Aunque puede parecer escandaloso
el título de este artículo, mi intención no es estimular el belicismo, sino
reflexionar sobre un problema con el que probablemente tengamos que convivir
(malvivir) en los próximos años. Los españoles sabemos bien lo que es soportar
el azote del terrorismo durante muchas décadas y las instituciones
internacionales habrán tomado nota de las experiencias tenidas de los países
que lo han sufrido.
El terrorismo yihadista es
fanático y no parece tener límites en sus criminales objetivos, pues las
principales víctimas son musulmanes que no obedecen sus designios, árabes y
otros pueblos, también “occidentales”, con los que no hay piedad posible. Tienen
razón los que dicen que desde el año 2001 el mundo ha perdido el tiempo y no se
ha preparado para un terrorismo que desea fervientemente la guerra porque “cuanto
peor mejor”. Los yihadistas alimentan su esperanza en la total
desestabilización del mundo, la obsolescencia de las instituciones
internacionales y a división entre los países con regímenes laicos.
Una cosa es exigir ir a las
causas del terrorismo yihadista y otra quedarse quietos ante los ataques a
personas inocentes. ¿No es razonable que Francia conteste a los atentados de
París con acciones de castigo a las posiciones de los yihadistas en Irak y
Siria? Ya sé que el uso de la fuerza puede afectar fatalmente a inocentes (la
población civil) pero no concibo a nadie que, viendo su casa atracada por unos
maleantes, les invite a pasar, permita que maten a su familia y no actúe con la
máxima contundencia para evitarlo. No queda más remedio que confiar en los
mandos militares para que actúen con el mayor acierto en aquellas acciones de
castigo y esas instrucciones las habrá dado el Presidente Hollande.
Ya hemos visto la acción de los
yihadistas en Túnez (varias veces), en Kenia, en Malí, en el Sahel, en Siria,
en Irak… Espero no quedarme solo en la apreciación de que las sociedades
democráticas y otras que no lo son pero que execran el terrorismo, puedan
actuar de la forma más inteligente, justa y en pro de la paz (valiéndose, si no
queda más remedio, de la violencia, y si se quiere de la guerra). También la
participación de España en dichas campañas contra el terrorismo internacional,
comprometida como está en la ONU, en la Unión Europea y aliada con países como
Francia y algunos de la cuenca mediterránea, como Túnez.
Lo que se debe pedir a los
partidos españoles, en mi opinión, es que digan con claridad que política
tienen respecto a este grave problema, en el que están en juego vidas humanas y
probablemente el futuro del mundo, pues puede haber regímenes (estoy pensando
en Turquía, en Rusia) que deriven hacia posiciones indeseadas. Ya sabemos que
occidente ha puesto durante demasiado tiempo sus prioridades en la economía sin
tener en cuenta las responsabilidades que estados como Arabia Saudita y otros
de la península Arábiga tienen en el terrorismo yihadista. También son
responsables los países (España entre ellos) por la participación en una guerra
ilegal e injusta invadiendo Irak cuando el mundo sabía que la acusación que pesaba
sobre Sadam Husein no estaba probada. La ignorancia de los problemas de mundo
musulmán, particularmente árabe, llevó a verdaderos criminales de guerra a intervenir
militarmente en Irak comprometiendo el futuro, que es nuestro presente.
El expresidente Zapatero propuso
en su día, supongo que sinceramente, una “alianza de civilizaciones” que tenía
que comprometer a Turquía, Irán, los países árabes de Oriente próximo y los de
la cuenca sur del Mediterráneo. El actual Presidente del Gobierno, en la
oposición, se mofó de aquella propuesta y otras prioridades dejaron en el cajón
aquella propuesta inteligente y justa, que seguramente implicaría compromisos y
recursos de ayuda en todas direcciones. Nada de eso se hizo. Cuando el mundo entienda que o se
reparte la riqueza disponible en el planeta o siempre habrá quien esté
dispuesto a, con la excusa de esa desigualdad, empuñar un sofisticado fusil, un
paso de gigante habremos dado. No hay derecho a que se apoye a regímenes como
el saudí por el solo hecho de que vende petróleo a occidente. Dicho régimen es
el único del mundo –si no me equivoco- que tiene el nombre de la familia
reinante, como si el Estado fuese propiedad privada de ese linaje (y lo es).
España ya tiene más de dos mil
soldados esparcidos por medio mundo, en África, en Asia, entre otros
continentes, en misiones de lucha contra el terrorismo, a favor de las
poblaciones inocentes, intentando llevar la sanidad y el alimento allí donde se
necesita, combatiendo a los señores de la guerra. Por lo tanto a nadie debiera
extrañar que España tuviese que participar en una coalición internacional
contra el yihadismo; a nadie debiera extrañar que en las acciones militares a
llevar a cabo hubiese víctimas inocentes, a nadie debiera extrañar que España
estuviese con los que sufren el terrorismo y no con quienes lo infligen. Los
que dicen “no a la guerra” no dicen nada, porque con esa frase nada se
soluciona. Los que dicen “no en mi nombre” tampoco arreglan nada, incluso
parecen escapar de hablar claro. Los que decimos que España tiene que
comprometerse en la lucha contra el terrorismo (con la guerra si fuese
necesario) y esto sí es decir las cosas claras, comprometerse con argumentos,
aceptando la más feroz crítica que corresponda a las democracias por haber
estado dormidas, preocupadas solo por la economía.
Que una eventual guerra (hoy no
se ha planteado aún) lleve a males previsibles no debe extrañar tampoco a nadie,
pero quedarse quietos es suicida sin lugar a dudas, es cobarde y es injusto. Y
aquel eventual compromiso de España contra el terrorismo internacional bajo el
paraguas de la ONU, con el más serio y profundo debate democrático, pero ya,
porque no podemos seguir esperando (un neófito dirigente político español ha
dicho que sometería a referéndum la participación de España en una guerra
contra el terrorismo). No tiene sentido militarmente, no lo tiene
democráticamente, es una vaciedad de quien tiene por delante el tacticismo y no
la vida de víctimas potenciales.
L. de Guereñu Polán.
1 comentario:
Razonable y oprtuna reflexión
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