martes, 12 de noviembre de 2019

Mal

No acerté gran cosa en mi anterior participación en este foro, quizá porque confundí mis deseos con la realidad, que es terca. El avance tremendo de la extrema derecha, no obstante, puede ser como un "souffle" cuando buena parte de sus votos vuelvan al Partido Popular, a la postre, casa matriz de esa familia que es la derecha. 

Los resultados electorales, tal y como han quedado, presentan un panorama endiablado para la gobernación de España, sobre todo teniendo en cuenta los muchos y graves problemas que enfrenta. Sin saber cual sea la solución de gobierno que se imponga, creo que cualquiera será mala y con ella habrá que tirar hasta que no dé más de sí. 

Por un lado está el problema planteado por el independentismo catalán, que tiene su fuerza bien demostrada aunque se empeñe en llevar el método ignorando a millones de compatriotas. También están los compromisos europeos, la política social pendiente, la necesidad de allegar recursos y mil asuntos (la aprobación de unos presupuestos del Estado entre otros) que no se han podido abordar en estos últimos años.

España tiene, quizá, uno de los Parlamentos más divididos de Europa, empeñados como están los líderes locales en preferir ser cabezas de ratón que colas de león. Cada uno, en Cartagena como en Canarias, en Valencia como en Teruel, en Santander como en Madrid, han presentado su candidatura para conseguir uno, dos o tres escaños y exigir, por este medio, un trozo de tarta. De igual manera los españoles se han empeñado en dar su voto a partidos vasquistas, regionalistas, localistas, fueristas, nacionalistas de todo tipo, para -cada uno con dos, tres o cuatro escaños- participar también en el festín. Otra cosa es que haya festín.

Si hubiese una ley que dijese que por el mero hecho de aceptar ser diputado o senador, se da por hecho que todos y cada uno aceptan y acatan la Constitución española, no tendríamos por que asistir, dentro de unos días, al teatro bochornoso de las diversas formas de juramento y/o promesa, cada cual más rocambolesca y estúpida.

Si el Partido Socialista, que tiene la responsabilidad de tomar la iniciativa para formar gobierno, tiene que dar cabida en él a los del señor Iglesias, malo, si ha de valerse de los votos de los independentistas vascos y catalanes, peor. Si para la formación de ese gobierno que no se puede hacer esperar más, hay que soltar algunas migajas o prebendas a alguno de esos que han conseguido uno o dos escaños, también malo. Y malo veo el futuro de España, institucionalmente hablando, con el gobierno que se adivina y con el Parlamento tan fraccionado. 

Los del señor Iglesias, y me refiero sobre todo a los de su grupo más próximo, no son de fiar para ninguna política de Estado que se precie. Ni en el tema catalán, ni en la política exterior, ni en el orden público, ni en la lealtad constitucional, ni en casi nada. Por si esto fuese poco, hay partidos que se empeñan en ignorar la naturaleza pluralísima de España, presentando una lucha dialéctica denodada contra las provocaciones de los nacionalismos periféricos que, nos guste o no, existen porque tienen apoyo social suficiente.

El Presidente en funciones, señor Sánchez, tiene la inveterada costumbre, por si los problemas no fuesen suficientes, de meterse en jardines intrincados sin venir a cuento: que si España es una nación de naciones, que si el delito de estos es de rebelión, que si traerá por su mano -poco menos- al señor Puigdemont, y otras cosas por el estilo. Contrasta su tenacidad y los servicios que ya ha prestado a España con la verborrea que le traiciona. 

Lo delicado de la situación institucional y política de España quizá no llegue a la necesidad de un gran pacto entre los dos grandes partidos políticos -que no quieren unos ni otros- pero ya se andará el camino. Por mi parte deseo que no sea necesario, entre otras cosas porque la dirección del Partido Popular está en manos de tales enanos, que tengo mis fundados temores de lo que se les ocurriría. Pero si se llegase a tener que recurrir a esta fórmula, malo también porque indicaría a que extremos hemos llegado. 

Con la extrema derecha como tal en las instituciones, el Partido Socialista debilitado aún ganando las elecciones, antipatriotas en el Congreso y en el Senado, cuestionadores de lo divino y de lo humano por doquier, mal veo la estabilidad institucional de España, por ende la política, y mal veo que las soluciones que haya que arbitrar se tomen acertadamente, porque si se llegase a acuerdos en el Gobierno, ya se encargarán algunos de torpedearlas en el Parlamento. Asistiremos ahora a un permanente acoso y derribo por parte de la patronal, los partidos minoritarios y la derecha política, por razones distintas pero a lo mismo.

Se me ha ocurrido -puesto a pensar- que el Presidente en funciones podría ofrecer un ministerio al PNV (hay precedentes en la II Republica) y a Ciudadanos, aunque solo sea para que la "cuota" que se le ocurra exigir a los del señor Iglesias, tuviese por fuerza que verse menguada. Difícil me parece que esto cuajase. Los que se fueron de Podemos y los que aún están dentro de IU, que reconocen al Partido Socialista legitimidad para gobernar en minoría con el Parlamento, no pintan nada ahora. El resto de la sopa es un berenjenal de mucho cuidado. Mal.

L. de Guereñu Polán.  


2 comentarios:

FUNDACIÓN LUÍS TILVE dijo...

Leído el preacuerdo el punto 2 (Cataluña) y el 10 (Equilibrio presupuestario) son demostración de un más que evidente cambio de discurso de los dirigente de UP. Me queda la duda de si las bases o distintas confluencias locales van a aceptarlo.
La pregunta a responder es si alguien ha siquiera dado un pequeño espacio a otra alternativa.
No se si va a prosperar la apuesta de solución, de lo que si estoy seguro es que no hay peor solución que la no solución.
Isidoro

FUNDACIÓN LUÍS TILVE dijo...

Estoy de acuerdo contigo. Otra cosa es mi estado de animo. Un saludo. Luis Gyereñu