viernes, 27 de diciembre de 2019

Afanes y errores



En un trabajo de Víctor M. Arbeloa se muestra la pluralidad de ideas sobre el camino a seguir por el Partido Socialista y la Unión General de Trabajadores, tras perder las elecciones en noviembre-diciembre de 1933, justo cuando los anarquistas estaban protagonizando una insurrección en varias partes de España.

El grupo parlamentario socialista había quedado reducido a la mitad que en la anterior legislatura después de que, en la campaña electoral, y aún antes, el presidente del PSOE, Largo Caballero, hubiese anunciado la “revolución social” que consideraba necesario llevar a cabo, a lo que se opuso Julián Besteiro, siendo este derrotado a finales de enero del año 1934. Con Largo estuvieron en esta ocasión los llamados “centristas” e Indalecio Prieto, que no pocas veces se ha arrepentido de sus posiciones iniciales.

A finales de 1933 se concertó en Barcelona un pacto de “Alianza Obrera” entre el Partido Socialista, la Unión General de Trabajadores, la Unió de Rabassaires (que se separó poco después por su vinculación con Esquerra), el Bloque Obrero y Campesino y los sindicatos afectos a Joaquín Maurín, la Federación Sindicalista Libertaria, los Sindicatos de Oposición (así llamados) de Ángel Pestaña, Izquierda Comunista de Andreu Nin y posteriormente, se adhirieron el Partido Comunista de España y el Partit Comunista de Catalunya (septiembre de 1934).

En el seno del Partido Socialista se denostaba la exaltación del nacionalismo que “recibe el nombre de fascismo”, y se consideraba que los problemas sociales no tendrían solución sin una revolución proletaria (así se hablaba). Se acordó entonces por el Partido Socialista la derogación de las leyes represivas que el gobierno conservador pretendía tomar, imposibilitar el desarrollo del nacionalismo fascista, la preparación de una acción revolucionaria para dar “la batalla decisiva” y, cuando fuese posible, establecer la “República Socialista Federal”. Así se hablaba cuando ya se había producido el golpe de Sanjurjo poco más de un año antes, pero sin percibir aún la amenaza militar que luego se materializaría.

Por su parte, la UGT, por medio de su Secretario, Trifón Gómez, mostró sus reticencias a lo acordado en Barcelona por Antonio Olarte, pues el primero expresó que no debían establecerse pactos si no fuesen coyunturales, no por lo tanto a los pactos “estructurados”, como allí se dijo. Olarte trató de explicar que no había un compromiso cerrado por parte de la UGT catalana, pero Trifón no se fió y manifestó que una cosa era mantener relaciones cordiales con otras organizaciones obreras y de izquierdas y otra llegar a acuerdos de continuidad con ellas.

La dirección del PSOE se reunió en diciembre de 1933, en la que su Secretario, Enrique de Francisco, habló a favor de las posiciones maximalistas de Largo, mientras que Prieto se expresó en términos de “un punto de flexibilidad” para unir las posiciones del PSOE y de la UGT, pero casi todos se mostraron en contra del lenguaje incendiario que empleaba “El Socialista” en sus páginas, dirigido entonces por Julián Zugazagoitia.

De los Ríos, en esta reunión, se manifestó contrario a realizar una agresión contra la República, debiendo emplearse el tiempo, sin embargo, en la propiedad de la tierra, la enseñanza libre (conocía bien el caso de Bélgica) y la disolución de la guardia civil. Cordero y Carrillo (caballeristas) y Vidarte se declararon partidarios del movimiento “Alianza Obrera”, interviniendo también De Gracia y De Francisco, este defendiendo “la carta fundamental del Estado” (entiendo que la Constitución republicana).

No pocos de aquellos miembros de la dirección socialista percibieron que “había un peligro de fascio”, mientras que Prieto abogó por un acuerdo ineludible con la Unión General de Trabajadores en la coyuntura que se daba, pero nadie parecía haberse tomado muy en serio la insurrección anarquista que estaba teniendo lugar, dice Arbeloa.

Pocos días después se reunió de nuevo la dirección del PSOE, relatando Prieto sus contactos con los dirigentes ugetistas para que estos se coordinasen con el partido. Comentó que la posición de Trifón Gómez era que “si lo que se deseaba era realizar un movimiento para destruir lo actuado e implantar la dictadura de de los trabajadores, entonces ellos pensaban que debía meditarse mucho lo que se hacía…”. Intervinieron otros y acordaron realizar un movimiento conjunto (PSOE-UGT), reuniéndose días más tarde las dos ejecutivas (partido y sindicato), donde se establecieron las bases ideológicas de los socialistas españoles que, según Arbeloa, iban a durar muchos años.

Sobre la huelga anarcosindicalista –nadie hablaba de insurrección- se interesaron Besteiro, Saborit y Gómez, señalando que, estando de acuerdo con los sindicalistas, la actitud de los socialistas debía ser tibia, y así estuvo el PSOE en un estado de confusión propio de los momentos en que dicho partido no estaba en el gobierno. Arbeloa invita a comparar esta situación con la de enero de 1933, recordando el caso de Casas Viejas.

Andrés Saborit por su parte, el más fiel a las ideas de Besteiro, insistió en que el Partido Socialista no tenía nada que ver con lo que estaba pasando en la calle (se refiere a las huelgas anarquistas), mientras que Prieto (que según Arbeloa jugaba a varias cartas) señaló que no debía condenarse el movimiento por la importancia que podría tener. Fernando de los Ríos pidió que los socialistas no lo secundasen, pues “nuestras organizaciones no deben aparecer arrastradas por los anarcosindicalistas en un movimiento sin finalidades”. Saborit pidió una nueva reunión para conocer el alcance de lo que estaba pasando con las huelgas, cargando contra Largo en la estrategia que este venía manteniendo desde su discurso en el cine Pardiñas de julio pasado[i]. La posición de Saborit y  Besteiro era la mayoritaria en la UGT, ya que no había capacidad, disciplina ni autoridad en el movimiento obrero para llevar a cabo lo que se decía[ii], en palabras de aquellos dirigentes. Se siguió luego con el deseo, por parte de algunos, de que los artículos incendiarios de “El Socialista” cesasen, aunque fuesen muy del gusto de los lectores.

Zugazagoitia era director del periódico desde 1924, invitado a ello por Saborit, empleándose en cierta ocasión contra Prieto y los republicanos en 1933, pero la labor ideológica de Zugazagoitia en “El Socialista” fue anterior a dicho año, pues tenía como subdirector a Manuel Albar, procedente del anarquismo, al que había llevado también al periódico Andrés Saborit. Ahora es este el que ha de luchar contra los elementos “bolchevistas” dentro del periódico, mientras que Trifón Gómez se mostró contrario a la “Alianza Obrera” de la que hablamos al principio “sabiendo que van a la derrota”.

En estas estaban socialistas y ugetistas cuando les esperaba un largo camino en la oposición parlamentaria, aún vendría el error de los sucesos de octubre de 1934 y el golpe de estado de 1936 que desembocó en la guerra civil que no se ha borrado de nuestras memorias, y me atrevería a decir de nuestras vidas.

L. de Guereñu Polán.



[i] Es el momento del giro de Largo cuando dice “a la dictadura burguesa, nosotros preferimos la socialista… El solo hecho de que haya una mayoría burguesa en el Parlamento es una dictadura… Nosotros declaramos que queremos vivir en la legalidad, pero si se nos cierran los caminos, apelaremos a la violencia revolucionaria… “. Solo es posible entender estas palabras –no justificarlas- si tenemos en cuenta que el respeto a los comportamientos democráticos no existía para muchos españoles y para no pocos dirigentes de uno y otro signo. El contexto histórico, en pleno auge del fascismo en Europa y del comunismo en la URSS, era muy otro que el actual.
[ii] “Si alguien pretendiera quitar por la violencia algo de lo ya conquistado hasta aquí, es necesario defenderse por todos los procedimientos…”.

viernes, 20 de diciembre de 2019

¡SOLEMNE HARTAZGO! Antonio Campos Romay*

Hartazgo de trenes de tormentas azotando impíos…Hartazgo de humedad que invade todo mustiando el ánimo…Hartazgo de una lluvia que pierde su poesía al hacerse agobiante e importuna. Hartazgo de bajas presiones, que rotan pérfidas tocando con reiterada impertinencia esta cornisa sufrida y reumática.
Hartazgo por tantas razones… El que provocan sucesivas las bajas presiones, pero también el que generan las presiones bajas de la política… Los trenes de tormentas, y los trenes de sandeces e incoherencias que condenan al indefenso viajero, (ciudadanía), extraviado entre egos, titubeos, cazurrerías fenicias ó predicas fundamentalista.

Hartazgo de tantas bajas presiones políticas que asoman el escarnio y tosquedad que hizo oficio en la política, invadida de talante rufianesco donde es más fácil el hallazgo de una aguja en un pajar que alguien con la altura de miras que piense en “que hay de lo de todos” y no en “que hay de lo mío”…

Hartazgo de convivir con los que haciendo del chantaje tarea, se ponen plañideros lloriqueando que les chantajean… Los que aplastan de forma bronca o sibilina la disidencia interna de los que no comparten su iluminismo, mientras repiten hasta la saciedad que son oprimidos por una legalidad democrática en la que se mueven a su antojo. Hartazgo de un victimismo farisaico siempre presto a ser victimarios de todo el que se oponga a su camino. Hartazgo seres miserables disfrazados de honorables.

Hartazgo de las barbaridades que dicen cada vez que abren la boca o pulsan un tuit una portavoz de la derecha montaraz, de casa noble y discurso innoble y el portavoz secundario cuyo merito más apreciado es escupir huesos de aceituna a respetable distancia. Hartazgo de las lecciones de cordura de una insensata “montapollos” que aleatoriamente suma 221 diputados solo existentes en su mente calenturienta, pues al oírla se carcajean de ella en la Calle Génova. La que con estólida miopía dinamitó 180 escaños reales, bregando a tiempo completo para ello, truncando con frívola necedad la estabilidad política.

Hartazgo de la política convertida en crónica medieval de barones que con ánimo de señores de horca y cuchillo se creen autorizados en convertir en suyo, lo que por democracia corresponde al conjunto. Hartazgo de una política de tan escasa de miras, que subrogó en manos de la justicia lo que debiera haber sido su obligación, arrastrándola a un laberinto diabólico donde se engrandece el saber popular que avisa, ¡más vale un mal acuerdo que un buen juicio! Hartazgo penoso ante la demagogia disparatada de quienes intentan conculcar la separación de poderes, que son pilar del estado democrático, al exigir del ejecutivo decisiones que competen al poder judicial.

Hartazgo del esfuerzo por entender una justicia, seguramente justa, que permite volar libre al buitre con forma de alcaldesa desde el fondo de sus pecados a la impunidad, mientras, seguramente justa, arroja otros a una mazmorra con entusiasmo preventivo tal que deja estupefactas cortes judiciales ajenas.

Hartazgo absoluto al borde del bicarbonato… Irritante como el viento que despanzurra paraguas y destroza cual “tifossi” fuera de control el mobiliario urbano o como la lluvia impía en su tozudez invasiva...

Un hartazgo que requiere urgente un rayo de sol y un rayo de sensatez… El uno para corregir la sensación de sentirnos anfibios entre tanta borrasca. El otro para que los dioses se lleven ese tren de dislates que anegan la vida pública, con un baño de sensatez. Porque si de ellos deviniese tercera cita electoral, la sensación de desamparo social se traducirá en un fracaso político de dimensión cósmica.

Tanto que debiera saldarse con el derribo del actual teatro afincado entre el surrealismo y el absurdo y un severo ERE de unos actores muy alejados de aptitud para desarrollar el libreto. Marquina sostenía, “España y yo somos así”… Pero no es cierto. Ni España ni yo (ciudadanía) somos así. España se merece una clase política acreedora de respeto, que no degrade el sentido común, ni humille a la ciudadanía. La que en momentos complejos, ha de ser la dueña de la última palabra.
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*Antonio Campos Romay ha sido diputado en el Parlamento de Galicia.

martes, 17 de diciembre de 2019

"Materia inerte que no sirve para nada"


En una obra de Pardo Bazán la autora dice que debía combatirse el que la población tuviese esperanzas en cuestiones políticas que desconocía, lo que me suena a la situación actual con el cúmulo de asuntos que tienen el mínimo interés para la solución de los problemas de la gente, mientras los responsables públicos se pasan días y más días reunidos con objetivos totalmente evanescentes.

En otra obra, esta de Pereda, de título Pedro Sánchez, el protagonista, hombre honrado, contrasta con la época en la que vive, lastrada por la corrupción de políticos, empresarios, banqueros y demás personajes que han hecho sus fortunas ilícitamente. El mismo Pereda habla de los que aspiraban al poder sin tener preparación, pero el relumbrón que aquel les daba permitía su medro en otras esferas de la vida: las relaciones sociales, los negocios, etc.

Si uno se adentra en los escritores de las últimas décadas del siglo XIX, encuentra tantos parecidos con la situación actual de España, que parece no haya transcurrido más de un siglo, como no sea que la población está más informada, sobre todo de pequeñeces, gozamos de medios técnicos sofisticados y vivimos frenéticamente. Hay dos personajes de ficción de doña Emilia, Trampeta y Barbacana, que luchan uno contra el otro sin más ciencia que ambos son caciques sin ideología que les distinga.

Viene esto a cuento de las muchas horas que, desde hace unos cuatro años, emplean los responsables públicos en discutir si tal comunidad constituye una nación o no. Entrar en un tema que debo dejar para los expertos (juristas e historiadores) hace que no me pronuncie taxativamente, pero sí diré lo que, a no dudar, todos han considerado naciones: los pawnee, que habitaron y quizá habitan en el estado de Nebraska, fueron una nación, como los cheyenne, los sioux y otros grupos de Norteamérica. Fueron nación los arévacos y los turdetanos, los vacceos y los edetanos, y así lo reconocieron los conquistadores romanos en su época. Fueron nación los guanches y otros que tenían su cultura definida, se reconocían como iguales (aún con diferencias de jerarquía y riqueza) y se definían por oposición a los que venían de fuera.

Pero en los casos de Madrid, Baleares, Eukadi o Cataluña, por poner solo algunos ejemplos ¿cómo se podrá hablar de naciones si son el resultado de miles de murcianos, gallegos, aragoneses, rosellonenses, valencianos y andaluces, además de los naturales de cada uno de esos países? Véase que también yo me he visto involucrado en el absurdo de discutir este absurdo, y es que todo nos envuelve y envenena.

En cambio sí hay cuestiones que interesan, y mucho, a la población de unas “naciones” y otras en esta nuestra España, como es el caso de la paulatina desaparición de las explotaciones carboníferas, con la reconversión subsiguiente que será necesaria, las necesidades de las zonas despobladas de España, que son muchas y muy extensas, que no tienen servicios básicos y han de desplazar a sus niños varios kilómetros para asistir a la escuela. Y es de gran interés qué hemos de hacer con los inmigrantes que llaman a nuestra puerta y que quizá sean la salvación para las pensiones de los vienen detrás de mí (de medio millón de demandas de asilo en la Unión Europea, una cuarta parte compete a España). Y es importante saber qué haremos con una enseñanza de calidad que el mundo moderno demanda y que hoy reclaman para sí los empresarios privados.

Es importante también qué haremos con nuestros desempleados, pues no es lo mismo que reciban un subsidio que se queden en la miseria, y es necesario saber, como señaló recientemente Javier Solana, si la transición energética se va a hacer con criterios de equidad y afectará o no al crecimiento económico; porque se puede actuar a las bravas o ayudar a los sectores de la población afectados con un “fondo para la transición justa”.

Y creo que es del máximo interés saber si, a medio plazo, el Estado va a contar con una banca pública, además del Instituto de Crédito Oficial, dado el comportamiento que viene observando la banca privada, con crisis periódicas y el recurso fácil al dinero de todos. Veremos qué caminos se articulan para gravar a los grandes especuladores, a las transacciones financieras, a los que manejan el dinero a raudales, pues tienen instrumentos en sus manos para hacer fracasar todo intento poco pensado por parte del Estado.

Todo esto nada tiene que ver con el tacticismo de Esquerra y la ambición del señor Iglesias Turrión, pero tampoco tiene nada que ver con las ínfulas de contentar al nacionalismo de los socialistas de Cataluña (donde hay catalanes y de otras “naciones”). Recuerdo unas palabras escritas por Galdós en las que habla de un tipo de gente que posee el arte de hacer amable su conducta viciosa (véanse a los dirigentes del Partido Popular). Hay demasiados “responsables públicos” sin ningún ideal ni miras elevadas (vuelvo a tomar las ideas de Galdós), veo a no pocos arrimados al poder fácil que aparentan energía social y solo son materia inerte que no sirve para nada…

L. de Guereñu Polán.

martes, 26 de noviembre de 2019

Vivir del cuento


Creo que España vive un mal momento política e institucionalmente, aparte los problemas sin resolver, que no son pocos, y las veleidades que a la economía mundial se le ocurran.

Creo también que hay un buen número de dirigentes políticos que viven del cuento sin aportar gran cosa al bien de la comunidad. Esquerra Republicana es responsable de no haber dado su aprobación a los presupuestos en la última legislatura, con lo que hubo que convocar elecciones de nuevo que no han traído sino un ascenso notable del PP, un ascenso espectacular de Vox, la entrada en el Parlamento español de las CUP y la pérdida de escaños para la propia Esquerra, el Partido Socialista y Podemos. No he oído a ningún dirigente de Esquerra hacer autocrítica sobre su maniobra para que España no tuviese unos presupuestos sociales, a pesar de llamarse como se llama: es una “izquierda sui generis”.

Al señor Iglesias lo único que le interesa es ser ministro y colocar a alguno de los suyos, no la gobernanza del país y su progreso. Por eso no respetó que gobernase el partido que había ganado las elecciones y –con Esquerra- propició unas nuevas elecciones con el resultado ya dicho.

Hay algunos “históricos” del socialismo que parecen también vivir del cuento: si se han pronunciado las bases de acuerdo a una consulta hecha por la dirección del partido ¿a qué viene ahora un “manifiesto” para decir que no están de acuerdo con lo que aquellas bases ya se han pronunciado? ¿o es que esos “históricos” son más importantes que miles de socialistas en España? Una manía a la que no renuncian quienes ya no están al mando de nada, pero tienen la capacidad de molestar todo lo que pueden. Incluso me parece entrever una suerte de odio en algunos de ellos, contra un Secretario y Presidente, el señor Sánchez, a quien se le han puesto más obstáculos que a nadie en la democracia española.

No soy un entusiasta del pacto entre el Partido Socialista y Podemos, ya que, como le ocurre al Presidente Sánchez, no me fío del señor Iglesias y de sus allegados (otra cosa es el conjunto de dicha organización), pero no veo otra salida si la derecha y ¿por qué no la otra izquierda? no permiten gobernar en minoría y en solitario al Partido Socialista, ganador de las elecciones, que para mí es la mejor opción, la más coherente y la menos compleja.

Esquerra no quiere investir al señor Sánchez; lo que quiere es tener al Estado débil (aunque sus dirigentes dicen “un PSOE débil). Cuanto más débil sea el Estado, más posibilidades de tener a la sociedad nacionalista  catalana movilizada y, por lo tanto, en jaque al Estado. No es posible, según lo veo yo, una negociación de Gobierno a Govern, como no es posible aceptar un referéndum que ni el artículo 2º de la Constitución permite ni un partido de gobierno puede admitir. Ningún estado prevé en su Constitución la posibilidad de descomponerse en partículas. Si Esquerra ha planteado esto para la galería el tiempo lo dirá. Si se empeña en imponerlo, creo que el Partido Socialista y el Gobierno en funciones no pueden aceptarlo. Sería ilegal, sería impolítico y sería malo para el conjunto de los españoles, incluidos, claro está, los catalanes, muchos de los cuales tienen a gala ser españoles como los que más.

Hay un sentimiento romántico entendido en el peor sentido de la palabra en los señores Junqueras, Rufián y compañía (el caso de los del señor Mas y Puigdemont ya es otra cosa). Dialogar no es suficiente si al mismo tiempo no se razona: si Esquerra no es capaz de comprender que el Estado no puede aceptar determinados presupuestos disolventes, no hay mucho más que “dialogar”. En cuyo caso se podría entrar en un proceso –malo también pero quizá necesario- de pactar con todo aquel que quiera defender la integridad de España primero, la gobernanza del país después y el mantenimiento de la democracia (en sus diversas versiones) por fin.

L. de Guereñu Polán.

domingo, 17 de noviembre de 2019

Democracia real



Hace décadas que debiéramos haber aceptado que la democracia es el arte de la convivencia y la colaboración de diferentes tendencias políticas en beneficio del bien común. Pero no es así. La democracia moderna no parece otra cosa diferente a un malvado juego de tahúres, donde los más osados, quienes más vociferan o aquellos capaces de mentir con más desfachatez arrastran las monedas del tapete e, incluso, se llevan la gloria y el aplauso de los pacientes espectadores. La democracia española se ha convertido en un espectáculo donde desnudar las cebollas e intenciones de los jugadores es harto complicado. Las tramas de los partidos y de sus líderes ni tienen que ver con la lógica de las novelas tradicionales, ni con la ceguera de los romances, ni con las paradojas vitales. Incluso ni con la vida. Ni siendo ingeniosas, en nada se parecen a la picaresca, tan admirada en España.
Fíjense. Pedro Sánchez y Pablo Iglesias han logrado el abrazo de las izquierdas, han abierto la puerta a la estabilidad exigida desde todos los foros ideológicos y, en lugar de aplaudir o colaborar, el ruido de sables se escucha por doquier. Yo, que hubiera preferido un gobierno sin Iglesias, me congratulo de la jugada de Sánchez porque, quizás, el tenue retroceso de las izquierdas el 10-N va a suponer un punto de giro en el guion de esta desnortada política del multipartidismo. Si logran actuar con sensatez, lealtad y paciencia, alejados del escándalo mediático, puede que estemos inaugurando una nueva etapa política de equilibrios para la ciudadanía de todos los colores.
UP ha tomado conciencia de su estado descendente, de alguna manera ha alcanzado el cielo del poder gubernamental pero ya no es redentor de nada, va a entrar en el engranaje de la fábrica de realidades. El PSOE retorna a la filosofía de la casa común de la izquierda, del pacto y del pragmatismo. Cs después de perder la razón de ser, al situarse de muletilla del PP en las comunidades autónomas, camina por la senda de la desaparición y, no tardando mucho, se sumará a las filas de Casado (si este resiste después de no alcanzar sus objetivos por segunda vez). La tragedia, propiciada con la defunción del bipartidismo, la protagoniza la extrema derecha. El tahúr que maneja los naipes de Vox puede acabar adueñándose del tapete azul del juego, si en el PP perseveran en la confusión de desleal oposición y tácticas de aprendices de brujos.
A tenor de las declaraciones de algunos varones conservadores, el acuerdo ha sido para sus contradicciones un gran tropiezo. Si aspiraban a tener cautivo a Sánchez en minoría, se han quedado sin horizonte. Ahora van a encontrarse emparedados entre un Gobierno barajando soluciones y una extrema derecha vociferando con más fuerza y populismo que ellos. Las matemáticas van a igualarlos, con excesiva frecuencia, en el mismo tablero del NO en el Parlamento. Oscurecido Cs como socio de gobiernos municipales y autonómicos, el emparejamiento (por mucho que lo nieguen) con Vox va a estallarles un día sí otro también.
Para no ser fagocitado por las barbas de Santiago Abascal, Casado tendrá que cambiar de baraja. No le bastará con volver a renovar la imagen, el logotipo o los muebles del despacho. La política de confrontación radical ejecutada desde su llegada a la cúpula del PP no le ha funcionado y Vox le ha ganado la partida. Quizás el cambio consista en volver a la vieja leal oposición. A practicar la democracia real por el bienestar de España.

Xose A. Perozo |

sábado, 16 de noviembre de 2019

QUINIENTOS AÑOS DE LA HABANA. Antonio Campos Romay*

Se vanagloriaba Augusto de que había encontrado una ciudad de ladrillo, y dejó una Roma de mármol. Seguramente no sea algo de lo que pueda vanagloriarse el castrismo respeto a La Habana, a la que siempre observo con cierto recelo.

La Habana, una linda jovencita con su medio milenio a cuestas, se dibuja en una corona mural, un campo azul tres castillos, un laurel y una llave de oro, obligada en quien fue llave del mundo y antemural de las Indias. La más bella y sensual dama del Caribe. Capital de esa República que dice ser y llamarse Cuba. La que Nicolás Guillen con lira enamorada describe,

Por el mar de las Antillas,
también llamado Caribe”,

cantando a lagrima viva
navega Cuba en su mapa;
un lagarto verde con ojos
de piedra y agua”…

De La Habana cabe hablar con pasión, con amor, con nostalgia, con la poesía que inspira su belleza deslumbrante o con los pausados comentarios de un historiador. Lorca, poeta, soñador y víctima, informaba a sus padres, “Esta isla es un paraíso, si me pierdo algún día, que me busquen en Cuba”… Finalmente desapareció en un recodo de odio una noche con aroma a azahar y balas fratricidas. Con su sensible espíritu de esteta relata con verbo sincrético goloso de placer…

¡Oh Cuba¡ ¡OH reino de semillas secas¡
¡Oh cintura caliente, gota de madera¡
¡Arpa de troncos vivos. Caimán, flor de tabaco ¡

La Habana nace a la sombra de una corpulenta ceiba, vigorosa como su pueblo, en una reunión de lo que sería el cabildo de la Villa un 15 de noviembre de 1519. Pero si nos adentramos por los escondrijos de la historia habanera, asoma la mano de D. Diego de Velázquez en 1515, en la partida bautismal de lo que inicialmente es San Cristóbal de la Habana, muy cerca del Surgidero de Batanabó. Son apenas cincuenta colonos que ante lo insalubre del territorio pronto refundan la villa en la desembocadura del Río Almendares. Eran gentes inquietas y el espacio abundoso. Tardan apenas un año en liar los petates y escoger un tercer asentamiento que será definitivo en la península inmediata a Puerto de Carenas. Como no podría ser de otra forma está presente un gallego osado y aventurero de vida azarosa D. Sebastián Ocampo. La Perla del Caribe nace como campamento de chozas de madera y guano en lo que es hoy el Ayuntamiento y la Lonja de Comercio.

La corriente del Golfo, en aquellos tiempos determinante para la navegación, está íntimamente ligada a la adolescencia habanera. Su puerto era escala obligada antes de hacerse a los peligros del Mar Océano. Al se muestra como magnifico abrigo natural, con gran calado y comodidad de acceso.

La Habana en su atormentada historia sufrió los embates de corsarios, ingleses, yanquis, hampones, dictadores, saqueos sin fin…pero siempre desde Martí a Fidel contó con espíritus indomables dispuestos sentirse libres, aun a costa de avatares crueles.
Los bohíos primitivos de su asentamiento fueron génesis de los populosos barrios que se consolidaran en el siglo XIX, Vedado y Víbora, Luyano, Buenos Aires, Las Cañas, Santos Suarez, Mendoza, Lawton, Aranguren etc. Frente a la Habana Vieja, Casablanca y Regla crecen separadas por una lengua de mar.

La Habana es Malecón. Ese abrazo al mar de la bahía que es sueño, suspiro, música y sexo. El viento que lo barre con mimo, en ocasiones se vuelve zarpazo feroz. Se convierte en bramido y agua salada que desgarra impía la fachada atlántica varias cuadras arriba reclamando su tributo a la soberbia de los que se acomodaron en su orilla. Bajo el fuego del sol su trazo es un escenario único y desenfadado. Por su baluarte el ron y música acompañan promesas, charlas demoradas, juramentos de amor entre un hola y un adiós...

Sus grandes calzadas que hoy languidecen escleróticas, fueron envidia de coetáneos. Monte. Zanja. Belascoin. Galiano, que tuvo a gala ser en algún momento la calle más famosa de América. Bélgica. Menocal, calle hermosa con nombre de siniestro presidente. Paseo Prado. Carlos III, mudado su nombre por el de Salvador Allende….Arterias que unían, calor y color, brillo inusitado y el mayor cosmopolitismo posible.

Su Universidad la fundan los dominicos en 1728 y se seculariza cuando en 1842 se traslada a su actual ubicación en la falda de una colina habanera. Sus escalinatas dan fe durante siglo y medio gran parte de las convulsiones sociales y políticas del país. Otro referente ineludible, es el impresionante edificio neobarroco del Centro Gallego que alcanzo a tener cerca de 80.000 socios. En su teatro, hoy llamado Gran Teatro de la Habana Alicia Alonso se interpretará por primera vez el Himno Gallego, el 20 de diciembre de 1907.
La UNESCO, en 1982 declaró el centro histórico de La Habana Vieja y sus sistemas de fortificaciones coloniales Patrimonio de la Humanidad, incluyendo las antiguas murallas hasta el Paseo del Prado, el Canal del Puerto y las fortificaciones de los siglos XVI y XIX, amparando más de un millar de edificios en una extensión de 156 hectáreas.
Al abordar Rancho Boyeros, donde las pistas del aeropuerto José Martí son puerta de entrada, al viajero le inunda el hechizo de la ciudad, que se enraíza en el alma. Una turbadora sensación al hallarse en la tierra de los mil sentimientos encontrados.
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Es La Habana… es esa “ciudad enferma de columnas” que citaba Alejo Carpentier. O de columnas enfermas que muestran una huella dolorosa en el rostro de una las ciudades más bellas del mundo. Decenios de orfandad de pintura y atenciones muestran edificios carcomidos por la desidia y el abandono, precariamente apuntalados. La ciudad que hizo soñar a Hemingway, hoy le haría llorar con sus escaparates famélicos, escombros y abandono. Con las viejas calles de solera y tradición, donde librerías, bancos, comercios y restaurantes alegraban su trazado, que hoy apenas conservan algún letrero ruinoso superviviendo en un prototipo de belleza maltratada.

Pero pese a todo tiene pleno vigor un dicho popular cargado de sabiduría: “La Habana, solo quien no la ve, no la ama”. Provoca un intenso flechazo que hace imposible olvidarla. También el dolor de enamorado que contempla la prenda de sus sueños hundirse en la degradación. Es bálsamo contemplarla desde la distancia que en aras del todo oscurece el detalle. Una panorámica reconfortante es la visión desde el piso veinticinco del Hotel Habana Libre en el atardecer cuando la ciudad, inmenso mosaico, asoma difusa, plena de belleza.

Contemplada desde la otra orilla, en el Castillo del Morro, almorzando en la terraza del restaurante la Divina Pastora, se muestra luminosa, una inusitada postal en un marco de azul y fulgores dorados. Enigmática promesa, ronda voluptuosa de los sentidos, sinfonía sensual en el regazo del mar.

Es la misma La Habana que languidece entre el desanimo, y vegeta en un vacío de esperanza. Puede que con nuevos tiempos recupere el pulso, y renazca como ave fénix. Es deseable, pero también inevitable que la acechen tormentas no menores. Las plagas propias de un capitalismo desenfrenado que el vaivén del péndulo de la historia puede plantar como irónico epitafio sobre el túmulo del castrismo crepuscular. Y con ello una especulación desaprensiva, desatenta con la estética y el espíritu de la Perla del Caribe que fue Joya de la Corona, reconstruyéndola con paisaje ramplón e impersonal, provocando aberraciones que destrocen la más bella lamina americana de exótico barroco colonial.

Resultaría doloroso contemplar, -y no sería singular ni nuevo-, ver como la ciudad es devorada por la especulación, destrozando una urbe histórica para alzar sobre sus ruinas una arquitectura de cartón piedra indecente y engañosa. Una falsificación de la ciudad. Un acto tan brutal, y estúpido como matar a un ruiseñor o aplastar los pétalos de una rosa.

La Habana, recuerdo siempre cálido en el corazón de los que te conocieron y te amaron, que los dioses, paganos como tú, dioses del amor y la alegría amparen tu esplendor, tu lozanía,
y acompañen tus pasos por el navegar incierto de tu futuro. FELIZ CUMPLEAÑOS.

*Antonio Campos Romay ha sido diputado en el Parlamento de Galicia

martes, 12 de noviembre de 2019

Mal

No acerté gran cosa en mi anterior participación en este foro, quizá porque confundí mis deseos con la realidad, que es terca. El avance tremendo de la extrema derecha, no obstante, puede ser como un "souffle" cuando buena parte de sus votos vuelvan al Partido Popular, a la postre, casa matriz de esa familia que es la derecha. 

Los resultados electorales, tal y como han quedado, presentan un panorama endiablado para la gobernación de España, sobre todo teniendo en cuenta los muchos y graves problemas que enfrenta. Sin saber cual sea la solución de gobierno que se imponga, creo que cualquiera será mala y con ella habrá que tirar hasta que no dé más de sí. 

Por un lado está el problema planteado por el independentismo catalán, que tiene su fuerza bien demostrada aunque se empeñe en llevar el método ignorando a millones de compatriotas. También están los compromisos europeos, la política social pendiente, la necesidad de allegar recursos y mil asuntos (la aprobación de unos presupuestos del Estado entre otros) que no se han podido abordar en estos últimos años.

España tiene, quizá, uno de los Parlamentos más divididos de Europa, empeñados como están los líderes locales en preferir ser cabezas de ratón que colas de león. Cada uno, en Cartagena como en Canarias, en Valencia como en Teruel, en Santander como en Madrid, han presentado su candidatura para conseguir uno, dos o tres escaños y exigir, por este medio, un trozo de tarta. De igual manera los españoles se han empeñado en dar su voto a partidos vasquistas, regionalistas, localistas, fueristas, nacionalistas de todo tipo, para -cada uno con dos, tres o cuatro escaños- participar también en el festín. Otra cosa es que haya festín.

Si hubiese una ley que dijese que por el mero hecho de aceptar ser diputado o senador, se da por hecho que todos y cada uno aceptan y acatan la Constitución española, no tendríamos por que asistir, dentro de unos días, al teatro bochornoso de las diversas formas de juramento y/o promesa, cada cual más rocambolesca y estúpida.

Si el Partido Socialista, que tiene la responsabilidad de tomar la iniciativa para formar gobierno, tiene que dar cabida en él a los del señor Iglesias, malo, si ha de valerse de los votos de los independentistas vascos y catalanes, peor. Si para la formación de ese gobierno que no se puede hacer esperar más, hay que soltar algunas migajas o prebendas a alguno de esos que han conseguido uno o dos escaños, también malo. Y malo veo el futuro de España, institucionalmente hablando, con el gobierno que se adivina y con el Parlamento tan fraccionado. 

Los del señor Iglesias, y me refiero sobre todo a los de su grupo más próximo, no son de fiar para ninguna política de Estado que se precie. Ni en el tema catalán, ni en la política exterior, ni en el orden público, ni en la lealtad constitucional, ni en casi nada. Por si esto fuese poco, hay partidos que se empeñan en ignorar la naturaleza pluralísima de España, presentando una lucha dialéctica denodada contra las provocaciones de los nacionalismos periféricos que, nos guste o no, existen porque tienen apoyo social suficiente.

El Presidente en funciones, señor Sánchez, tiene la inveterada costumbre, por si los problemas no fuesen suficientes, de meterse en jardines intrincados sin venir a cuento: que si España es una nación de naciones, que si el delito de estos es de rebelión, que si traerá por su mano -poco menos- al señor Puigdemont, y otras cosas por el estilo. Contrasta su tenacidad y los servicios que ya ha prestado a España con la verborrea que le traiciona. 

Lo delicado de la situación institucional y política de España quizá no llegue a la necesidad de un gran pacto entre los dos grandes partidos políticos -que no quieren unos ni otros- pero ya se andará el camino. Por mi parte deseo que no sea necesario, entre otras cosas porque la dirección del Partido Popular está en manos de tales enanos, que tengo mis fundados temores de lo que se les ocurriría. Pero si se llegase a tener que recurrir a esta fórmula, malo también porque indicaría a que extremos hemos llegado. 

Con la extrema derecha como tal en las instituciones, el Partido Socialista debilitado aún ganando las elecciones, antipatriotas en el Congreso y en el Senado, cuestionadores de lo divino y de lo humano por doquier, mal veo la estabilidad institucional de España, por ende la política, y mal veo que las soluciones que haya que arbitrar se tomen acertadamente, porque si se llegase a acuerdos en el Gobierno, ya se encargarán algunos de torpedearlas en el Parlamento. Asistiremos ahora a un permanente acoso y derribo por parte de la patronal, los partidos minoritarios y la derecha política, por razones distintas pero a lo mismo.

Se me ha ocurrido -puesto a pensar- que el Presidente en funciones podría ofrecer un ministerio al PNV (hay precedentes en la II Republica) y a Ciudadanos, aunque solo sea para que la "cuota" que se le ocurra exigir a los del señor Iglesias, tuviese por fuerza que verse menguada. Difícil me parece que esto cuajase. Los que se fueron de Podemos y los que aún están dentro de IU, que reconocen al Partido Socialista legitimidad para gobernar en minoría con el Parlamento, no pintan nada ahora. El resto de la sopa es un berenjenal de mucho cuidado. Mal.

L. de Guereñu Polán.  


lunes, 4 de noviembre de 2019

Adivinanza

Imaginemos que el día 10 próximo los resultados electorales son los siguientes: el Partido Socialista gana con claridad pero sin poder valerse por sí mismo para formar gobierno; el PP se reparte los votos de la derecha con Ciudadanos con ventaja para aquel; los del señor Iglesias pierden posiciones en favor de los del señor Errejón; la extrema derecha mejora algo, solo algo, sus resultados; los nacionalistas vascos y catalanes siguen igual y a lo suyo; ciertas minorías se quedarán, cada una, con un escaño y poco más. 

El Parlamento estará tan fraccionado que no faltarán quienes pongan precios altísimos para dejar formar gobierno. En el Senado los escaños se los repartirán dos y poco más. 

Si así fuese, no veo por que no se habría de intentar una investidura pactando a derecha y a izquierda (excepto con Vox y las Cup, que vienen solo a hacer el gamberro en la sede de la soberanía nacional).

Vendrían entonces los voceros del "ya lo dijimos", pero esto duraría solo unos meses. Si a derecha y a izquierda no hay voluntad de respetar el modelo de descentralización política, la unidad territorial de España, los presupuestos del Estado aunque estos no contenten ni a unos ni a otros (por ende una política tributaria a medias) y una política social mínima, en la que habría que contar, por lo menos, con la anuencia de los sindicatos de trabajadores, entonces es que España tiene un problema de hondísimo alcance, incluso de régimen, que merecería la movilización de la sociedad y de todas las organizaciones que quieran siga habiendo Estado, no una banda de activistas que creen que pueden hacer y deshacer sin miramientos.

Los intereses de 47 millones de españoles deben de estar por encima, y sin Gobierno, aunque inestable, no están a salvo dichos intereses. 

L. de Guereñu Polán. 

jueves, 31 de octubre de 2019

CON VIOLENCIA, NADIE GANA. Antonio Campos Romay*

En una democracia que funciona de forma razonable no hay enemigos políticos sino adversarios. Tampoco la fogosidad impostada de la puja electoral debe auspiciar el rencor y la miseria moral. La capacidad de entendimiento y la leal confrontación no pueden ser sepultadas para menoscabo de la grandeza del sistema democrático. Disentir o discrepar jamás debe convertir al adversario en enemigo.
Con estupor se escuchan afirmaciones absurdas, (calificativo parco para el caso). La Sra. Presidenta de la Asamblea Nacional Catalana, Elisenda Paluzie, proclama a los cuatro vientos su entusiasmo con la violencia callejera. La califica de gran utilidad para el independentismo, sin que nadie en ese campo la llame al orden o le enmiende la plana. Una peculiar escala de valores, donde las pérdidas de ojos de varios ciudadanos, heridas muy graves de otros, un agente del orden en estado crítico por traumatismo craneal y lesiones de muchos otros, amén de destrozos millonarios, no son sino datos positivos en tanto “son estos incidentes los que hacen que estemos en la prensa internacional de manera continuada estos días, es decir, que hacen visible el conflicto"
En estos días el Institut de Ciéncies Polítiques i Socials (ICPS), organismo vinculado a la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) aporta los siguientes datos: Un 47% de la población anhela concluir el procés soberanista con un acuerdo con el Estado y mayores cotas de autogobierno. Un 15.5 % anhela simplemente terminar la presente espiral. Y frente a este 62,5 un 30,8 % se decanta sin ambages por la independencia.
España ha padecido una dictadura cruel y una parte todavía sustancial de sus ciudadanas y ciudadanos saben lo que fue sentir sobre su piel la represión real en su sentido más traumático. En la que el exilio no era una bucólica estancia en un palacete, sino el horror, la miseria y el desamparo que sufrieron miles de compatriotas anónimos o dirigentes destacados. Intelectuales, científicos, librepensadores, militares y civiles, que lo padecieron por el único delito de defender la Libertad y la República…La de todas y todos. Un mínimo decoro recomienda hacer un uso adecuado del leguaje y de los términos con que se califican determinados sucesos y situaciones.
Cuando se usa el poder institucional para ejercerlo como monopolio de parte. Cuando se impone con apenas el 38% del censo una Declaración Unilateral de Independencia, silenciando al resto de la ciudadanía. Cuando se hace eje de un relato, un referéndum, cuya textura democrática no se comparece con los mínimos de credibilidad y fiabilidad exigibles, se hace muy difícil colegir que se esté en el buen camino.
Es muy peligroso magnificar el rencor y proyectarlo sobre la sociedad provocando el enfrentamiento... Aunque la Sra. Presidenta de la ANC crea lo contrario, aleteando el fantasma del odio y justificando la violencia, al final nadie gana. Ni las instituciones que entran en este juego, bien incitandolo, o declinando sus obligaciones. Ni la ciudadanía que ve como tras las convulsiones del procés se evapora la calidad de los servicios y prestaciones públicas.... Se acumulan los recortes en sanidad, en educación, en cobertura social…Sufren las inversiones, el mercado de trabajo y un largo etcétera de una gestión cotidiana sucesivamente postergada. En paralelo se deteriora la piedra angular sobre la que se basa la convivencia de un pueblo.
Es inaplazable trocar enfrentamiento por dialogo. Inquina por seducción. Algo que debe ser bidireccional. Recomponer afectos, tarea larga y compleja. Y recuperar el convivir de forma democrática y respetuosa en un territorio donde no puede haber enemigos, sino adversarios.
Hoy puede verse la dimensión del incendio provocado a lo largo de más de una década por la derecha española con su monumental irresponsabilidad y sus grotescos comportamientos. Enfrentada a una derecha catalana, con la que comparte demasiadas analogías, ayer por la mezquina razón de un puñado de votos periféricos, se volcaba en mesas petitorias donde el PP pedía que no se consumiesen productos catalanes y recababan firmas contra su Estatut... Hoy entidades catalanas instan a no consumir productos españoles...Dirigentes catalanes comprometidos en actividades nocivas para el erario público de Catalunya clamaron, “España no roba”...Los protagonistas de la máxima corrupción partidaria y saqueo de lo público gritaron desaforados desde la Calle Génova contra los catalanes que despilfarran el dinero recibido del Estado.. Feria del disparate ejercido con altivez y malos modos por arrogantes inútiles con pies de barro.
Ni Ley de Seguridad Nacional ni 155 son el camino...Ni remitiendo al campo de las togas lo que debe solucionar la política. No cabe comportarse como una democracia moribunda o deshumanizada. Ni mucho menos la violencia callejera ni el enfrentamiento civil. Dialogo democrático. Tarea inmediata del gobierno que surja de las urnas el día 10, con un interlocutor que represente a todas y todos los catalanes...Lo que hace preciso que el cuerpo electoral catalán señale en las urnas una interlocución plausible en la Generalitat.


*Antonio Campos Romay ha sido diputado en el Parlamento de Galicia.


Denuncia de la locura


Parto de la base de que Cataluña, en parte de su sociedad (seguramente la minoría) está desquiciada, con las calles ardiendo, las aulas cerradas, los adoquines por el aire, los dirigentes viviendo la vida, agitando el desorden, renunciando a reflexionar, diciendo que la violencia tiene aspectos positivos; los rectores cagándose por la pata (porque pueden pedir la intervención de las fuerzas del orden y no lo hacen), los empresarios no condenando la violencia (dicen que quieren orden para que sus cuentas de resultados sean positivas, pero no condenan a los gamberros e incendiarios), etc.

El incendiario mayor, en mi opinión, es el señor Mas, que cuando exigió un sistema fiscal como el vaso para Cataluña, sabiendo que no había apoyatura legal para ello, decidió reclamar la independencia de su comunidad sin ni siquiera sospechar que iba a tener el resultado que vemos. Ahora presume de que lo tenía todo calculado… pero no lo tenía. De tenerlo no se hubiese arriesgado a tener que pagar cinco millones de euros de sanción, entre otras, para lo que está recurriendo a lo más granado de la burguesía catalana en su ayuda (hablan de ello entre banqueros y mientras asisten a conciertos del Liceo después de suculentas cenas).

Hubo incluso mandos de los “mossos d’Esquadra” que se creyeron era llegada la ocasión de sumarse al vulgo para hacer historia, como aquellos soldados que se unieron a los soviets en la Rusia de 1917. Ahora también se cagan por la pata ante la Justicia.

Resulta que en Cataluña –no es la primera vez, ni allí ni en otros lugares- las huelgas no tendrán coste, como cuando la patronal quiere disimular un cierre patronal y propicia que los asalariados hagan huelgas pagadas. Estudiantes: no vayan ustedes a clase, les aprobaremos, o les examinaremos sumariamente, o seremos condescendientes con los nobles fines que les animan. Adiós a la libertad de cátedra de los profesores, a la evaluación continua, gran conquista de la pedagogía moderna, a la pluralidad y la libertad de pensamiento en la Universidad…

Si la huelga fuese por exigir la igualdad salarial entre mujeres y hombres ¿se darían las mismas facilidades a los estudiantes? Si los empleados de una gran empresa se ponen en huelga ¿se les prometería que no tendrían conste alguno, que se les pagarían sus salarios? Sospechoso todo esto.

Hay un presidente de la Generalitat que, además de ser xenófobo y demagogo, tiene una altura intelectual como la suela de mis zapatos. Sabe que la mayoría de los catalanes no están con sus postulados pero se empeña en que comulguen con ruedas de molino. La mayoría de los catalanes, de derecha y de izquierda, no están por la labor, pero no figuran en las manifestaciones con el “brillo” y la violencia de los independentistas. Estos, educados en la libertad y la democracia, muchos de los cuales son activistas contra la ley y la democracia, no quieren ni independencia ni lo contrario, lo que quieren es lío, desestabilizar, en el más puro estilo anarquista (en el peor sentido de la palabra) y populista. Ocupar las calles con tiendas de campaña, como ocupar aeropuertos, estaciones de ferrocarril o carreteras, es privatizar lo que es de todos: nada que ver con el pensamiento progresista y de izquierdas, pero sirve a los intereses de unos pocos lunáticos entre los que están los señores Puigdemont y Torra.

No pocos independentistas creen que su país es superior a otros, y sobre todo a los demás países de España. Incluso tienen un complejo de que, a lo largo de la historia, haya sido Castilla la puntera en los grandes logros de la civilización española. Acusan a esta de imperialista (¡!) cuando Cataluña también extendió su influencia por el Mediterráneo desde finales del siglo XIII, y antes sobre el “midi” francés.

Estos cuatro mil independentistas, o lo que sean, que tienen el fuego y los adoquines por argumentos, están bien criados, tienen el futuro asegurado, sus papás les miman y han estudiado –los que lo han hecho- gracias al esfuerzo de todos los demás. Ahora se dedican a hacer la revolución, pero no la del movimiento sindical clásico, no la de los socialistas rusos del siglo XIX, no la de la socialdemocracia europea o la de los negros en América; estos de ahora hacen una revolución pacífica cuando interesa y violenta cuando las cosas se tuercen.

Gracia (o pena) me hace que se diga: “la sentencia del Tribunal Supremo no ayuda a solucionar el problema de Cataluña”. No. Si al Tribunal Supremo no le corresponde arreglar dicho problema, le corresponde administrar justicia y castigar a los que han conculcado la ley desde posiciones de privilegio. Dejen al Tribunal Supremo y céntrense en ver si es posible lo que exigen o tienen que negociar con el sursum corda lo que corresponda de acuerdo con la razón, no con los sentimientos, que son mudables.

En el año 2027, por poner un ejemplo, veremos con vergüenza los acontecimientos de hace dos años para acá en Cataluña, quizá recordemos la vagancia supina de un presidente del Gobierno que ya está apartado para el bien del país, y recordaremos a estos que dicen que o se entra por el aro que ellos proponen o nada. Ni mucho menos: sigue existiendo el Estado, la comunidad internacional, el derecho, la razón y una ciudadanía que, mientras no se demuestre lo contrario, no quiere la barbarie, quiere el progreso.

L. de Guereñu Polán.

miércoles, 23 de octubre de 2019

LA UTOPIA DESEABLE. Antonio Campos Romay*


Cuando honestamente se cree en el progreso colectivo, pasando de la concepción abstracta a lo concreto, se intenta poner en valor su significado. En consecuencia se incita a caminar por su senda como tránsito hacia la mejora de la condición humana, contribuyendo a hacer reales las esperanzas de una sociedad construida sobre valores morales y de fraternidad. Que busca amparo en el marco de un mundo más justo. Pudiera a primera vista semejar que se propugna una utopía, que como mucho pueda despertar una sonrisa piadosa o displicente.
Hace más de quinientos años Thomas More, inscribió en nuestro imaginario “su” isla, que convocaba a la ensoñación del ser humano. Quizás a la quimera o la fabula. Pero también lo hacía a ideales de transformación, de capacidad crítica y revolución social. E implícitamente a abundar en el convencimiento de que la utopía de hoy, no es sino el umbral de la realidad de mañana. 
Son tiempos turbulentos, en los que el mundo avanza hacia paradigmas distintos. Donde el ciclo histórico está mudando con más rapidez de lo que muchas mentes anquilosadas están dispuestas a aceptar aun a riesgo de verse arrolladas por la realidad. La dimensión local y la internacional sufren la virulencia de convulsiones que son sinérgicas en un mundo globalizado. Lo que nos obliga de forma inevitable, a optar y hacer elecciones que pueden condicionar severamente el devenir.
Elegir como seres humanos miembros de un espacio colectivo que no pueden permanecer indiferentes o en silencio ante las opciones que diseñaran la nueva forma de acontecer. Ante las que cada cual, desde su visión y sensibilidad concreta, debe asumir su responsabilidad. Siendo conscientes que de no adoptarlas, se habilita la impunidad de quien acecha para inspirar y cometer actos contrarios al interés colectivo.
Cuando frente al internacionalismo que es base de un intento de concertación solidaria se pretende sembrar de fronteras la Tierra. Cuando de una bandera se hace más razón de ser que de una causa social. Cuando se declina por pensar diferente, la capacidad de entenderse. Cuando el recurso a la violencia, con indiferencia de que la esgrima una mano mercenaria, el poder políticos, o los que del alboroto hacen profesión o divertimento, enturbia y supera la configuración de las ideas. Cuando se disfrazan de ideas las actitudes encaminadas menospreciar al otro o a subordinarlo por el temor tácito o explicito. Cuando la soberbia hace creer ser dueños de la razón absoluta frente a visiones distintas. Cuando se confía la solución a la justicia lo que es simplemente política. Cuando alguien se cree por mesiánicas razones dueño de un territorio, o de un conjunto de ellos agrupados bajo forma de Estado. Cuando se esgrime patrio como antagónico de pueblo. Cuando el reproche legal de las conductas alcanza una dimensión difícilmente entendible. Llegado a ese punto y tales actitudes toman carta de naturaleza, las sociedades necesitan serenarse y reflexionar seriamente su comportamiento.
Es quizás llegado el momento de arribar a las playas de esa isla tan poco conocida que nos dibujó Thomas Moro. Donde tiene acogida el ser humano que aspira a la felicidad y no está dispuesto a renunciar a convivir en paz, y que confía con inocencia positiva, que el género humano es capaz de evolucionar poniendo en valor la idea de que una sociedad mejor es posible.
Es sin duda el momento en que la ciudadanía exija a sus políticos empeñados estúpidamente en cavar trincheras a riesgo de que terminen convirtiéndose en fosas, que pongan su empeño en lo que ansían los seres humanos: avanzar hacia esa deseable utopía de una sociedad humanizada, social, justa, libre y solidaria
El futuro pertenece a aquellos que tiene la osadía de soñarlo.
*Antonio Campos Romay ha sido diputado en el Parlamento de Galicia.


viernes, 18 de octubre de 2019

El Estado es incapaz


No es capaz de imponer el orden para que la economía funcione con normalidad, para que los ciudadanos caminen libremente por la calle, para que se desarrollen las actividades cotidianas con un mínimo de seguridad. Me refiero, como se habrá adivinado, a Cataluña, donde lamentablemente gobierna un grupo de descerebrados.

Se puede ser independentista y de extrema derecha, pero se pierde toda razón si se recurre a incendiar, a golpear, a romper, a amenazar, a mantener en vilo a la ciudadanía. Y esto es válido para el momento actual como para otros en la historia de nuestro país (y de otros). Se puede explicar (no justificar) que sectores de la población incendiasen iglesias a lo largo de más de un siglo en España, porque se identificaba a la Iglesia con los poderosos. Esto es enmarcar en su contexto histórico sucesos lamentables. Pero en Cataluña no se dan las circunstancias del siglo XIX ni de la II República española. En Cataluña los que incendian, amenazan y apedrean son, en parte, niños de papá, jóvenes que gozan de un estatus privilegiado en relación a otros andaluces, extremeños o gallegos.

Los partidos independentistas están perdidos, no sabían nada de la historia y no saben gestionar su país. Hay otros incendiarios (dialécticamente) en el conjunto de España, que constituyen la derecha española de siempre.

Pero lo que es cierto es que el Estado no es capaz de garantizar el orden, ni de defender eficazmente a los ciudadanos trabajadores, y sucumbe, en buena medida, ante una minoría, aunque muy numerosa, de gamberros (no de radicales, que es otra cosa). Sé que es muy difícil tomar decisiones de orden público cuando en Cataluña las cosas están tan delicadamente pendientes de un hilo. Comprendo al Gobierno de la nación en su actitud prudente, pero me reafirmo en que el Estado no es capaz de hacer frente a una situación como la que vivimos. Como no es capaz el Estado chino –por ahora- antes de que tome las medidas que me temo no tendrán nada de democráticas. La situación en Hong-Kong y en Cataluña no tienen parecido alguno, aunque ambas deben ser estudiadas en el futuro con calma.

La historia institucional de Cataluña en los últimos años es muy penosa: un president está acusado de ladrón en gran cuantía, otro ha incendiado el país por un quítame allá esas pajas, además de estar incurso en varios delitos, entre ellos el de cobrar el 3%, por lo menos, a empresas para financiar a su partido; otro está huido de la Justicia y el de ahora es un bufón desaprovechado para la comedia, como ha dicho algún periodista. Un irresponsable en toda regla.

¿Qué hacer? ¿Mayor contundencia por parte de las fuerzas del orden con el riesgo de heridos o muertos? No parece valga la pena. ¿Mayor número de agentes del orden en Cataluña? Aunque esto solucionase el problema de la violencia ¿cómo atajar la ocupación de aeropuertos, autopistas, calles  y ciudades? Porque todo ello afecta a enfermos, a transportistas, a sanitarios, a trabajadores en general que tienen sus ritmos, sus obligaciones, sus compromisos. Lo de Cataluña no son manifestaciones, son acciones de desprecio a la mayoría de la población.

El Estado es incapaz y es una lástima, por lo que debiera pensarse, en el futuro, en fórmulas que den solución a situaciones tan absurdas, pero reales, como la presente en Cataluña. Un país rico en términos europeos, unos dirigentes egoístas y ciegos ante ciertas consignas paranoicas, una población dividida y un Estado incapaz. Por ahora, esto es lo que tenemos.

L. de Guereñu Polán.

domingo, 13 de octubre de 2019

Un buen libro


Cayendo en mis manos el libro de Ece Temelkuran, una escritora turca que ha publicado el título “Cómo perder un país”, me lo he merendado casi de un tirón. Tal atractivo tiene, interés por lo que dice y cómo lo dice, yendo a varios países donde el populismo se ha abierto un amplio camino, lo que representa un peligro para dichos países y para otros que pudieran estar tentados a seguirlo, que merece el tiempo destinado a sus reflexiones.

Parece ser que Erdogan, el mandamás turco, sufrió malos tratos por parte de su padre cuando era niño y ahora le hace pagar las culpas a su pueblo. Díganselo, si no, a miles de funcionarios, periodistas, militares, intelectuales, profesores, estudiantes y asalariados, entre otros. Erdogan tiene claro lo que quiere, seguir en el poder para que el país obedezca a los patones simples de su política, como lo querría para el Reino Unido Nigel Farage, el ultraderechista que ha atizado el fuego del “Brexit” hasta el paroxismo. Las consecuencias se están empezando a notar ahora. La escritora turca lo compara con la señora Thatcher de los años ochenta, cuando para que le cuadraran las cuentas del Estado, desmanteló industrias tradicionales sin miramientos sindicales. Recordemos el cobijo que dio la señora al dictador Pinochet cuando fue reclamado por un juez español, así como la comunión de “ideas” que tuvo con el aprendiz de actor Ronald Reagan.

Este último imaginaba una “guerra de las galaxias” y, para estar preparado, quiso gastarse la billonada de dólares para lo que casi nadie le secundó (una especie de escudo espacial contra ataques comunistas: el comunismo en decadencia, no fue visto casi por nadie porque se estaba en lo simple, en vez de pensar en lo complejo). Esto es lo que hacen populistas, dar “soluciones” simples a problemas complejos; lo suyo no es pensar, es decir chácharas que causen sensación en la opinión pública, aunque el contenido de dichas chácharas no vaya a ninguna parte. Es lo que estamos viendo con el candidato polaco, Kaczynski y su lema, “Polonia es lo más importante”, lo cual es como no decir nada; es como la frase electoral de Trump “The first American”.

Pero lo malo no es que esos líderes se comporten como niños, sino que la opinión pública los tome como tales y no les dé importancia, pues sería como poner al volante a un niño de diez años para que llevase un bólido por una autopista. Se está imponiendo, a juicio de Temelkuran, la idea de que el populismo de estos individuos (en España tenemos a los Rivera[i], Iglesias, Abascal y otros) es cosa de niños y pasará en poco tiempo. Esto constituye un peligro: en América latina el populismo fue la forma de gobierno dominante casi desde su independencia y así le ha ido, aunque esto no sea la única causa de su atraso. Perón y los dirigentes del PRI mexicano son ejemplos notables, por desgracia, de lo que decimos. Así se han generado políticos sin escrúpulos como Luis Echeverría o Salinas de Gortari, pero no son los únicos. Los militares latinoamericanos también han echado mano del populismo: orden, que vengan las inversiones extranjeras, limitación (si no ausencia total) de las libertades, palabrería huera y hasta la próxima, como practicó Hugo Bánzer antes o Chávez y Maduro ahora.

Recuerda la escritora cuyo libro me ha estremecido, que sobre el expresidente de Uruguay, José Mujica, se han llenado los periódicos y las redes sociales de frases alusivas a que vestía humildemente y vivía casi en una choza. Parece que esto era lo importante, cuando lo importante, en realidad, es que era y es un socialista y defendía ideas sólidas sobre la paz en el mundo, el reparto de la riqueza, la lucha contra los monopolios, la conciencia de que vivimos en un mundo injusto y debe movilizarse a la población para que se corrija esta situación. 

Del candidato norteamericano Sanders cabe decir otro tanto: se ponen de manifiesto los aspectos formales o anecdóticos de su personalidad, pero no se oye una palabra sobre sus propuestas para el papel que considera debe jugar Estados Unidos en el mundo, sobre sus proyectos en materia de sanidad, de educación, de inmigración, etc., lo que verdaderamente importa y haría cambiar las cosas. Sanders, como Mujica, como los dirigentes políticos que tienen ideología, que no son populistas, que no creen en soluciones fáciles, que creen en la diplomacia y en las instituciones, que no abandonan la lucha por la razón y contra la simpleza, no se dejan llevar por frases elaboradas en un despacho de “campañeros” electorales.

No pocos políticos de ahora, Erdogan, Trump, los citados para el caso de España, Farage y el polaco, pero no solo, son un verdadero peligro para nuestras sociedades y para la democracia. Son como esos mafiosos que, reunidos ante una mesa con mucho humo y unas copas de wisky, deciden de forma simple cómo eliminar a un competidor molesto. Son como esos delincuentes que tienen por objetivo un robo con suculento botín; los daños que se puedan derivar de esa acción no se prevén. Son como niños, lo ven todo simple, lo transmiten así, pero las sociedades complejas no se deben dejar manejar por delincuentes, mafiosos o populistas, deben aspirar a que se les digan las cosas con la crudeza que corresponde, a que se les gobierne con el realismo y las ideas que, sustentadas en la razón, puedan ser útiles no mañana mismo, sino en el futuro elástico de varias generaciones.

L. de Guereñu Polán.


[i] Llama banda a Sánchez y sus socios, acusando al Partido Socialista de abandonar la Constitución, cuando esta es obra suya.