Conocí Cuba hace varias décadas ya. Cuando todavía
ciertos obscenos personajillos no
pululaban por la isla alardeando de galanteos fáciles cultivados en tierra de
dificultad, al socaire de papel moneda del imperio...He vuelto numerosas veces
prendido del embrujo de aquella tierra de magia que también describen la pluma
de un Martí precursor, la brillantez resentida de Cabrera Infante o la
elegancia de Gertrudis de Avellaneda.
Cuba es algo más que una isla. Trazo
sensual que se extiende desde Cabo San Antonio hasta Punta Maisi a lo largo de
1200 kilómetros. El interminable lagarto verde con ojos de piedra y agua de
Nicolás Guillen. Floreada de grupos insulares y cayos. Es mucho más que una
isla. Es emoción, pasión, colorido, controversia permanente cosida al mar y el
viento por puntadas de olas que decía Angel Augier..
Cuando el país hervía atizado por
los desordenados apetitos del mulato D. Fulgencio, el sargento-presidente
autoascendido a general, llegó otro oriental como el, nacido en Colonia Biran
que contaba con el valor añadido de la galleguidad en sus venas, y que tras dos
años de forcejeos “mando parar”. Fidel Castro Ruz, el guerrillero que no
violentó ascensos manteniéndose comandante chusquero de por vida. Barba
rizada, eterno puro entre los dientes y
una sonrisa mitad de triunfo, mitad socarrona. Entró en La Habana el ocho de
enero de 1959. Cuba era un país de gran riqueza y mayor injusticia. Nadie cayo
en cuenta de la utilidad de redistribuirla, y en el olvido se la quedaron
cuatro. Y el resto, el juego, la prostitución y el turismo lo manejaba la mafia
norteña bajo el paraguas protector del inevitable Fulgencio Bastista, que tenia
en el Hotel Nacional su segunda casa.
El experimento revolucionario
desde el primer día sufrió el “espíritu de Goebbels” versión
White House volando sobre el nido fidelista. El pleito fue salvaje.
Wall-Street, el Pentágono y la CIA siempre vieron hacia el sur, - espacio que
entienden promiscuo, corrupto y moreno-, con ojos de explotación y saqueo. Ni
hermanos continentales ni mucho menos invitados de sus inmaculados manteles
anglosajones...
El Comandante, con C mayúscula, flotó en la superficie de
la historia como un corcho testarudo. Resistiendo al descalabro de la moderna
trompeta de Jericó que derribó el telón de acero convertido en débil cemento.
Piloto soñador, surcó océanos de injusticia social en búsqueda del
paraíso...aunque en gran medida su sueño quedó varado en la maraña amorfa de la
inercia. El navío se desarbolaba, su barba encanece, y su discurso se hace
estático, retórico. Pergeñado de un halo de melancolía su singladura avanza
fuera del espacio, casi del tiempo, bordeando el punto critico del estrecho
paso entre ser amado ó temido. Del impulso juvenil, vital, de horizontes
generosos y transformadores, que cautivo los corazones de toda una generación
apenas queda en la opera aperta del fidelísimo, un intermezzo
agónico camino de una inquietante incógnita. Cuba es hoy un murmullo fuera de
escena que el Comandante no quiso, no puedo o no supo oír con sus oídos
anclados en el estruendo ilusionado de 1959.
Bocas ignominiosas
se aprestan para vomitar sobre la reputación del Comandante, como lo hicieron
recalcitrantes durante decenios. Hipócritas que se rasgan sus vestiduras de
“demócratas”- algunas compradas anteayer-, para pedir el final de la dictadura
castrista . Voces de manos ensangrentadas que
armaron a los asesinos que masacraron a sus pueblos en una orgía de
represión reaccionaria al amparo de escandalosos silencios. Odiaron con ferocidad que el pueblo cubano gozase de unas
ratios educativas, sanitarias, tratamiento de la infancia, solidaridad,
vivienda o seguridad ciudadana, que no son equiparables a su entorno geográfico.
Incluyendo importantes zonas del Imperio. Falazmente intentaban devaluar los
logros sometiendo en comparación desajustada, una y otra vez la realidad
isleña, con la del primer mundo para mostrar tachas. Con intoxicante falacia
quisieron hacer ver que la violencia sobre los derechos humanos y la represión
era similar a la acaecida allí donde el Imperio respaldaba los Somoza,
Trujillo, Strossner, Videla, Pinochet de turno. Algo escandaloso. Sin que esto
avale ninguna laxitud ante la conculcación, en la medida que sea, de los
derechos humanos y la libertad.
Del Comandante cabe quedarse con
el hombre que doblegó al poderoso Goliat. Del que devolvió el orgullo a un
pueblo e hizo soñar a muchos otros. Del guerrillero verde oliva hermano de
sueños del Che argentino y cubano. Del conversador infatigable que saludaba el
alba departiendo con Gabo García Márquez. Del guerrero revolucionario,
que no morirá, sino se desvanecerá lentamente en la historia. Pese a las
feroces diatribas sobre su persona, sin pretender olvidar sus claroscuros,
su recuerdo está grabado en la
iconografía política de una época junto a Salvador Allende, Mandela, Ignacio
Ellacuria, Martín Luther Kong, Oscar Romero, Kennedy y algunos más. Personajes
distintos pero con un hilo conductor común : convicción, ética y coherencia alzada
frente a la injusticia, la prepotencia, el dogmatismo ciego, poniendo voz a los
pobladores de bíblicos valles de lágrimas, renovando argumento y guiones.
En el vaivén constante que jalona
la biografía política del planeta, quizás mas de algún augur miope o analistas
interesados brinden caídas y mudanzas y el entierro de las utopías y sueños.
Mas tras esos brindis, la hiriente realidad social, el egoísmo sin freno ni
rubor , no tardarán en el primer recodo de la historia en tornar las burbujas
en lagrimas y el regocijo en lamento. Nadie puede destrozar eternamente los
sueños y las esperanzas que pueblan las mentes de millones de blancos, de negros de amarillos, de razas, de
pueblos, de gentes.
El Comandante se va con su tiempo
amortizado. Deja tras de si un futuro inestable, quebradizo, que habrá de
buscar una nueva ilusión, una esperanza, unos protagonistas...Ojalá confluyan
en una Cuba Libre y Soberana...En la que ningún marine de vejiga floja
vuelva a orinar en Parque Central sobre
la estatua de José Martí .
Hasta siempre Comandante.