domingo, 17 de junio de 2018

"Nación de naciones"



No hay más que consultar el Diario de Sesiones de las Cortes de fecha 9 de mayo de 1978, para ver que en la Comisión de asuntos constitucionales, Manuel Fraga se expresaba diciendo “a mí me gusta la expresión nación de naciones" para referirse a España. Siguió el prócer mostrando su admiración por el jesuita Ramón Lázaro, catalán y miembro de las Cortes de Cádiz que, desde posiciones moderadas, fue partidario del liberalismo en España. También mostró Fraga su admiración por Antonio de Capmany, militar catalán y miembro también de las Cortes de Cádiz, donde demostró sus avanzados conocimientos en varias materias.

Fraga siguió diciendo en aquella ocasión que todas las regiones y provincias españolas debían tener el mismo régimen, unas buenas Diputaciones provinciales a las que se podrían llamar Generalidad. Está clara la ironía, pero lo que me interesa recalcar aquí es que, tras lo que años más tarde se vio con la discusión del segundo Estatuto de Autonomía de Cataluña, en relación al concepto de nación, casi nadie parece haberse acordado de aquella frase de Fraga en la que se mostraba de acuerdo con la expresión “nación de naciones”.

Viene esto a cuento para demostrar que las palabras valen poco, porque según quien las pronuncie, tienen un significado y trascendencia u otro. Si yo fuera un alto responsable público del Estado, me guardaría muy mucho de patrocinar para España la frase de Manuel Fraga, pues entrañaría determinar, en primer lugar, el concepto de nación, y en segundo lugar decidir si Cantabria, Murcia, La Rioja, Madrid o Baleares (por poner solo unos ejemplos) son naciones.

El historiador Álvarez Junco, que creo es uno de los que más claro tiene este tema de las naciones, habla de que los diversos teóricos se han visto obligados a hacer un repaso sobre la raza, la lengua, la religión, el pasado histórico… para acabar comprobando que ninguno de estos datos culturales sirve como criterio objetivo, universalmente aplicable, para decidir qué comunidad es una nación y cual no. Hay que recurrir, entonces, a la subjetividad de los individuos, si se consideran miembros de una comunidad que quiere llamarse nación. Pero ello trae consigo un problema –sigue diciendo Álvarez Junco- y es un “plebiscito cotidiano”, porque los miembros de una comunidad pueden considerarse nación en un momento histórico y no en otro posterior o anterior.

En efecto, para los casos de Cataluña y Euzkadi, ¿se distinguen sus habitantes por la raza, la religión o el pasado histórico del resto de los españoles? Solo la lengua es un elemento identitario y parcialmente, pues al lado del catalán y el euskera está el castellano que, lógicamente, está ahí por razones históricas. El castellano no se debe considerar un intruso ni siquiera por los nacionalistas vascos, catalanes o gallegos, porque si lo hacen también podría verse como intruso al gallego en el Bierzo, entre el Eo y el Navia o en algunos pueblos de Extremadura. No digamos el portugués en Brasil o Timor oriental, en Angola, Mozambique o Guinea Bissau. ¿Es intruso el catalán en Baleares o Valencia? Obviamente no: está ahí por razones históricas. Como el euskera no se extendió hacia el sur ni hacia el norte, como no tuvo literatura durante muchos siglos, de ahí que no sufre la acusación de intruso en sitio alguno, y si se hubiese extendido a otras regiones no podría considerársele intruso porque la historia cuenta y no se puede evitar.

Hay algunos párrafos de Castelao en “Sempre en Galiza” donde el eminente escritor y artista gallego se contradice: es cuando considera que el castellano se ha extendido por la fuerza de las armas a otros territorios… pero nada dice del mismo fenómeno sobre el portugués. ¿Qué nos importa cual sea la forma en que una lengua se ha convertido en madre para millones de personas? Lo que nos importa es que esos millones de personas no están dispuestas a renunciar a ella, como no se renuncia a una madre.

Si el académico tema del concepto nación, sobre el que no hay acuerdo, emponzoña a los políticos y españoles de un signo u otro, malo. Dótese a las comunidades autónomas de recursos de forma justa y consensuada, respétense sus peculiaridades culturales (y la palabra cultura equivale a forma de vida) y no se pretenda privilegio de ningún tipo. De lo contrario, el “diálogo” del que se habla no servirá para nada, porque todo diálogo, si no va acompañado del razonamiento, es inútil. Los sentimientos de mayor o menor raigambre romántica los puede guardar cada uno para su casa. Portugal, que es un estado independiente del español, es hispano, como son hispanos los mexicanos o los chilenos. La historia está ahí y no se puede cambiar.

L. de Guereñu Polán.





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