, en los
últimos años, una red de alianzas que no auguran nada bueno para el conjunto de
la humanidad, sobre todo si tenemos en cuenta que los Estados concernidos son
la quintaesencia del autoritarismo y la falta de libertades civiles,
generalmente gobernados por déspotas y donde el crimen político es frecuente,
incluida China. En la lista se encuentran algunos del Turkestán, no pocos de
África, Rusia, India, Pakistán, Irán, etc. (algunos de los citados con
armamento nuclear).
El que por primera vez China
haya establecido una base militar en Djibouti, a la entrada del mar Rojo por el
sur, cuya importancia estratégica no se le escapa a nadie, es una alarma más,
pues se sabe de la intención china de extender su modelo de desarrollo
económico y político en el mundo. Si alguien ha tenido ocasión de ver algunas
de las muchas exhibiciones militares de China, comprobará que no tienen nada
que envidiar a las de la Alemania nazi, un ejército aquel que ha jurado
fidelidad al Partido Comunista chino, no al Estado, para el que los dirigentes
comunistas tienen a una serie de funcionarios que actúan a su dictado y bajo su
supervisión. En cuanto a Sri Lanka se ha construido un gran puerto en el sur de
la isla, con dinero chino, que el gobierno ceilandés no ha podido pagar, por lo
que ahora es China quien administra dicho puerto comercial y militarmente.
En China se producen
condenas a muerte, y se ejecutan, a razón de varios miles cada año (más de
19.000 en 2019), se niega toda libertad de expresión, de prensa, se somete a
los disidentes, el número de encarcelados es, según varias fuentes, varios
cientos de miles y la violación de derechos humanos es constante. Obviamente,
como todo el mundo sabe, no hay partidos político libres, solo el Comunista que
solo tiene de comunista lo que heredó de Mao, pero sin la épica de un ideal
igualitario.
China viola las leyes
internacionales en materia de medio ambiente, deporta a millones de personas de
unas regiones y aldeas a otras, construye presas gigantescas en los ríos que
trastocan todo el ecosistema piscícola y el país está embarcado en una política
de vivienda que presenta negros nubarrones por impagos. Podemos imaginar los
peligros para los chinos que han confiado en su Gobierno para financiar sus
residencias.
Los campos de
internamiento proliferan por el vasto país, donde se encuentran, sin ningún
tipo de garantía jurídica, miles de chinos, muchos pendientes de juicio y otros
simplemente retenidos arbitrariamente.
La amenaza sobre
Hong-Kong, ahora bajo soberanía china, con el compromiso de preservar el
régimen de libertad (económica y política) en la antigua colonia, es comparable
a la que sufre Taiwan, que China aspira a incorporar a su soberanía, lo que
constituiría una flagrante violación del derecho internacional, pues Taiwan es
un estado reconocido internacionalmente. Otro tanto ocurre con el Pacífico más
cercano a China, donde la presencia de bases norteamericanas como consecuencia
de la segunda guerra mundial, ha hecho construir, al gigante asiático, islas
artificiales en todo el rosario de posesiones occidentales, lo que los
organismos internacionales han condenado, no solo por razones legales sino
medioambientales.
Al oeste de China se
encuentra una extensa región, patria de los uigures, un grupo étnico que está
sufriendo la opresión y el abuso del Gobierno chino a pesar de que dicha etnia
está reconocida oficialmente por el Estado.
La corrupción en China
es galopante, como el mismo Partido Comunista no ha tenido inconveniente en
reconocer represaliando a miles de funcionarios y mandos militares, pero este
reconocimiento –se asegura- no es más que una pequeña muestra de una realidad
mucho más penosa. Es la consecuencia de que el poder no tenga contrapesos, los
jueces actúen al dictado del Partido Comunista y el legislativo no sea más que
una caricatura que tiene por misión aprobar lo que antes ha decidido el Partido
único.
Los ciberataques son
moneda común en China, como lo son en Rusia, en este caso comprometiendo al
propio Estado de que se trate. Los servicios de contraespionaje de los países
que pueden sostenerlos se encuentran en una encrucijada nueva cuyos derroteros
son impredecibles.
China ofrece al mundo
su modelo: crecimiento económico a cambio de admitir su modelo político, lo que
no tienen ningún inconveniente en aceptar los regímenes dictatoriales
existentes en todos los continentes; incluso se ha llegado a especular que algunos
países de la UE pudieran verse tentados a encauzar su política autoritaria a
cambio de las finanzas chinas. La nueva “ruta de la seda” que China intenta
establecer es un gran tentáculo de infraestructuras, inversiones, geoestrategia
y violación de los derechos humanos. Hoy abarca a los países de Asia central,
pero se extiende a muchos de África, a cambio de lo cual China se ha hecho con
el control de las explotaciones mineras estratégicas.
Fuentes solventes no
descartan –aunque no aseguran- que el coronavirus haya tenido su origen en un
laboratorio chino donde se ensayarían armas biológicas. Lo que sí está claro es
que el origen de la pandemia estuvo en China, país que no ha revelado nunca el
número de fallecidos que ha tenido por las diversas modalidades del “SARS”. El confinamiento
de más de noventa millones de chinos en la región donde se originó el problema
estuvo siempre rodeado del mayor secretismo, siendo acallados y apresados los
que quisieron revelar irregularidades y deficiencias en el combate al virus.
El “modelo chino” de
lucha contra el virus se ha revelado muy deficiente, pues en razón de su
población, el número de fallecidos –conocidos- destaca en relación a la de
otros países con el mismo nivel de desarrollo.
Desestabilizar a China,
con lo que representa para el comercio mundial, puede parecer descabellado,
además de ignorarse la eficacia y las consecuencias del intento. ¿Puede China,
dada su diversidad étnica y su enorme contestación interna acallada, cuartearse
incluso territorialmente? Es prematuro para aventurarlo. La que sí se podría
cuartear es la Unión Europea si algunos Estados que la forman muestran
complacencia o debilidad ante las ofertas chinas. La unidad, en este caso, es
tan importante como en otros. La amenaza que representa Rusia en la actualidad
se acrecienta con el sombrío panorama de una China que es un gran mecanismo
criminal en un mundo globalizado.
Con estos mimbres tiene
que lidiar el mundo democrático, y no debiera resultar sorpresa para la
izquierda europea que la seguridad del mundo, ahora ya, está más garantizada
vinculándose a Estados Unidos, Canadá y América Latina que de ninguna otra
manera. Clichés y prejuicios antiguos, sobre todo en España, deben ser
abandonados a favor de la razón y la paz.
L. de Guereñu Polán
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