lunes, 10 de octubre de 2022

China otra vez

 

China ha tejido, en los últimos años, una red de alianzas que no auguran nada bueno para el conjunto de la humanidad, sobre todo si tenemos en cuenta que los Estados concernidos son la quintaesencia del autoritarismo y la falta de libertades civiles, generalmente gobernados por déspotas y donde el crimen político es frecuente, incluida China. En la lista se encuentran algunos del Turkestán, no pocos de África, Rusia, India, Pakistán, Irán, etc. (algunos de los citados con armamento nuclear).

El que por primera vez China haya establecido una base militar en Djibouti, a la entrada del mar Rojo por el sur, cuya importancia estratégica no se le escapa a nadie, es una alarma más, pues se sabe de la intención china de extender su modelo de desarrollo económico y político en el mundo. Si alguien ha tenido ocasión de ver algunas de las muchas exhibiciones militares de China, comprobará que no tienen nada que envidiar a las de la Alemania nazi, un ejército aquel que ha jurado fidelidad al Partido Comunista chino, no al Estado, para el que los dirigentes comunistas tienen a una serie de funcionarios que actúan a su dictado y bajo su supervisión. En cuanto a Sri Lanka se ha construido un gran puerto en el sur de la isla, con dinero chino, que el gobierno ceilandés no ha podido pagar, por lo que ahora es China quien administra dicho puerto comercial y militarmente.

En China se producen condenas a muerte, y se ejecutan, a razón de varios miles cada año (más de 19.000 en 2019), se niega toda libertad de expresión, de prensa, se somete a los disidentes, el número de encarcelados es, según varias fuentes, varios cientos de miles y la violación de derechos humanos es constante. Obviamente, como todo el mundo sabe, no hay partidos político libres, solo el Comunista que solo tiene de comunista lo que heredó de Mao, pero sin la épica de un ideal igualitario.

China viola las leyes internacionales en materia de medio ambiente, deporta a millones de personas de unas regiones y aldeas a otras, construye presas gigantescas en los ríos que trastocan todo el ecosistema piscícola y el país está embarcado en una política de vivienda que presenta negros nubarrones por impagos. Podemos imaginar los peligros para los chinos que han confiado en su Gobierno para financiar sus residencias.

Los campos de internamiento proliferan por el vasto país, donde se encuentran, sin ningún tipo de garantía jurídica, miles de chinos, muchos pendientes de juicio y otros simplemente retenidos arbitrariamente.

La amenaza sobre Hong-Kong, ahora bajo soberanía china, con el compromiso de preservar el régimen de libertad (económica y política) en la antigua colonia, es comparable a la que sufre Taiwan, que China aspira a incorporar a su soberanía, lo que constituiría una flagrante violación del derecho internacional, pues Taiwan es un estado reconocido internacionalmente. Otro tanto ocurre con el Pacífico más cercano a China, donde la presencia de bases norteamericanas como consecuencia de la segunda guerra mundial, ha hecho construir, al gigante asiático, islas artificiales en todo el rosario de posesiones occidentales, lo que los organismos internacionales han condenado, no solo por razones legales sino medioambientales.

Al oeste de China se encuentra una extensa región, patria de los uigures, un grupo étnico que está sufriendo la opresión y el abuso del Gobierno chino a pesar de que dicha etnia está reconocida oficialmente por el Estado.

La corrupción en China es galopante, como el mismo Partido Comunista no ha tenido inconveniente en reconocer represaliando a miles de funcionarios y mandos militares, pero este reconocimiento –se asegura- no es más que una pequeña muestra de una realidad mucho más penosa. Es la consecuencia de que el poder no tenga contrapesos, los jueces actúen al dictado del Partido Comunista y el legislativo no sea más que una caricatura que tiene por misión aprobar lo que antes ha decidido el Partido único.

Los ciberataques son moneda común en China, como lo son en Rusia, en este caso comprometiendo al propio Estado de que se trate. Los servicios de contraespionaje de los países que pueden sostenerlos se encuentran en una encrucijada nueva cuyos derroteros son impredecibles.

China ofrece al mundo su modelo: crecimiento económico a cambio de admitir su modelo político, lo que no tienen ningún inconveniente en aceptar los regímenes dictatoriales existentes en todos los continentes; incluso se ha llegado a especular que algunos países de la UE pudieran verse tentados a encauzar su política autoritaria a cambio de las finanzas chinas. La nueva “ruta de la seda” que China intenta establecer es un gran tentáculo de infraestructuras, inversiones, geoestrategia y violación de los derechos humanos. Hoy abarca a los países de Asia central, pero se extiende a muchos de África, a cambio de lo cual China se ha hecho con el control de las explotaciones mineras estratégicas.

Fuentes solventes no descartan –aunque no aseguran- que el coronavirus haya tenido su origen en un laboratorio chino donde se ensayarían armas biológicas. Lo que sí está claro es que el origen de la pandemia estuvo en China, país que no ha revelado nunca el número de fallecidos que ha tenido por las diversas modalidades del “SARS”. El confinamiento de más de noventa millones de chinos en la región donde se originó el problema estuvo siempre rodeado del mayor secretismo, siendo acallados y apresados los que quisieron revelar irregularidades y deficiencias en el combate al virus.

El “modelo chino” de lucha contra el virus se ha revelado muy deficiente, pues en razón de su población, el número de fallecidos –conocidos- destaca en relación a la de otros países con el mismo nivel de desarrollo.

Desestabilizar a China, con lo que representa para el comercio mundial, puede parecer descabellado, además de ignorarse la eficacia y las consecuencias del intento. ¿Puede China, dada su diversidad étnica y su enorme contestación interna acallada, cuartearse incluso territorialmente? Es prematuro para aventurarlo. La que sí se podría cuartear es la Unión Europea si algunos Estados que la forman muestran complacencia o debilidad ante las ofertas chinas. La unidad, en este caso, es tan importante como en otros. La amenaza que representa Rusia en la actualidad se acrecienta con el sombrío panorama de una China que es un gran mecanismo criminal en un mundo globalizado.

Con estos mimbres tiene que lidiar el mundo democrático, y no debiera resultar sorpresa para la izquierda europea que la seguridad del mundo, ahora ya, está más garantizada vinculándose a Estados Unidos, Canadá y América Latina que de ninguna otra manera. Clichés y prejuicios antiguos, sobre todo en España, deben ser abandonados a favor de la razón y la paz.

L. de Guereñu Polán

 

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